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domingo, 25 de marzo de 2007

La realidad y los enemigos de la libertad

Desde que estudio antropología, he ido descubriendo algunas cosas interesantes. Creo que la complejidad del ser humano, es un buen punto de partida para hablar de la realidad. Las dificultades del cambio de paradigma y la trampa viscosa del relativismo en la que permanece atrapado el pensamiento occidental, requieren que elijamos bien el comienzo

El ser humano es un prodigio de complejidades y complejos, que se autodesarrolla en un medio hostil, natural y cultural, por un singular proceso de autopoiesis. Esa es la realidad humana, independiente de los perceptores, ajena a los intereses, eximida de juicio, indeterminable.


La realidad también es relativa, por supuesto. Pero del propio relativismo de la realidad surgen algunos fenómenos interesantes, que han recobrado especial interés en la época que vivimos, gracias a la eclosión de la tecnología. La realidad se ha ampliado, con términos como hiperrealismo, realidad virtual, mundo aparente, falsedad auténtica (Umberto Eco).

En un mundo tan interconectado y comunicado como el nuestro, la realidad ha dejado de ser individual, para convertirse en algo social, una creación colectiva; se considera por tanto, que la construcción de la realidad se hace desde la sociedad (constructivismo social), desde el conjunto de seres humanos agrupados que definen lo que hay, o lo que hubo, o lo que habrá. Es la perspectiva compartida la que permite crear planteamientos comunes y válidos.

Esa mirada de dos o más, nos separa de la perspectiva emocional del yo de cada uno. Aunque no se debe descartar que dos enamorados vivan la experiencia de la contemplación de una puesta de sol en el Cabo Sounión, con las sensaciones que provienen de sus neurotransmisores (realidad interna) y no del astro rey que observan desde ese lugar (realidad externa), pero esto forma parte de otro debate.

En general se acepta, que cuando dos miran algo al mismo tiempo, las cosas se aprecian mejor que cuando lo hacen por separado, en cuestión de tiempo o espacio, pero tampoco es algo que pueda demostrarse. “Cuatro ojos ven más que dos”, dice el refrán castellano.

Es el mirar lo que define

El perspectivismo, fue estudiado por la Teoría de la Gestalt hace muchos años, pero también por filósofos como Ortega y Gasset. Es el mirar lo que define. Yo no soy yo, yo soy yo y mis circunstancias. Y esas circunstancias, que son culturales, educativas, históricas o personales, ofrecen la plataforma desde la que se mira la realidad.

El microscopio, el telescopio o el calidoscopio desde el que interpretamos lo que estamos viendo con nuestro criterio más adecuado. No son nuestros ojos los que definen lo que vemos, sino el color de los cristales de nuestras gafas.

El criterio es importante, y se establece sobre lo aprendido, que es lo conocido, y lo conocido es lo que se ha visto de la realidad, porque hay muchas cosas que nos pasan desapercibidas por que nuestro criterio no es suficiente para apreciarlas. Un paciente ve fiebre en la fiebre, un médico, sin embargo, anticipa su origen y prevé su resolución.

Criterio y percepción se retroalimentan, la percepción depende del criterio y el criterio de la percepción. Por esto la perspectiva de las cosas es individual, única, e intransferible y depende de la percepción posible y del criterio suficiente.

La realidad se construye socialmente desde una determinada perspectiva compartida, que a su vez es una solución dialéctica establecida desde los criterios (opiniones, juicios, definiciones) y percepciones, más o menos afortunadas, de los que realizan su evaluación en unas determinadas circunstancias.

Pero con la llegada a nuestra existencia de los elementos virtuales, fabricados sobre soportes cibernéticos, las cosas han cambiado. La realidad se ha ampliado.

La expansión de la realidad

Ocurrió lo mismo con la llegada de las emisoras de radio y televisión a mediados del siglo pasado, y primero había sucedido con el telégrafo y el teléfono. Todos ellos son medios de comunicación pasiva, activa o interactiva.

Añadimos un nuevo elemento al problema. La realidad de la que se informa y que se conforma, no es exactamente la realidad que se comunica. La realidad que se transmite no tiene por que coincidir con la realidad auténtica, es decir, lo que nos dicen sobre la realidad puede ser erróneo, porque depende del juicio o criterio de aquellos que nos informan, y no solamente puede ser erróneo por azar o equivocación, sino que puede ser erróneo a conciencia y voluntad, porque hay un interés particular en que nos creamos lo que nos cuentan.

Como cada día nos cuentan más cosas y nuestro acervo cultural se fundamenta mucho más en la información que nos hacen llegar que en la que percibimos directamente por nosotros mismos, con nuestra propia experiencia, debemos estar atentos para advertir que si no ponemos remedio a la cuestión, llegará el día en que sabremos sólo lo que algunos quieren que sepamos y poco más. Es decir, sabremos lo que interesa a algunos que sepamos y no sabremos lo que no interesa que sepamos. Esta es la tendencia actual.

