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lunes, 31 de marzo de 2008

Rosa Díez, la voz de los ciudadanos


Faro del Fin del Mundo - Ushuaia (Argentina)


Querida Diputada:

Cuando mañana ocupes tu escaño en el Parlamento Español, espero que lo hagas como ciudadana antes que como política, espero y deseo que lo hagas, Rosa, porque somos muchos los que hemos votado por tu partido para que defiendas los intereses de los ciudadanos contra los intereses de los políticos.

Te acompañarán en el hemiciclo 349 políticos, que defenderán los intereses de sus partidos por encima de los de sus electores, pero tú debes romper por primera vez esta "ley no escrita", tras nueve legislaturas que llevamos desde la recuperación de la democracia en España. El escaño de UPyD debe y ha de ser la voz real de los ciudadanos de este país, contra los intereses de los políticos de cualquier ideología, que al final han convertido exclusivamente en envoltorios de sus propios intereses.


UPyD es un partido transversal, así se ha definido, por lo tanto la ideología no debe ser un impedimento para defender la justicia y la ley, hasta recuperar la separación de poderes que propuso Montesquieu, porque no se puede admitir que los tribunales entren en connivencia con los intereses políticos, y realmente no hay decisión jurídica sobre política en este país que sea realmente independiente.

Rosa, con un escaño no se puede representar el poder, pero sí se puede y se debe representar el dominio, en este caso el dominio es la unidad nacional de España como referente compartido por todos los españoles, del que derivan las misma condiciones de igualdad, libertad y justicia, determinadas claramente en la Constitución vigente.

El dominio español supone que todos los españoles, por nacimiento o adscripción, disfruten de los mismos derechos y oportunidades, por encima de territorios, clases, y oportunismos. El dominio español garantiza la igualdad de los ciudadanos, porque no hay libertad con opresión sectaria, ni igualdad con privilegios establecidos fuera de nuestra Constitución.

La regeneración democrática consiste precisamente en que todos los españoles tengamos los mismos derechos y oportunidades, que nos permitan acceder en condiciones de igualdad a los servicios que el Estado debe proporcionar, pero también los mismo deberes y obligaciones.

La cesión permanente de igualdad que se ha concedido a los nacionalismos, debe comenzar su retroceso, porque no se puede admitir que alguien por nacer en un territorio gobernado por nacionalistas tenga más privilegios o menos obligaciones que alguien nacido en un territorio gobernado por partidos nacionales. Eso debe concluir, y tu debes hacer lo posible por denunciar las condiciones de opresión, privilegio e injusticia que se están produciendo en nuestro país en estos momentos. No se puede seguir admitiendo que los niños de Euskadi, Cataluña o Galicia sean privados del aprendizaje de nuestro idioma español, porque a los que gobiernan las autonomías en su territorio les convenga que sea así para hacer votantes del futuro contra España, y todo lo que tenga que ver con lo español.

Pero también, querida Rosa, debes convertirte en el azote de la corrupción política que vivimos en España, tanto a nivel municipal, autonómico, como nacional. El clima ético de la política en España, está absolutamente degenerado y putrefacto. Y va desde la interferencia del Estado en los proceso del mercado, como ocurrió en Endesa, para beneficiar a los socios políticos; como la corrupción urbanística que hay en numerosos municipios de nuestro país; hasta las concesiones autonómicas de grandes negocios a los afines, que se hacen en todas las comunidades autonómicas.

Los ciudadanos de este país necesitamos que tu voz denuncie la corrupción política allí donde se produzca para volver a creer en la democracia más allá de la demagogia a la que nos han acostumbrado los políticos.

El 24 de octubre de 2007, con motivo del nacimiento de UPyD escribí un artículo titulado: "Cludadana Rosa Díez", entonces parecía imposible alcanzar el objetivo de la presencia parlamentaria de UPyD; cuatro días antes de que lo consiguiéramos, te dediqué otro artículo titulado: "Rosa Díez, un bien común". Entre uno y otro, en Ciudadanos en la Red apoyamos a UPyD y la criticamos si no nos gustaba lo que se hacía o lo que ocurría, como seguimos haciendo con la situación de UPyD en Cataluña.

Es necesario, Rosa, que en nuestro país se recobren algunas cosas que se han perdido: la autoridad de la razón, el respeto a los demás, el rigor en la representación pública, la convivencia democrática, el juntos podemos. Y creo que tu papel puede ser fundamental en el logro de estos objetivos de cohesión y esperanza, aunque por defender estos principios hoy te pueden llamar facha y se quedan tan tranquilos, los progres de salón.

Por último, Rosa, nunca te sientas sola entre tantos representantes partidarios, porque tienes detrás a muchos ciudadanos respaldando tus palabras y tus hechos. Tienes detrás a los ciudadanos que ante la locura de crispación que hemos vivido en la pasada legislatura, hemos sabido decidir por nosotros mismos contra viento y marea, contra la campaña mediática, financiera, y política que se ha hecho contra UPyD, contra los mensajes orwellianos del PSOE, del PP y de los nacionalismos.

