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martes, 30 de octubre de 2007

Editorial: ¿Y si acaso el PP no fuera la solución?

A pesar de los continuos bandazos y contradicciones de sus protagonistas políticos, la panorámica española va presentando signos de mayor clarificación. El dantesco espectáculo de las infra-infraestructuras en Cataluña, se nos revela como una metáfora fiel y completa de la actualidad “democrática” en nuestro país, y nos anticipa una visión de nuestro futuro inmediato.

Las recientes apariciones de opciones políticas alternativas, como el grupo de V.Q., como el nuevo partido UPyD, vienen a suponer intentos políticos de arreglar el escenario de estancamiento político, en el que los partidos tradicionales se han mostrado impotentes e inútiles a la hora de aportar soluciones, y bien al contrario, aparecen como los principales responsables de nuestro socavón democrático.

Pero a pesar de tanta confusión y desatino, las verdaderas razones de este estado de cosas se están clarificando para nuestra fortuna, dado que el primer paso para resolver un problema es su correcto enunciado, y el segundo una reflexión suficiente, antes de proponer una solución.

No resulta casual a lo largo del tradicional espectro político español hayan ido apareciendo iniciativas que tratan de poner coto a tanto desafuero. El curso de los acontecimientos señala además con foco, la frágil consistencia del principal partido de la oposición, siempre envuelto en conflictos, que van desde la inconsistencia de sus posiciones cambiantes en temas importantes, hasta notables diferencias en sus declaraciones públicas, según lugares y momentos.

El PP se ha hecho demasiado pragmático, para ofrecer alternativas propias, y peina la realidad con guante de seda. Esto está ocasionando un alejamiento de la gente que le ha apoyado habitualmente, en la consideración de ver en este partido una auténtica solución a nuestros problemas, bien gane o pierda las elecciones. Y conduce a la presencia de nuevas opciones políticas que son bienvenidas, así como a una llamada a los ciudadanos españoles para que asuman la iniciativa de resolver los problemas sociales y políticos que atenazan su existencia.

Ante tantos acontecimientos que socavan nuestras instituciones, los ciudadanos estamos obligados a tomar conciencia de que nadie va a defender nuestros intereses, frente a la creciente de libertades y el permanente intento de someter a la población de este país a la esclavitud de criterios.

Tendremos que organizarnos mucho más y mucho mejor, si realmente queremos seguir viviendo como seres libres en democracia. La última trinchera está soportada en un trípode fundamental: España, Nación, Constitución. Enfrente se encuentran los traidores a estos conceptos ineludibles para no retroceder políticamente. Es necesario que vayamos aprendiendo a distinguir el frente, en el que se seguirán estableciendo las hostilidades de los agresores.

Ciudadanos en la Red, forma y formará parte de la resistencia activa y animará cualquier iniciativa que persiga objetivos convergentes, sea colectiva o individual.

Hoy en España nos jugamos mucho, el modelo de civilización política que nos hemos concedido y no debemos abandonar los logros alcanzados, no es hora de retroceder en nuestro estatus democrático porque unos privilegiados que nosotros mismos hemos consentido, se hayan planteado seguir viviendo a nuestra costa, y además pretendan hacerlo con nuestra colaboración y asentimiento, presentándose como las únicas alternativas posibles.


Ciudadanos en la Red

11 M: siga la sentencia del Juicio en la COPE


La cadena Cope hará un seguimiento especial a la sentencia del Juicio por el 11M:

-Miércoles 31 de octubre a las 11h, con lectura de los fragmentos más importantes de la sentencia.

-Jueves 1º de noviembre de 10h a 12h, con análisis y comentarios.

RaJoy se raja mientras EspaÑa se rompe


Algo se cocía días atrás, cuando un Rajoy más antipático y retraído que nunca, en la Cope y a pesar de la insistencia de FJL, le negó el apoyo y la solidaridad a "la cadena de los obispos", como dicen los socialistas y Gallardón, y se limitó, rayando en la descortesía y superando con creces el umbral de la cobardía, a defender genéricamente la libertad de expresión.

La pregunta es: ¿para qué necesita el Sr. Rajoy la libertad de expresión si no la usa?

El espectáculo que está dando el PP en estos días es bastante más desolador que el de los socavones de Bellvitge. Ante el desastre gestor de un gobierno incapaz de administrar unas obras y acosado hasta por sus aliados, Rajoy ofrece paz y consenso; ante los insultos y amenazas de Pepiño, matoncito de barrio del Psoe, Rajoy confirma que la verdad sobre el 11-M nunca le interesó; ante las agresiones guerracivilistas de los aspirantes a asesinos en la manifestación de la plaza San Jaime de Barcelona, Rajoy renuncia a su anteprograma de reforma constitucional; ante la necesidad de darle ánimo a millones de españoles hondamente preocupados por el Socavón Nacional, Rajoy margina más que nunca a Mayor Oreja y a Vidal-Quadras, y permite que el señorito Costa no sólo marque su campaña de centro-izquierda, sino que también le corrija cuando se aleja de la nueva línea Prisa.