Nuestros hijos ya no podría prescindir de internet en sus vidas, como nosotros no podríamos prescindir por mucho tiempo de los medios de comunicación anteriores a la red. Nos hemos educado con demasiados elementos ajenos y eso nos hace cada día más dependientes de lo externo, y posiblemente, menos seguros de nosotros mismos, y también más desconfiados.

Sin embargo, creo que hay un proceso de autenticidad en todo este juego de influencias, y es que la complejidad que nos define se está trasladando por primera vez, sin cortapisas, al mundo en que vivimos, y por eso nos parece cada día más complejo esto del arte de vivir.

La realidad virtual

A mi hijo de doce años, le acaban de hacer alcalde de un pueblo imaginario en un país imaginario pero que imita y simula los países reales, el está muy orgulloso de su proeza. Baudrillard, recientemente fallecido, nos habló de los simulacros con profusión. Nuestra vida cada día es más simulada, pero esto no quiere decir que sea menos real.

Por una parte veo bien que mi hijo sea alcalde imaginario, porque es una forma de retornar a la mitología y la leyenda que hemos perdido con tanta tecnología y precisión, pero por otra parte me preocupa que se espete contra las frustraciones de esa forma de vida irreal de forma precoz y esto pueda afectarle en su vida real. Lo mismo ocurre con otros videojuegos, en este mundo paralelo que se construye en las consolas y ordenadores.

Es cierto que ahora podemos ser caballeros en la Edad Media, o pilotos de aeronaves, o navegantes oceánicos sin salir de nuestra propia casa. Está bien, la virtualidad de los juegos nos permite experimentar cosas que de otra manera quedarían fuera de nuestro alcance, todo esto hace crecer nuestra experiencia, pero de forma limitada y encerrada, diferente del contacto físico con el mundo real.

Perdemos buena parte de las sensaciones que acontecen en un encuentro con la realidad, que en su conjunto conforman una plataforma privilegiada de captación de sensaciones, que construyen nuestra peculiar sensibilidad, de la que surgen las emociones, los sentimientos, el dolor, el placer, el frío y el calor, entre otras muchas cosas.

Tal vez estemos huyendo de ese mundo sensible y natural, porque no podemos controlarlo, porque conecta nuestras neuronas más primitivas con el miedo a la realidad no controlada, y como de esa relación se pueden producir problemas de interacción, eludimos por comodidad, el contacto directo con lo que puede ocasionarnos frustración o conflicto.

Sin embargo, de la mezcla con el mundo real surge buena parte del aprendizaje, y cuando se producen problemas, se aprende a afrontarlos y superarlos, lo que nos convierte en seres más independientes, asertivos y determinados, y nos hace sentirnos más seguros y tranquilos en la vida.

Pero también las experiencias virtuales nos hacen resolver miedos, frustraciones o complejos, que de otra forma, resultaría más complicado y costoso resolver en un escenario real. La simulación no sustituye a la realidad, solo nos ofrece un ensayo controlado, sobre la misma.

Solo hay una realidad

Desde mi criterio, considero que
ambas realidades son necesarias, la auténtica y la virtual, al contrario de lo que muchos piensan, la realidad sustancial no puede ni debe sustituirse con una realidad virtual, pero tampoco debe ocurrir lo contrario, que se integren, y es precisamente lo que está aconteciendo en nuestras vidas.

La realidad cotidiana más humana y natural, va perdiendo importancia e influencia sobre la formación de nuestro criterio en relación a la realidad virtual. El concepto que tenemos sobre nosotros mismos y el mundo en que vivimos, cada día depende más de algo ajeno y externo a nosotros, que proviene de la tecnología.

Ssupongo que llegara el día que su influencia se equilibre en nuestro beneficio, hay que ser optimista al respecto, pero no hay que bajar la guardia. Mientras tanto habrá que seguir observando con prudencia como se va construyendo socialmente –y tecnológicamente- la realidad, con espacios y tiempos dedicados a lo existente y lo inexistente.

Cuando era niño, la realidad virtual era muy primitiva y tenía poca importancia, en la definición del criterio; eso me permitía leer libros, ver películas, e imaginar. Hoy los niños siguen imaginando, pero con imágenes virtualizadas que otros diseñan y que son elegidas por criterios determinados, y en muchas ocasiones, interesados.

Estos avances culturales contribuirán a crear una fantasía homogénea y compartida. Los sueños serán más parecidos cada día. Las princesas se parecerán a una nieta de la Barbie y los príncipes a un biznieto de Robin Hood. Los malos se parecerán a Osama Ben Laden y los buenos a Gandhi. Todo con el fin de hacer homogéneos nuestros criterios.

Es el precio que pagamos por el progreso: la identificación indexada. Nos están preparando para la clasificación última, para catalogarnos con algo más complicado que una serie de cifras. Están dibujando nuestra silueta del futuro y una vez que se haya desarrollado el proceso será irreversible. Llegaremos a algo parecido a un mundo feliz, como el descrito por Aldoux Huxley. Estaremos clasificados exhaustivamente y por lo tanto, quedaremos determinados.