Tienes detrás de ti a muchos ciudadanos con criterio propio, exigentes y valiosos, que saben distinguir entre lo que realmente les puede representar y el más de lo mismo. Mucha suerte en tu tarea, porque de tu acierto político dependerá en la fortuna de muchos españoles, muchísimos más de los que te hemos votado.



Enrique Suárez Retuerta

domingo, 30 de marzo de 2008

Mario Conde en la Noria


El largo viaje de Ciutadans hacia UPyD

Quizá sea el momento de recordar, una vez más, todo lo ocurrido; una vez más, una vez menos. Pero antes les hablaré del silencio, es necesario hacerlo. ¿Han leído ustedes a Kafka?, si no lo han hecho, deberían hacerlo.

Comprendí el auténtico significado del silencio cuando descubrí al escritor checo hace muchos años, inicié su rastro por “El Proceso”, luego vinieron “La condena”, “La metamorfosis”, “América”, “El Castillo” y algunas cartas a Milena y a su padre. Alguien a quien admiro, y que ya no está entre nosotros, me habló de Franz Kafka, cuando aún no había terminado de leer a Julio Verne y a Emilio Salgari. El otro día, mi hija que tiene diecinueve años, y lee mucho menos de lo que yo leía a su edad, pero habla mucho más por el móvil y el msn, estaba hojeando la metamorfosis, no dije nada, me callé y pasé de largo.

A ese silencio me refiero, queridos lectores, callarse con intención, no expresar lo que se siente o lo que se teme, no decir lo que se piensa o se sabe; más allá de la opinión, más acá del juicio, en ese escenario preparatorio de las reflexiones importantes. No dije nada, porque me importaba mucho más lo que podría decirme ella, y no quería interferir en su entrada en el mundo imaginario y real, en su pérdida de la virginidad intelectual, porque Franz Kafka escribe para llevarnos a la madurez, para despertar del sueño de la ingenuidad, y lo hace más contra nuestra capacidad de creer que contra lo que creemos, describiendo lo que puede ocurrir y al final, ocurre.

Alguien dijo que cuando se hacen prolongados preámbulos, es porque no se quiere decir algo o porque se quiere decir mucho, y tal vez sea por lo que he alargado la introducción kafkiana, porque realmente de lo que quiero escribir es de Ciutadans y UPyD, una vez más.

El holandés errante*

Quien por primera vez acuda a este blog pensará que los que aquí escribimos somos auténticos radicales, que luchamos desaforadamente contra el nacionalismo, especialmente el catalán, y que somos extremistas en nuestros deseos de regeneración democrática para este país que nos acoge y que se sigue llamando España, y posiblemente no se equivocará, pero también he de decirle que no éramos así.

Hace año y medio, los que aquí nos encontramos decidimos participar en un nuevo proyecto político que surgía en Cataluña, a la sombra de algunos intelectuales y de nuestro maestro, Albert Boadella. Ni siquiera nos conocíamos. Quien tenga interés en saber los motivos que nos han traído hasta lo que actualmente somos puede consultar la historia del blog, en el epígrafe Ciutadans, y ahí verá la otra parte de la historia que no se contará nunca en la página oficial del partido.

Este blog, que hoy cumple precisamente 500 días y noches, surgió cuando vimos que nada había que hacer con el barco pilotado por “El Holandés Errante”, aún perseveramos durante meses, hasta que decidimos irnos del partido tras el Congreso que se celebró en Hospitalet, en el que los delegados asistentes, tras votar contra la gestión del presidente Albert Rivera, del comité ejecutivo y, del consejo general, decidieron cambiar el ideario del partido – que había sido uno de los mayores elementos de conjunción – por un engendro elaborado por el profesor De Carreras, y ratificar al artífice del estropicio, Albert Rivera, como presidente.

Luego surgió UPyD, el partido de Rosa Díez, y algunos nos ilusionamos con su proyecto, parecido, pero en esta ocasión de ámbito nacional y con una defensa radical de la igualdad y la libertad para todos los españoles, la unidad de España y la preeminencia de la Constitución, y a pesar de las boutades de algunos de los fundadores, decidimos echar una mano, no todos, porque algunos nos advirtieron de que UPyD era más de lo mismo, y en el blog ha quedado archivada su posición.

El problema de UPyD sigue siendo Cataluña, no podía ser de otra forma, porque realmente resulta sospechoso que en los lugares donde el nacionalismo arrasa los principios constitucionales la campaña haya sido de mínima intensidad, lo que se puede observar en los resultados, y en las acciones heroicas de algunos luchadores individuales. Precisamente en estos lugares el PSX (PSOE más nacionalista, menos español) ha obtenido sus mejores resultados.

La inefable hibridación entre Ciutadans y UPyD

La dirección nacional de UPyD sabe perfectamente lo que ha ocurrido en Cataluña, no solo en lo que se refiere a los desastrosos resultados electorales obtenidos, sino a las tentativas de asedio y asalto de Ciutadans a UPyD-Cataluña. La dirección nacional de UPyD sabe lo que ha ocurrido y está tardando demasiado en tomar decisiones, esperando a Godot, posiblemente.