Entre los pocos políticos del PP que anteponen el futuro de España a sus miedos y/o ambiciones, sólo Esperanza sigue hablando, porque a ella no la pueden callar, pero es evidente que Rajoy, en ese mar de dudas que le sumerge, está a punto de entregar las armas antes de dar la batalla electoral más importante desde 1977.

Mientras tanto, millones de ciudadanos observan con inquietud y desasosiego la marcha hacia el abismo sin que nadie tome las riendas de la resistencia. Pueden seguir esperando y lamentarse como Casandra, anunciando la derrota final. O pueden intentar hacer algo para que por ellos no quede: por ejemplo, salir de su particular y cómodo armario, expresarse, reaccionar, defenderse y luchar.

Dante Pombo de Alvear

Adoctrinamiento Infantil en Dibujitos

Cataluña vuelve otra vez a enseñarles a los niños inmigrantes que viven en una "gran nación". En esta ocasión mediante el regalo masivo de un DVD de Las 3 Mellizas que bajo el nombre Cataluña, Tierra de Todos explica en clave infantil y con un argumento de ficción (y nunca mejor dicho), cómo la sociedad catalana ha sido, es y será una tierra de acogida de familias recién llegadas: adoctrinamiento separatista del que son objeto los niños, últimamente centrado con especial virulencia en los niños inmigrantes, ya que ellos no sienten apego hacia España y es mucho más barato convertirlos en integristas de la casa nostra.
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¿Cuándo alguien nos ayudará?

Rumors-01

Exaltación de la intolerancia

Si un solo día nos acostáramos los españoles satisfechos de lo que han hecho los políticos que algunos han votado, seguramente esa noche sería el comienzo de una nueva etapa de nuestra historia, pero no va a ocurrir; España, políticamente va con retraso sobre la edad cronológica, no se desarrolla de forma adecuada porque los políticos de los que disponemos son en su más íntimas fantasías, imprescindibles, insustituibles, "nuestros salvadores".


En cierta ocasión, un amigo que más tarde se ha dedicado a la política, tras un instante de cabreo, por que los dirigentes de su partido estaban dilapidando todo lo que había hecho a lo largo de una legislatura, simplemente para que no descollara demasiado, me dijo mientras nos tomábamos una caña: “he pensado en dimitir, en irme y mandarlos al carajo, pero no lo voy a hacer”, y tras un breve instante de silencio me atreví a preguntarle: “¿y por qué no vas a dimitir, si es lo que quieres?”, entonces su respuesta todavía me dejó más asombrado: “parece mentira que tú me hagas esa pregunta, ¿te has fijado quién es el que va tras de mi en la lista?".

Esos son los políticos que tenemos en este país, el enfrentamiento que se ve entre el PP y el PSOE no es un epifenómeno de la crispación extemporánea, ni mucho menos; sino la estructura básica de funcionamiento, la crispación que hay entre los grandes partidos no difiere de la que viven en su propio seno. La cohesión interna de los partidos políticos españoles se fundamenta en la tensión dialéctica permanente, que conduce al conflicto como ambiente habitual. No se sienten buenos por lo que hacen, sino por lo que deshacen del adversario.

Atrapados por la histeria

Se podría hacer un análisis de esta condición de rivalidad de partes entre sí, de partes contra el todo y en el todo en sí mismo. El problema no difiere de lo ocurrido en 1812 cuando se promulga la primera Constitución española, por poner una fecha de comienzo, porque el origen del conflicto es mucho más remoto y posiblemente provenga de la situación geohistórica de la península que ha permitido el cruce de pueblos y configuraciones mentales diferentes desde los mismos orígenes. Algún historiador romano se fascinaba con la pluralidad existente en los pueblos que habitaban esta tierra. Y todos los hispanistas que han tratado de retratar a nuestra población han dicho prácticamente lo mismo, “que raros son los españoles”, para añadir a continuación lo de fascinantes, apasionados, o folclóricos.

La diversidad es una de nuestras características definitorias, que algunos intérpretes interesados han considerado desde su feudalismo postmoderno como diferencias insoslayables que confirman sus presupuestos emancipadores. En su terquedad confunden la diversidad de pareceres colectiva con la ausencia de identidad propia, cuando precisamente es todo lo contrario, la fuerte identidad propia es la que conduce a la discrepancia y la desavenencia, más allá de las distintas fragmentaciones que se haya hecho de nuestra tierra por motivos diversos, unas veces con fundamento y otras sin él. Ser lo mismo, no significa ser iguales, idénticos, clónicos.

Respeto al interlocutor que no coincide con nosotros, es lo que nos falta a los españoles, nos sobra ese ánimo de maestro de escuela que pretende convencer a sus pupilos del error y la ignorancia en la que viven, frente a su omnicomprensiva sabiduría que les liberará de la estupidez. En España el relativismo no puede existir, todo lo más, un equilibrio tenso de diferentes absolutismos. El consenso, aquel invento de Adolfo Suárez, era precisamente ponerle puertas al campo, de ahí su reconocido éxito civilizatorio.