Si no hacemos algo y lo hacemos pronto, creo que la libertad dejará de asociarse a nuestra existencia, porque a alguien con suficiente poder, se le ocurrirá que si se conocen las cualidades positivas para ser algo determinado, no se deberá (por el criterio moral de turno) ser otra cosa, por razones de eficacia y ese principio de autoridad dogmática, definido como bien común. Esto me recuerda a la realidad esclava de otros tiempos, en la época de los egipcios, griegos o romanos. Cierto es que no nos legaron la esclavitud exclusivamente.

La construcción socializada de la realidad

La construcción social de la realidad, dejará paso a la construcción socializada de la realidad, pero lo socializado es algo de origen político, no social. Es algo determinado por alguien que detenta el poder, según un criterio ajustado a las necesidades del sistema clasificador, sea persona o grupo.

Seremos lo que algunos con poder suficiente para determina nuestro destino nos permitirán ser. Seremos solamente juguetes para su juego. Esto resulta muy peligroso y debemos estar atentos para rechazarlo e impedirlo.

Debemos establecer criterios, ahora que aún podemos, para defendernos de la determinación que se nos viene encima con la globalización. El mundo ya se ha dividido en dos categorías: mayoritariamente productores (los países menos avanzados) y mayoritariamente consumidores (los países más avanzados), este proceso que ha comenzado es irreversible, y estamos solo al comienzo.

El siguiente paso en la globalización es determinar quienes van a ser mayoritariamente más beneficiados (cada vez menos) y quienes mayoritariamente perjudicados (cada vez más). Esto conduce a diversas formas avanzadas de oligarquía, con oligopolios de consumo exclusivistas.

El mundo está entrando en una dicotomía imparable, que conduce a una realidad dual, jerárquica, impermeable, cerrada, y extraña. Estamos asistiendo a una revolución que bien podría denominarse feudalismo económico en un sistema de aparente democracia política. Esta es la auténtica realidad de nuestra cultura, sobre la que asienta la civilización occidental en la actualidad.

Decía Rapapport, un antropólogo muy interesante, que el ser humano crea la cultura en la que vive para tratar de dar significado a un mundo que no lo tiene. Estoy de acuerdo con él. Somos arañas que tejemos con la tecnología de la que disponemos, una cultura en forma de red virtual en la que estamos quedando atrapados.

La realidad que estamos construyendo será la realidad que acabará destruyéndonos. Y perdón por la redundancia, esta es la auténtica realidad. No en vano, siempre hemos sido seres efímeros con pretensiones, nihilistas, acomplejados, y susceptibles para el adoctrinamiento y la propaganda.

Las termitas o las abejas son seres más avanzados desde una perspectiva ecológica y global, construyen sus propios espacios, pero no destruyen el mundo con sus creaciones como nosotros. El mundo, a la larga, será de los insectos, nosotros somos demasiado soberbios como para permanecer en la cresta de la ola evolutiva.

Esa será la realidad que algún día verán nuestros descendientes, cuando la incoherencia y la incongruencia de nuestros actos, de nuestra construcción irracional e inhumana de la realidad, acabe con la especie.

Superar el hiperrealismo

Hoy estamos asistiendo a una nueva forma de canibalismo, una antropofagia existencial, ochocientosmil años después de que el Homo Antecessor poblara la sierra de Atapuerca. Nos estamos comiendo el futuro de generaciones venideras, con la exención ecológica y antropológica que nos concedemos.

Esa es la realidad que no cambia, la de nuestro enfrentamiento permanente, por que este mundo se ha construido siempre sobre los conflictos, reales o irreales, inventados o consecuentes, pero al fin y al cabo, evitables con un poco de cordura y algo menos de orgullo y prepotencia.

El peligro no se encuentra en el hiperrealismo que han denunciado Baudrillard, Eco o Boorstin, no, ese no es el problema. El auténtico conflicto se establece con el precio que debemos pagar para evolucionar, negar la realidad más auténtica, y aceptar la realidad más virtual que nos ofrecen, cada día un poco más.

La hiperrealidad es un envoltorio de la realidad, establecido desde el exterior (fetichismo de la mercancía que diría Marx) para transformar la realidad en un bien apto para el consumo y el negocio.

Es el precio que nos exige nuestra civilización occidental para seguir avanzando, que nos deshagamos de nuestra realidad propia y auténtica para poder comprar y consumir la que nos ofrecen. Es decir, para incrementar el negocio y la producción que convierte en ricos a los mismos de siempre.

Ante esta agresión inhumana, recomiendo clavar los dedos en la tierra, darse un baño en el mar, abrazar un árbol, recoger el aroma de una flor o contemplar las estrellas en una noche de luna llena, si es posible en compañía de otros. Sentir, es la mejor forma de vacunarse contra la locura de los usurpadores.

La globalización es la puerta del futuro, del camino de esperanza que conduce a un mundo mejor, en el que nuestros deseos puedan hacerse realidad; como decía Bachelard, reivindiquemos el derecho a soñar; no permitamos nos fabriquen sueños a la medida para luego vendérnoslos, aunque cada día sean más asequibles, son extraordinariamente perjudiciales para nuestra libertad.


Biante de Priena

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