Las declaraciones que ha hecho al diario El País hace apenas un mes, el coordinador de UPyD Cataluña, son un ejemplo del sí pero no o del no pero sí, de la ambivalencia en que se está moviendo UPyD en Cataluña en relación al partido “similar” que es Ciutadans.

Una vez más habrá que decirlo, si UPyD Cataluña se funde con Ciutadans en un híbrido político, en ese mismo instante toda España se va a enterar de lo que se puede esperar de UPyD; y no lo digo como advertencia, sino como deducción consecuente, porque si lo hacen sabiendo todo lo que ha ocurrido en Ciutadans, es que este partido no tiene intención alguna de cambiar las cosas, sino de alcanzar el poder para llevar adelante las intenciones de sus dirigentes.

No se puede pactar con un partido que no ha respetado a sus militantes, en el que se ha manipulado en numerosas ocasiones la democracia a interés de los dirigentes, se han vulnerado los estatutos, se han cometido irregularidades políticas en la máxima amplitud del espectro político, y todo con la única intención de rentabilizar las posiciones personales de los dirigentes, mantener un partido “no nacionalista” en Cataluña, y seguir mareando la perdiz.

Rosa Díez y Gorriarán lo saben, no habrá desconocimiento en su decisión, en este caso no habrá casualidad, sino causalidad, y lamentablemente no hay excepciones que refuten la regla. Si pactan con Ciutadans, UPyD habrá comenzado el largo camino hacia su final; será el justo precio que pagarán por embarcarse en la nave de las velas negras, con su cautiva tripulación "no nacionalista": habrán comenzado un maravilloso viaje por la eternidad de la inexistencia política.


Erasmo de Salinas

sábado, 29 de marzo de 2008

La nación nos hace ciudadanos libres e iguales


Nietzsche, siempre atormentado, fue el último liberador del pensamiento, porque acabó con Dios y con Kant al mismo tiempo, concluyendo con cualquier principio de autoridad y abriendo las puertas de la postmodernidad en la que nos encontramos.

Desde que las creencias han regresado a la mitología, nuestra civilización no ha dejado de crear porque ya no sabe creer. De Hegel a Marx, y tiro por que me toca. El Estado deviene en arte de lo posible, y el Mercado en arte de lo probable. El Mercado decide el Estado, no hay otra alternativa.

Lo advirtió Francis Fukuyama hace unos años (“El fin de la historia y el último hombre”, 1992) cuando enterró la historia, también determinó el final de las ideologías. Desde entonces los pensadores viven de rentabilizar el deceso del pensamiento político, tal que buitres despedazan lo que nos ha fundamentado para dejarnos al albur de las inclemencias circunstanciales.

Mientras algunos seguimos empeñados en que Platón y Aristóteles no pasen al mundo de los mitos, otros se afanan en lo contrario, en su interés de rentabilizar su propia existencia. Son los que nos dicen que debemos renunciar a cualquier ideología para seguir adelante, hay que desprenderse de todo lo anterior para atravesar las puertas de lo desconocido, el futuro nos espera.

Los profetas de la postmodernidad nos anuncian nuevos tiempos, y predican la autodesposesión de lo que somos, la desidentificación con lo que hacemos, renunciando al origen y al fin se eliminan las causas y las consecuencias, el tiempo se detiene, y el ser deviene en estar. Todo es relativo, todos es perspectiva, todo es provisional, nos dicen los “estancialistas”, lo que menos pesa puede ser arrastrado por el viento del futuro, rompamos los anclajes, dejemos de ser para estar, frágiles y livianos.

La ideología nos atrapa en una cárcel estructural, pero lo fijo, lo que permanece nos detiene y no nos permite adquirir el dinamismo que nos pueda propulsar al futuro desde este vacío ruinoso del conocimiento en el que nos encontramos.

Vivimos en el reino de la particularidad (¿no queríais libertad?), es el imperio de lo patafísico, imprescindible para concluir la revolución de las masas, que anunció aquel español del que no recuerdo el nombre. Nada se puede generalizar, sustituyamos la deducción por la inducción, lo que conocemos por lo que desconocemos, lo que somos por lo que no somos. ¿No es preferible la "second life" a la propia vida tediosa y mecánica?

En un mundo del cambio ininterrumpido, los pensadores, los intelectuales, los “grandes hombres” deben guiar nuestros pasos, como ilusionistas, como pretidigitadores de la esperanza; debemos estar preparados para creer y no creer, según convenga, según nos digan, según nos anuncien en la televisión o en el dazibao correspondiente.

No hacen falta contenidos, todo son formas, representaciones, imágenes, "eidolas". La doctrina del pensamiento políticamente correcto es la vigente, sin olvidar el buen talante como motor de la existencia.

Es necesario olvidarlo todo, regresar al punto cero, para volver a comenzar, lo importante es iniciar las cosas porque es tremendamente aburrido mantenerlas, es necesario abrir el proceso de adquisición y de extinción al mismo tiempo, no hay que cerrar nada, solo “lo que no es” permanece.

Renunciemos a poner el tapón en la bañera, el agua debe fluir como dijo Heráclito. La sequía es un invento de los meteorólogos. ¿Acaso existirían los oasis si no hubiera desiertos?. Este largo preámbulo es para hablar de algo que por mi parte sigo considerando imprescindible.

