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miércoles, 29 de noviembre de 2006

Segolène Royal, de Sapatejá a Sapaterror


Ségolène Royal arrasó en las primarias del partido socialista francés, y se ha convertido así en la candidata oficial del primer partido de oposición a la elección presidencial de 2007.

¿Quién es Ségolène? Hija de un general de extrema derecha, hermana del agente secreto que puso la bomba en el Rainbow Warrior de GreenPeace por orden de Mitterrand (asesinando así a un pobre periodista portugués que pasaba por allí) y diplomada de la ENA, es decir de la escuela que nutre la alta función pública y de la que provienen la inmensa mayoría de prefectos, senadores y diputados; cónyuge (no casada) del primer secretario del partido socialista, François Hollande, al que llaman “Cécilio” (Cécilia es el nombre de la nieta de Albéniz y esposa española del candidato de la derecha francesa, Nicolas Sarkozy).

Hablando de apodos, a Ségolène le empezaron a llamar Zapatera, en francés se pronuncia algo así como Sapatejá, en 2004, porque ganó por sorpresa las elecciones regionales del Poitou cuando el Sr Rodríguez se convertía en el inesperado presidente español. Pero rápidamente, y al ritmo de la eliminación por depresión de una secretaria personal por semana, derivó en Zapaterreur. Como bien decía su derrotado contrincante, el ex primer ministro Raffarin, “Ségolène seduce a lo lejos e irrita de cerca.” Más fino que Bono, sin duda, acerca de Esperanza, con aquello de "ríe de día y...".

Su carrera meteórica, entre dos partos (tiene cuatro hijos) empezó muy pronto, cuando en esta joven diputada superfeminista puso un ojo de experto el viejo Mitterrand, aficionado a las bellezas terrenales. Integró pues con total naturalidad, a los treinta y pico de años, la corte de hermosas mujeres de los ministerios de los años 80/90, junto a Elisabeth Guigou o Edith Cresson. Nunca en puestos de responsabilidad, evidentemente, pues una cosa es el ornamento, y otra “les affaires de la France”. Pero en fin, allí estuvo, entre moquetas del medio ambiente o de secretarías de estado para la familia y hasta de educación.

El extraordinario fenómeno mediático de Royal, desde hace aproximadamente un año, traduce la profunda transformación de la sociedad francesa. Frente a quienes intentan compararla, no ya con Zapatero (tampoco se trata de menospreciarla inútilmente), sino con Blair, como la posible representante de la tan esperada modernización del socialismo francés, el Financial Times, en una evaluacion exhaustiva y sin concesiones de sus proyectos (sic) llega a la conclusión de que Ségolène está aproximadamente a diez años de distancia del gran Toni.

¿Moderna, Ségolène? Los sondeos dicen que su discurso lo es. El fondo, en cualquier caso, es antimoderno, por sus referencias a la lucha de clases y, de forma subliminal, al antiguo régimen, que porta no sólo en su apellido.

Pero la percepción es ésa: los viejos han perdido (Fabius, socialista convencional, Strauss-Kahn, socialdemócrata) y ella, la candidata de internet, ha vencido. No le interesa la economía, que de todas forma no entiende, y la política internacional es una pesadilla para ella (confunde nuclear civil y militar, Iraq e Irán) pero no importa, porque a los franceses esas cosillas sin importancia les tienen sin cuidado. No, lo realmente relevante está en su blog, “Deseos de futuro”, según una máxima nueva (moderna, sí señor): “Yo os doy la palabra” (y vosotros me dais el poder). Y funciona, vaya que si funciona. Los temas sociales, “societales” se dice ahora son el alfa y omega de la neopolítica, y se trata de responder casi en directo a las aspiraciones de la gente. “¿Desconfíais de los políticos? Tenéis razón, yo también, y por eso, si gano, crearé jurados ciudadanos para controlarlos.” Cuando, desde el propio partido socialista, se le hace notar que eso ya se inventó en 1.793 y rodaron algunas cabezas más o menos justificadamente, no importa, marcha atrás y donde dije digo que no serán jurados, sino… otra cosa, estructuras ciudadanas de participación en la política local. Eureka.

