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lunes, 12 de noviembre de 2007

Más Memoria Histórica-05

1934-Revolución de Asturias. Busqueda de cadáveres entre las ruinas del Instituto de Enseñanza Media de Oviedo dinamitado por los revolucionarios. Mantuvieron dentro a los prisioneros que albergaba. Foto Ampliada

La transversalidad política a debate (I)

Un nuevo concepto emerge en la política, que anteriormente había surgido en otros ámbitos de la ciencia, la filosofía, o sus respectivas aplicaciones: la transversalidad.

Los precursores filosóficos del concepto, provienen de los diversos planteamientos ideológicos que han brotado a lo largo del relativismo imperante en las últimas décadas del siglo XX. La deconstrucción de Derrida, el pensamiento complejo de Morín, las sociología líquida de Bauman, el clientelismo de Giddens, el social-liberalismo de Bobbio, el pluralismo híbrido de Pániker, el regeneracionismo democrático de Sartori, o el culturalismo de Clifford Geertz.

Desde la ciencia, las posiciones transversales han resultado las más ecuánimes y afortunadas en los últimos tiempos. La transversalidad ha sido un instrumento que ha permitido ampliar la metodología científica, desarrollando alternativas que permiten concitar teorías hasta entonces enfrentadas.

Pero quizás el elemento fundamental que fertiliza el propósito, provenga de la necesidad de superación de los conflictos irredentos, en todos los ámbitos del conocimiento. Evidentemente, la transversalidad es una opción que busca el diálogo entre opciones enfrentadas o divergentes, aunque no esté aún muy claro si este dialéctica se pueda reducir a consenso.

Por circunstancias históricas que exceden el presente debate, los seres humanos hemos organizado nuestras vidas en función de una cultura establecida sobre el maniqueísmo, en esta cuestión las religiones más extendidas han tenido gran influencia, pero también los sistemas políticos organizados sobre elementos de valor.

La caída del muro de Berlín permitió ver la realidad con ojos de futuro. El capitalismo ha demostrado su triunfo económico sobre el socialismo, pero resultando que las formas de redistribución de la riqueza establecidas por el libre mercado no son ni las más justas, ni las más necesarias, ni siquiera las deseables.

El socialismo necesita aceptar que sin el libre mercado es imposible redistribuir otra cosa que no sea la pobreza. Las razones de la incapacidad de creación de riqueza por parte de los Estados socializados, posiblemente se deban más a las características de los actores, que a las propias dificultades de los sistemas, pero esto también forma parte de otro debate.

Lo que resulta evidente es que los sistemas en conflicto resultan positivos desde una perspectiva económica, porque la competitividad sigue siendo más poderosa que la cooperación en la creación de riqueza, pero al mismo tiempo resultan inadecuados desde una perspectiva política para organizar las sociedades que han alcanzado los mínimos necesarios del estado de bienestar keynesiano.

Se puede decir sin temor a equivocarse que lo bueno para el mercado, no es bueno para el Estado y viceversa, y de ese conflicto maniqueo entre alternativas conservadoras y progresistas, en los ejes económico y político, surge una nueva alternativa ideológica que busca apoyo social: la transversalidad.

Los ciudadanos quieren vivir bien, cada día mejor, y alcanzar el grado óptimo en la recepción de recursos siguiendo la ley del mínimo esfuerzo. Queremos vivir bien, trabajando lo menos posible, lo que hace que las economías occidentales se resientan cada día más, porque la disminución de la productividad con el incremento del consumo provoca inflación, desempleo, y reducción del nivel de vida.

En un mundo globalizado, a los sistemas políticos solo les queda encontrarse en la mezcla, de lo bueno con lo bueno, erradicando lo malo. Parece simple, pero no lo es. Hay muchos intereses en mantener lo existente, porque los políticos se han burocratizado en el más de lo mismo, y son incapaces de crear absolutamente nada, fosilizando las posibilidades de evolución social.

Los partidos políticos convencionales están acabados, tanto los de la derecha, como los de la izquierda. De hecho, lo que está ocurriendo es que los principales partidos políticos de la izquierda europea, representados por Blair, Zapatero, Prodi, y Royal, se están desplazando hacia la transversalidad. Y los de la derecha, representados por Sarkozy o Merkel, han hecho lo mismo. Saben que no tienen otra alternativa.