De la nación española

Más de un año se pasó el que suscribe, en compañía de otros, hablando en el foro de Ciutadans sobre la nación española, contra el invento que deseaba promocionar el catedrático de Derecho Constitucional de la UAB Françesc De Carreras: la “Nación de Ciudadanos”, más de un año soportando las críticas de todos los “no nacionalistas” catalanes y foráneos, que en su inmensa mayoría temían pronunciar la palabra español. Alguno de los que leerán este artículo seguro que lo recuerda.

Recuerdo especialmente, no sin cierta nostalgia, a un valido del profesor de Carreras, el señor Espinosa; y a su discípulo más querido, el señor Cordero. Eran tiempos en los que hablábamos de la nación, con dos conceptos bien diferenciados, ellos defendiendo una nación de ciudadanos (recientemente la corrección política ha añadido “libres e iguales”) y el que suscribe, defendiendo la nación constitucional.

Más de un año recordando el artículo 1.2 de nuestra Constitución, que dice textualmente:

La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

Más de un año, para que ahora aparezca el profesor de Carreras, adalid de la futesa ideológica, rectificando, ahora que entre los no nacionalistas se han cargado el partido Ciutadans y están a punto de cargarse UPyD en Cataluña, si les da tiempo y se lo consienten en Madrid.

Si por algo se ha caracterizado el pensamiento político del mencionado ideólogo de Ciutadans, ha sido precisamente por defender la Nación de Ciudadanos frente a la Nación española Constitucional.

No ha sido el único que ha defendido “el engendro”, el profesor de historia contemporánea de la UAB Ferrán Gallego Margaleff escribió un artículo titulado precisamente “Nación de Ciudadanos”, la catedrática de Historia de las Ideas Políticas de la Universida Complutense de Madrid, y tutora ideológica del Príncipe de Asturias, Carmen Iglesias también lo ha hecho; el ensayista José Sóls Lucia (“Qué es una nación”); el futuro presidente del Parlamento Español, José Bono; el miembro de UPN, Jaime Ignacio del Burgo; el fundador de DENAES, Jon Juaristi; y otros muchos como Fernando Savater, Arcadi Espada, o Arturo Goldarazena. Parece que hay un gran consenso transversal en relación al novedoso concepto: “Nación de Ciudadanos”.

Evidentemente esto resulta compatible con la afirmación del presidente Rodríguez Zapatero, cuando expuso que “la nación es un concepto discutible y discutido”. Ahora, hasta Mariano Rajoy, le va a dar la razón si se aviene el secretario general del PSOE a añadir lo de “libres e iguales” al concepto “Nación de Ciudadanos”.

La inconstitucionalidad de la Nación de Ciudadanos

Lo repetiré por enésima vez, la nación de ciudadanos es un invento, por mucho que se le añada la calificación de libres e iguales, seguirá siéndolo. Solo los que niegan la historia, la cutura y la Constitución vigente de nuestro país, los que niegan España, pueden proponer algo así, sólo los que buscan un cambio que erradique lo que queda de libertad e igualdad entre los españoles.

Gustavo Bueno, en su libro “El Mito de la Izquierda” deja bien claro la incompatibilidad concomitante del concepto nación y el concepto ciudadanos, en referencia a la nación española.

Considera que la Nación española, proviene de la segunda generación de la izquierda, y de la oposición a la monarquía absoluta, el Antiguo Régimen, y que fue concepto elaborado por los liberales, mientras que los afrancesados (serviles) se opusieron a ella, con el grito de: "muerte a la nación y vivan las cadenas", aunque posteriormente se prestaron a acuerdos para desarrollar la Constitución de 1812, ¡si se incluía el catolicismo como religión oficial!.

Sin embargo, la ciudadanía proviene de la tercer generación de la izquierda, que opone la dialéctica de los derechos del hombre a los derechos del ciudadano (pag. 186), y que trasladado a nuestros días supone el conflicto entre los derechos del ciudadano occidental que ha accedido a un Estado del Bienestar, y la dificultad de que esto sea compatible con los derechos humanos, es decir que los más de 6000 millones de habitantes del planeta disfruten de un Estado de Bienestar como el que tenemos en los países avanzados.

Cuestiones que desarrolla exhaustivamente en su libro “España no es un mito”.


Y ahora me permitiré recordar el camino andado durante los 500 días de existencia de este blog, Ciudadanos en la Red, en el que estamos trabajando un grupo de personas que pretenden defender sus derechos y su libertad como españoles y como ciudadanos.

Me permitiré autocitar algunos párrafos que han aparecido en este lugar.

“En la primera Constitución Española, se establece que la nación surge al mismo tiempo que el estado. El pueblo se constituye en nación ejerciendo su soberanía, para posteriormente constituir un Estado de Derecho, que permita establecer las reglas de convivencia entre los españoles. A pesar de la desinformación interesada que nos han brindado durante los últimos años los deconstructores, el nacimiento de la nación española es simultáneo al nacimiento del Estado de Derecho moderno.

Sin embargo, por simple razonamiento político, hay una supremacía de la nación sobre el estado en nuestro país, porque si bien puede haber nación sin estado, sería extraordinario que pudiera haber estado sin nación o un estado que pretenda negar a la existencia de la nación.