No desconozco que toda generalización es absurda y que los estereotipos antropológicos fundamentados en compartir lugar de residencia son absolutamente refutables, pero si hay algo más allá de la mitología y la propaganda que permite que los españoles podamos ser clasificados como un pueblo, precisamente es la discrepancia. Puede usted preguntar a cualquier europeo lo que opina sobre un tema como el cambio climático, y se encontrará respuestas que variarán entre los que lo consideran la última plaga, hasta los que no le dan importancia, incluso puede haber alguno que pregunte que es eso del cambio ¿qué?.

Pero tome usted a diez o veinte españoles, hágales esa misma pregunta y descubrirá la de cosas que se pueden apreciar mirando lo mismo, aquí la sentencia, condena y ejecución se hace al mismo tiempo; además dejando bien claro quien es el culpable, donde vive, como se llama, cuantos hijos tiene, y a que dedica el tiempo libre. Eso sin tener más idea sobre el tema que lo que se ha leido en los periódicos, que se toma como la verdad suprema, por que necesidad de creer en lo que nos cuentan, no nos falta.

Pequeños inquisidores somos los españoles, ejerciendo control social sobre lo que ocurre, aquí nada de “laissez faire”, ni otras zarandajas. Cada hecho se juzga con sumo detalle, aunque sea sin información, y se defiende la posición devenida contra viento y marea, con tal de que los interlocutores, aunque tengan razón, no se salgan con la suya.

Compara y derriba

Quien no comprenda que los españoles nos medimos a nosotros mismos mirando lo que hacen los demás, no entenderá jamás este país. Somos devaluadores del prójimo por naturaleza, al que acabamos ensalzando por impulso y no por reflexión, si es que acaso acierta en su cometido. Por eso España no gana un mundial de futbol, y sin embargo los equipos españoles han triunfado en competiciones internacionales, porque no llegamos a medirnos con el rival, sino con el aliado, que no es como nosotros, que en este caso suele ser extranjero y juega fenomenal, por eso está aquí. Pero en vez de pagar grandes fortunas por que vengan investigadores de los que podamos aprender, y que ayuden a cambiar la realidad de este país, aquí se fichan futbolistas. Así nos luce el pelo.

Zapatero tiene razón en una cosa, a su pesar, necesitamos que este país se llene de emigrantes, porque al compararnos con ellos, por orgullo, envidia o soberbia, haremos las cosas mucho mejor para competir contra los foráneos, diciendo aquello de que se habrán creído éstos, que lo pueden hacer mejor que nosotros, se van a enterar.

Somos un pueblo reactivo, la furia española proviene de la improvisación, no se hacen las cosas, y cuando todo se da por perdido, se promueve un esfuerzo sobrehumano y se cambia el destino previsible, así llevamos siglos. España se ha hecho a borbotones, de forma disruptiva e inimaginable previamente. No hay planificación en cuestiones colectivas ni individuales.

Pero una de las pruebas más interesantes de lo que digo, es la forma de actuar de nuestros políticos, se miden tanto, que si Zapatero dice una tontería, Rajoy no puede ser menos y le responde con otra, y viceversa, para que se vea que están en igualdad de condiciones. No hay igualdad en España en nada, y lo sabemos, incluso podemos llegar a reconocerlo con la boca pequeña, y la desigualdad existente entre los españoles, acrecentada desde el sobrealzamiento de los nacionalistas, es la causa de la mayor parte de nuestros problemas.

Por eso tenemos a un PSOE diciendo que busca la igualdad, y a un PP que busca la libertad, y en vez de pensar un instante en que en un país avanzado, la octava o novena economía mundial, con una democracia consolidada formalmente (otra cosa serían los contenidos), no se puede prescindir ni de la igualdad, ni de la libertad, que tanto monta, monta tanto, elegir una alternativa, como poder hacerlo todos por igual, se dedican a negarse recíprocamente.

Pero lo dramático, absolutamente patético, es ver a un PSOE ir contra la libertad por defender la igualdad, y a un PP ir contra la igualdad por defender la libertad. Es entonces cuando a uno le dan ganas de abjurar de la nacionalidad, para afiliarse a cualquier otro lugar donde los políticos no sean tan nefastos, por ejemplo Francia, que tiene como lema lo de la “liberté, fraternité, egalité”.

Aquí la fraternidad brilla por su ausencia, es más, todavía no hemos llegado a ella, ni creo que lo consigamos en varias legislaturas. Más que hermanos parecemos primos. Es tan estúpido lo que ocurre, que parece que el PSOE y el PP no fueran los representantes políticos de un mismo país, en el que hay más intereses comunes que diferentes. Claro entre los ciudadanos, por que evidentemente los que viven de la crispación, deben serguir enfrentados, para cultivar el malestar de todos y sus privilegios, al mismo tiempo.

Nuestros políticos deberían leer el "Tratado sobre la Tolerancia" de Voltaire en el que se dice: "Todas las cofradías merecen respeto: son edificantes; pero por muy grande que sea el bien que hagan al Estado, ¿iguala a ese mal que han causado?". Y después pasar un examen, antes de prometer el cargo. Sr. Rajoy, Sr. Zapatero, yo tengo varias preguntas para ustedes.


Biante de Priena

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