La transversalidad supone la última superación de las posiciones dogmáticas, es la consecuencia lógica de las pretensiones de la síntesis que buscaron los partidos centristas, pero en un nuevo nivel de abstracción que supera la síntesis, aceptando el agregado de propuestas como una alternativa más enriquecedora, haciendo criba al mismo tiempo de las propuestas menos favorecedoras del progreso económico, social y político.

Los inmovilistas del PP, PSOE, y los diversos nacionalismos, tratan de reducir el impacto de la transversalidad sobre sus posiciones agotadas políticamente, incapaces de ofrecer otra respuesta que la bronca permanente entre todos ellos, que conduce a la parálisis social, a retrasar el progreso, y a reducirlo a su mínima expresión.

Por último, el debate electoral en España no puede, ni debe establecerse sobre la necesidad y la urgencia de que la transversalidad entre en la política española como lo ha hecho en otros países del entorno político, social y económico, sino sobre si los partidos convencionales serán capaces de ofrecer lo que necesitamos los ciudadanos de este país.

La transversalidad busca el equilibrio armónico entre las distintas alternativas políticas, que no es otra cosa que el desarrollo de la justicia social aprovechando los recursos del mercado. Igualdad-y-Libertad en un sistema justo, equitativo, y ecuánime. Esa es la mejor definición de progreso, fundamentada en las ideas de Proudhon.

La transversalidad es el mejor camino para alcanzar el futuro en las democracias occidentales, el camino que debemos recorrer los españoles para que dejemos atrás la transición democrática de una vez, precisamente por donde lo están haciendo los demás países occidentales; mientras que el PP, el PSOE y los nacionalistas, siguen discutiendo si la memoria histórica debe ser incluyente o excluyente. Está claro quien mira al futuro, y quien vive en el pasado.


Enrique Suárez Retuerta

Editorial: "Cantos de Sirera"

Las palabras de Daniel Sirera "Sería un desastre que ahora nos quedáramos sin Estatut" este fin de semana, adecuadamente glosadas y evaluadas por José García Dominguez, son un mensaje a las fuerzas nacionalistas en aras de preparar el acuerdo postelectoral.

Esta obviedad adquiere su real dimensión si tenemos en cuenta dos hechos:

  • Uno: que los dirigentes nacionalistas ya han expresado su negativa a ese pacto y que, por mucho que les gustara vender sus votos, la radicalización a la que han llevado a sus bases (desde la escuela, recordémoslo) les pone entre la espada y la pared. El precio para justificarse ha de ser de tal cuantía que su pago entraría de lleno en la alta traición.
  • Dos: que las bases del PP, sus votantes, están en su mayoría hartos de nacionalistas, de chantajes y de usura. El votante potencial del PP espera firmeza, claridad y sentirse defendido y arropado. La propia sugerencia es una patada en el bajo vientre de los posibles votantes del PP, especialmente (aunque no sólo ni mucho menos) en Cataluña.

¿Por qué Sirera lanza ese mensaje?

  • Porque considera que esos votantes a los que insulta y traiciona le seguirán votando porque no hay nada más. Les/nos desprecia . Y nos muestra crudamente el verdadero sentido de la recogida de firmas contra el estatuto que hoy defiende.
  • Porque cree, en la estupidez endogámica en la que habita, que arrastrarse miserablemente es “tener sentido de estado”. Que puede traicionar los principios que dice representar porque ÉL sabe lo que nos conviene.
  • Lo que nadie piensa es que lo haga porque eso es lo que cree.

Este es el terreno en el que se mueve la política española y se decide el futuro de nuestros hijos: entre una clase política carente del más mínimo escrúpulo moral y unos ciudadanos atrapados (con gusto a veces) en una maquinaria que los necesita como proveedores de la sangre de la que se alimenta.

Lo que no sabe Daniel es que Jack Crow está en camino.


Ciudadanos en la Red

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Victor Manuel compone y canta una canción para homenajear a Franco con motivo de la conmemoración de los 25 años de su toma del poder.

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