Si el Estado nos proporciona igualdad en un momento dado, la nación nos proporciona igualdad a lo largo del tiempo, consistencia y coherencia en una secuencia de principios y valores, que trascienden la coyuntura y los intereses particulares”.

(“Todos somos España” 12/10/07)

“Con el gobierno socialista vigente, la única política que ha habido en España ha sido la del reparto de los recursos, con el único objetivo de mantenerse en el poder, redistribuyendo las cosas a su manera, premiando a las comunidades afines a su propósito y castigando a las que se oponen a sus decisiones. Con el PSOE se ha fragmentado España en un inusitado rango de conflictos. La crispación favorece a sus intereses, porque se puede manejar como necesidad de cambios, lo que ha sido provocado para conseguirlos.

La semántica es una barrera contra sus intenciones. Analizando la palabra estado proviene de "status", que a su vez lo hace del verbo estar, y estar de forma permanente en el poder es lo que pretenden Chávez y Zapatero, en eso no se distinguen estos buenos amigos, solo que uno lo dice y otro lo calla. Menos mal que el lenguaje español en su riqueza delimita los conceptos con precisión, no se dice en nuestra lengua “estar español”, sino “ser español”. Por lo tanto el concepto de estado es insuficiente para determinar nuestra condición: los españoles no solo estamos, también somos”.

(“La Nación sin Estado” 8/12/07)


“La nación es hoy el último reducto en la defensa de los oprimidos, los cautivos, los desposeídos, los excluidos, los desheredados, los que no cuentan, los del montón, la carne de cañón, los aislados, los siervos de los nuevos señores. Si los sinvergüenzas de los socialistas pensarán en los demás antes que en sí mismos, defenderían la nación por encima de todo. Si los sinvergüenzas de los populares, acomplejados herederos del franquismo y los privilegios de clase, pensaran en los demás antes que en sí mismos, defenderían la nación por encima de todo. Lamentablemente todos defienden sus privilegios, nacionalistas, populares y socialistas.

Los españoles somos los demás, los que quedamos sin adscripción política, los que estamos hartos de ver como ser político es exclusivamente un ascensor económico y social, los ciudadanos de a pie, anónimos, los que no estamos agrupados, los que nos defendemos solos, los que solo tenemos la nación, la Constitución, y nuestras propios recursos para cambiar la tiranía política que nos asola cada día más. En resumen, los que no podemos prescindir de España, porque si lo hacemos esta legión de crápulas podrá convertir sus privilegios en ley.

España es de todos los españoles, si queremos que deje de ser así, solo tenemos que seguir apoyando a los partidos políticos nacionales y nacionalistas con nuestros votos y nuestro silencio. Cruel paradoja, nacionales y nacionalistas, todos ellos confundidos en un estado sin nación que beneficia exclusivamente a sus propios intereses, contra los de todos los demás, contra el pueblo, contra los ciudadanos, contra los españoles”.

(“Prescindiendo de España” 26/12/07)

“El artículo 1.2 de la Constitución Española de 1978, dice lo siguiente

2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

Quiere decir que la soberanía nacional reside en el pueblo español, pero no dice que pertenezca al pueblo español, ni que proceda del pueblo español, más bien se encuentra en el pueblo español, y el pueblo español, aunque sea la suma de vascos, catalanes, gallegos, etc, es la suma de todos los españoles, y no admite fraccionamientos, al igual que tampoco los admite la soberanía nacional, porque es un todo en coherencia con el todo, que la acoge, el pueblo español en su conjunto.

Si nos fijamos en el segundo párrafo del artículo, dice que los poderes del Estado emanan del pueblo español, pero no dice que la soberanía emane del pueblo español en ningún sitio; evidentemente, los poderes del Estado permiten cambiar la condición de soberanía, pero para ello debería de votarse una nueva Constitución, con la actual, resulta imposible aceptar algo diferente a lo que hay.

La soberanía nacional en nuestro país, es la representación de la soberanía popular, pero no exactamente la soberanía popular. Y no es lo mismo representar que ser lo mismo o equivalente, para nada. El único caso en que podría establecerse un paralelismo con el concepto de nación sería con los Estados Unidos, pero al ser una república federal resultaría harto complicado. Pero las naciones europeas no tienen un concepto parecido en lo que se refiere a nuestra organización política.

España en las Cortes de Cádiz se hace nación, el pueblo español decide hacerse nación, esta es la principal diferencia con otros países. Este aspecto se conserva en la Constitución de 1978 y en todas las anteriores.

El pueblo se hace nación, se constituye en nación, se determina en nación, contra el invasor francés, contra el Rey absolutista, contra su fragmentación territorial y política, y contra todo lo que sea.

Pero al mismo tiempo, se hace Estado, no se hace Estado para hacerse Nación, sino que se hace las dos cosas al mismo tiempo de forma concurrente y separada, por eso en el caso español la soberanía nacional no puede ser considerada como soberanía popular, no deriva del Estado, por mucho que algunos constitucionalistas traten de reinventar las propiedades del lenguaje

Dos cosas que surgen al mismo tiempo de ninguna forma pueden ser una causa de la otra, por simple y evidente lógica racional. Tal vez repitiendo ahora el artículo 1.2 de nuestra Constitución vigente se puedan entender mejor las cosas. La soberanía nacional reside en el pueblo español, el pueblo español establece los poderes del Estado.