En los últimos meses, de la mano de “Cecilio”, hombre redondo y con aspecto bonachón, pero listo como Sancho Panza a la hora de administrar su ínsula, se han afiliado al partido unas 70.000 personas, la mayoría a través de internet y sin avales previos, con cuotas de 20 euros anuales; gente a menudo sin “cultura socialista” (esa pasión desenfrenada por el debate, la controversia, las reuniones de sección hasta altas horas de la madrugada…). Estos nuevos afiliados llegaron movidos por la devoción a la Evita del Poitou, llevándose por delante a los elefantes del partido de Jean Jaurès. A esta nueva izquierda le gusta, aparentemente, que Ségolène le hable de reeducación militar para jóvenes delincuentes (después matizó y también aludió a los bomberos); de acabar con las 35 horas del gobierno Jospin; de instaurar un casi cheque escolar frente al sagrado mapa escolar de la escuela laica y republicana… El orden justo, en dos palabras, hurtadas por cierto a Juan Pablo II.

Todo esto movía a risa y generaba burla entre los contrincantes de Ségolène, pero ella los liquidó sin pestañear. Llega pues la hora del análisis. Lo primero que llama la atención es que la alternativa política encarnada por Royal consiste en buscar soluciones de proximidad a los problemas que plantea la integración y la reconstrucción del vínculo nacional. Ninguna de esas propuestas apunta a la responsabilidad del ciudadano, se trata más bien, en una oratoria más o menos comunitaria, como el propio blog, de ofrecer una puerta abierta y un oído: el socorrismo antes que la solidaridad.

La evolución del perfil retórico de Ségolène, vestida de blanco y tailleur chanel, debe mucho a los nuevos teóricos de la democracia participativa, cuya Meca es una Dinamarca y una Suecia míticas, donde se mezcla lo público y lo privado, la prevención y la sanción, la apología de un estado transparente pero omnipresente, cuanto más debil y compasivo, más liberticida. No se trata pues de una negación rotunda de la tradición socialista francesa, sino más bien de la irrupción de Peter Pan en la cacharrería de la dialéctica postmarxista.

Las mentes más claras saben que Francia, más allá del fenómeno Royal, está en una encrucijada de su historia. Frente al choque de la globalización, por la originalidad del peso del estado, de la tradición aristocrática de sus élites y de su cultura política, este país se tambalea y agudiza sus contradicciones, con más intensidad que cualquier otra democracia europea.

La fascinación colectiva por el cambio viene acompañada por un incremento alarmante de la pobreza, que toca a por lo menos tres millones de personas. Frente a este reto, dos alternativas se pueden ir polarizando en los próximos meses: por una parte, la ilusión protectora y maternal, igualitaria, corporativa e identitaria, en total contradicción con la Ilustración fundadora de la República. La encarnarán Ségolène Royal y Jean Marie le Pen (Frente Nacional), muy altos en todas las encuestas; en frente, la emergencia posible y deseable de un impulso político de modernización real, que exalte las capacidades de responsabilidad y de iniciativa de la sociedad civil.

Si prevalece la primera tentación, Francia seguirá su lento proceso de inmersión y recogimiento. Si, al contrario, la alternativa de la responsabilidad consigue la adhesión de una mayoría, enlazaría el proyecto nacional con las necesidades de reforma en un continente a la deriva.

Porque ejemplos a seguir no hay muchos: Gran Bretaña y Holanda han fracasado en sus políticas de integración multiculturalista. Los países escandinavos, idealizados por los Zapatejá’s boys, están renunciando a sus modelos sociales para salvar el empleo. Queda Merkel, muy sola por ahora, esperando que despierte el vecino, y le acompañe en la necesaria reconstrucción de Europa.

Dante Pombo de Alvear, Crónicas de Calypso

2 comentarios:

Enrique Suárez dijo...

Allons enfants..., no hay razón para preocuparse, amigo Dante, es el triunfo de las personalidades histéricas en la política internacional, (era de prever, en una sociedad neurotizada como la nuestra), son como niños, perversos y polimorfos (Adler), y eso que todavía no han descubierto los poemas del genial Fernando Pessoa:

"A veces, y el sueño es triste,
en mis deseos existe,
lejanamente un país,
donde ser feliz consiste,
sólamente en ser feliz"

Nota: sustitúyase país por Alianza de las Civilizaciones.

Enrique Suárez Retuerta

Alberto dijo...

Pues, qué quieres que te diga, desde aquí, desde Francia, uno echa de menos una Ségolène en la política española...

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