Esta es la auténtica realidad, y no se ha cambiado desde hace casi 200 años, y esa es la cuestión que nunca han querido comprender los nacionalistas.

La defensa de la nación española, es el instrumento que los españoles tenemos, como pueblo convertido en ciudadanos, para defender tanto nuestra cohesión intrínseca, como nuestros derechos y deberes civiles puesto que los derechos civiles brotan precisamente de la constitución del pueblo español como nación, y no exclusivamente de nuestra conversión en ciudadanos que nos hemos dotado de una Constitución, lo que hubiera derivado en un concepto diferente, el de soberanía popular.

Antes de que me salten al cuello los nacionalistas, diré, que evidentemente los "ciudadanos españoles" (no los catalanes, vascos, gallegos, madrileños, etc por separado), podremos dejar de ser nación cuando nos venga en gana, pero como la Constitución de 1978 está vigente, por ahora seguimos siendo nación española, y para ser otra cosa debería establecerse una nueva Constitución, no es suficiente con los nuevos Estatutos”.

(“La nación española explicada para torpes” 13/03/07)

El profesor Françesc de Carreras ha hecho la siguiente declaración a Libertad Digital hace unos días, ante la pregunta del periodista:

P: La autodeterminación es una reivindicación vieja de los nacionalismos vasco y catalán. Se habla de ella hasta en los libros de texto escolares y no como hecho histórico que permitió a partir de los 14 puntos de Wilson llegar a un acuerdo en la guerra mundial y después en la descolonización de las potencias europeas, sino como una reivindicación del País Vasco y Cataluña asemejándolas a "colonias" españolas. Hábleme de ello.

Ni el derecho interno español, ni el derecho internacional, permiten ningún derecho de autodeterminación en Cataluña o el País Vasco. Es un simple invento ideológico de los nacionalistas sin la menor base jurídica. La soberanía está en el pueblo español, como dice el apartado 2 del art. 1 de la Constitución. El derecho de autodeterminación es algo totalmente ilusorio. Pero los nacionalistas vascos y catalanes lo seguirán reclamando, con más o menos énfasis, según la táctica del momento, mientras sean nacionalistas. Está en su naturaleza.

Realmente abruma tanta frivolidad rayana en la incoherencia, ¿cómo puede desdecirse de su principal argumento ideológico y quedarse tan fresco?. Dicen que rectificar es de sabios, a buena hora, porque la rectificación llega demasiado tarde para Ciutadans, aunque posiblemente no para él.

Es hora de dejar las cosas claras ante tanta "ignorancia y pedantería": es la nación la que nos hace ciudadanos, libres e iguales, la que nos concede la esencia que permite sustanciar en derechos nuestra realidad política, somos españoles y por ello ciudadanos, porque los "primeros ciudadanos" que nos hicieron políticamente españoles y por ello ciudadanos, los constitucionalistas de 1812, ya no están entre nosotros. Hay que dejarse de argumentos circulares y acudir a la racionalidad que explica las cosas más allá de la correlación.

Nosotros no tenemos la capacidad de hacernos ciudadanos, nos viene dado cuando NACEmos (o nos NACIONalizamos) en este país llamado España, nos hace la Constitución, la historia, la política, la cultura, aunque nosotros podamos hacer historia, política o cultura o una nueva Constitución, pero con la vigente la nación de ciudadanos es una mendacidad propia de los tiempos en que vivimos.

Biante de Priena

viernes, 28 de marzo de 2008

Conferencia de Pio Moa: "La falsificación del ayer envenena el mañana"

Les leeré un manifiesto publicado hace semanas en algunos medios:

“Diversos políticos y partidos propugnan una determinada visión de nuestro pasado mediante la llamada Ley de Memoria Histórica. Esta ley, por sí misma, constituye un ataque a las libertades públicas y a la cultura.

De modo implícito, pero inequívoco, la ley atribuye carácter democrático al Frente Popular. Hoy está plenamente documentado lo contrario. Dicho Frente se compuso, de hecho o de derecho, de agrupaciones marxistas radicales, stalinistas, anarquistas, racistas sabinianas, golpistas republicanas y nacionalistas catalanas, todas ellas ajenas a cualquier programa de libertad.

También está acreditado suficientemente que, ya antes de constituirse en Frente, los citados partidos organizaron o colaboraron en el asalto a la república en octubre de 1934, con propósito textual de guerra civil, fracasando tras causar 1.400 muertos en 26 provincias; y que, tras las anómalas elecciones de febrero de 1936, demolieron la legalidad, la separación de poderes y el derecho a la propiedad y a la vida, proceso revolucionario culminado en el intento de asesinar a líderes de la oposición, cumplido en uno de ellos. Esa destrucción de los elementos democráticos de la legalidad republicana hundió las bases de la convivencia nacional y causó la guerra y las conocidas atrocidades en los dos bandos y entre las propias izquierdas.

La Ley de Memoria Histórica alcanza extremos de perversión ética y legal al igualar como “víctimas de la dictadura” a inocentes, cuyo paradigma podría ser Besteiro, y a asesinos y ladrones de las checas, cuyo modelo sería García Atadell. Así, la ley denigra a los inocentes y pretende que la sociedad recuerde y venere como mártires de la libertad a muchos de los peores criminales que ensombrecen nuestra historia. También erige en campeones de la libertad a las Brigadas Internacionales orientadas por Stalin, a los comunistas que en los años 40 intentaron reavivar la guerra civil o a los etarras que emprendieron en 1968 su carrera de asesinatos. ¿Cabe concebir mayor agravio a la moral, la memoria y la dignidad de nuestra democracia?

La falsificación del pasado corrompe y envenena el presente. Nos hallamos ante una adulteración de nuestra historia agravada por la pretensión de imponerla por ley, un abuso de poder acaso compatible con aquel Frente Popular, pero no con una democracia moderna. La sociedad no puede aceptarlo sin envilecerse: los pueblos que olvidan su historia se condenan a repetir lo peor de ella. Que el silencio no nos condene”.

El manifiesto está firmado por César Alonso de los Ríos (ensayista), Federico Jiménez Losantos (ensayista y periodista), José María Marco (historiador), Adolfo Prego (magistrado del Tribunal Supremo), Milagrosa Romero Samper (historiadora), Pedro Schwartz (catedrático Universidad), José Luis Orella (historiador), Ricardo de la Cierva (historiador), Jesús Palacios (historiador), Juan Carlos Girauta (ensayista), Sebastián Urbina (profesor de Filosofía del Derecho), César Vidal (historiador), Eugenio Togores (historiador), José Vilas Nogueira (catedrático Universidad ), y 7.640 firmas más, entre ellas la mía, que fui el redactor del documento.


Paso a ampliar el contenido del manifiesto. La versión izquierdista-separatista sobre la república y la guerra puede resumirse así: la república llegó democráticamente en abril de 1931 y desde el principio se vio acosada por conjuras de la derecha reaccionaria, que temía perder sus injustos privilegios. Sanjurjo encabezó el primer golpe contra el nuevo régimen, pero fue vencido. Luego surge un hecho inexplicable para esta versión, y es que, tras dos años de experiencias liberadoras y presuntamente favorables al pueblo, este vota muy mayoritariamente al centro derecha, en 1933. Pero en cualquier caso, el nuevo gobierno implanta una opresión y explotación tales que empujan a los catalanes y a los mineros asturianos a una rebelión, aplastada de forma brutal por el poder reaccionario. No obstante, en febrero del 36 ganan las elecciones las izquierdas, agrupadas en el Frente Popular, y a partir de ahí la conspiración militar y fascista se refuerza hasta desatar la guerra civil. El bando reaccionario, mandado por Franco, gana la guerra gracias al apoyo de las potencias fascistas, Alemania e Italia, e implanta una feroz dictadura durante casi cuarenta años. Luego, la transición democrática respetó en exceso al franquismo, etapa vergonzosa que debemos condenar sin paliativos y saltar sobre ella para enlazar nuestra democracia con el Frente Popular.

El punto de vista franquista puede resumirse, a su vez, de este modo: llegó la república mediante un golpe de estado y desde el principio se despeñó en una serie de convulsiones, de ataques a la religión y a la unidad de España. Esa deriva pudo haberse corregido durante el segundo bienio, de derecha, pero la violencia izquierdista y separatista, en lugar de ceder, se incrementó hasta asaltar sangrientamente el poder en octubre del 34. Aunque el ataque fracasó, en febrero de 1936 volvieron al poder en unas elecciones signadas por una radicalización extrema, y enseguida abrieron un proceso de comunistización en el que, como admitía el antifranquista Madariaga, ni la propiedad ni la vida estaban seguras. Por ello se alzó un sector del ejército con vasto apoyo popular, fracasando a medias y dando origen a la guerra civil. Ganaron las fuerzas patrióticas y de orden, y crearon un régimen de democracia orgánica mucho más acorde con la idiosincrasia española, como prueba su duración y la escasa oposición que tuvo. Por desgracia, la transición posterior a la muerte de Franco se realizó traicionando el legado del franquismo y, aunque el peligro comunista ha pasado a la historia, nos hallamos ante una gravísima amenaza separatista que nos empuja a una nueva crisis de convivencia nacional.

Las dos versiones tienen algo de verdad, pero parten, a mi juicio, de visiones en gran medida adulteradas de la historia reciente. La más peligrosa es la versión izquierdista, porque intenta imponerse desde el poder y fundamenta otras medidas antidemocráticas en curso, mientras que no parece haber riesgo de una vuelta al régimen anterior.

Analicemos, pues, la versión izquierdista y separatista. La base de su historiografía, de una multitud de iniciativas políticas actuales, de la llamada ley de memoria histórica y de movimientos emocionales diversos, consiste en la identificación del Frente Popular con la república, y la afirmación de que dicho Frente formó un gobierno legítimo y democrático. Dense cuenta de que esta cuestión constituye la clave del juicio sobre nuestra época: si la tesis mencionada corresponde a la realidad, entonces el franquismo ha de ser rechazado inapelablemente, y lo mismo la monarquía y la democracia que han derivado de ese régimen. De hecho, esta concepción se encuentra en la base de las maniobras actuales contra la Constitución. Sin embargo las cosas no son tan sencillas, como veremos.

La república llegó mediante un golpe de estado, es cierto, pero sus autores fueron los monárquicos, no los republicanos. Tras ganar unas elecciones municipales y despreciar a sus propios votantes y programa, los monárquicos entregaron el poder a sus contrarios. Golpe de estado contra sí mismos explicable solo por una quiebra moral muy profunda y casi sin precedentes. La república nació así con legitimidad suficiente y como un proyecto de democracia liberal. Pero ese proyecto sufrió un primero y salvaje desbordamiento en las jornadas de quemas de iglesias, bibliotecas y centros de enseñanza, apenas inaugurado el nuevo régimen. Lo más grave no fueron los hechos mismos, con ser gravísimos, sino la pretensión, por parte de la izquierda, de que las bandas de delincuentes incendiarios representaban al pueblo, más aún eran el mismo pueblo, con el cual se identificaban, claro está, las izquierdas y parte del mismo gobierno. Ello abrió una profunda brecha en la sociedad española y generó las primeras conspiraciones derechistas, que no surgieron al instaurarse el nuevo régimen, como se dice, sino a partir de actos como los mencionados. La brecha social se amplió con una Constitución no laica, sino anticatólica, contraria al sentimiento religioso mayoritario y a derechos elementales, reduciendo a los religiosos a ciudadanos de segunda y a la indigencia. Aun así, las conspiraciones derechistas contra la república no pasaron de marginales, como probó el golpe de Sanjurjo, falto de respaldo de la gran mayoría de la derecha y saldado con 10 muertos, casi todos rebeldes.

En solo dos años la experiencia de izquierdas, republicano-socialista, dirigida por Azaña quedó desprestigiada. Y no por la acción de las derechas, sino por el fallo de sus reformas, como la agraria, cuya ineptitud lamentaba Azaña; o la del ejército, reforma razonable pero aplicada con tal torpeza que multiplicó las tensiones, como admitió también el propio Azaña; o el estatuto catalán, que para el gobierno era la solución al problema y para los nacionalistas solo el primer paso de una escalada reivindicativa; asimismo el plan de extender la enseñanza quedó neutralizado por la persecución contra la educación religiosa. Finalmente, Azaña no recibió el golpe decisivo de las derechas, sino de las insurrecciones anarquistas, quince veces más mortíferas que el golpe de Sanjurjo, en particular de la represión gubernamental de Casas Viejas.

Las violencias y desbarajustes de la etapa republicano-socialista motivaron la amplia victoria electoral del centro derecha en noviembre de 1933. Y entonces se produjo la quiebra -- aunque todavía oculta-- de la república, al rechazar las izquierdas la votación popular. Azaña y sus correligionarios intentaron golpes de estado para impedir gobernar a los ganadores de las elecciones; los líderes del PSOE, el partido más masivo, apartaron al moderado Besteiro y se volcaron en la preparación de una insurrección, concebida como guerra civil, para liquidar la república e imponer un régimen de tipo soviético; los nacionalistas catalanes y vascos emprendieron movimientos de rebeldía. Estas acciones llevaron a la insurrección de octubre del 34, que en Asturias, durante dos semanas, cuajó en guerra civil como había planificado el PSOE; pero en el resto del país la población no siguió a los revolucionarios ni a los nacionalistas catalanes. Ante la derrota, los jefes rebeldes pretendieron que el levantamiento había sido espontáneo, pero hoy sabemos con certeza que mentían. Y tampoco rectificaron sus actitudes. Lejos de ello, lanzaron una enorme campaña nacional e internacional contra la represión gubernamental en Asturias. Esa campaña utilizó la mentira de forma masiva y envenenó el ambiente popular, como había advertido Besteiro.

Podemos considerar aquella insurrección el comienzo de la guerra civil justamente por eso, porque sus promotores no cambiaron nada esencial de las ideas que les habían llevado a sublevarse, y siguieron fomentando el clima de odio necesario para un enfrentamiento definitivo. Si entonces subsistió la república se debió solo a que las derechas, Franco incluido, no replicaron con un contragolpe y defendieron la legalidad.

De todas formas la derrota izquierdista pudo haber estabilizado una democracia liberal, según el sentido inicial del régimen, pero los derrotados formaron pronto el llamado luego Frente Popular, irreconciliable con las derechas. En cuanto a estas, tras su victoria sufrieron divisiones y los manejos del presidente conservador Alcalá-Zamora, el cual terminó expulsando a la derecha del poder de modo a duras penas legal. La crisis abocó a las elecciones de febrero del 36, que no pueden llamarse democráticas, tanto por las violencias, la huida de las autoridades y las irregularidades en los recuentos, también mencionadas por Azaña, como porque las votaciones reales nunca se publicaron. Durante años, los cálculos de los historiadores variaban en más de un millón de votos, hasta que las investigaciones de Javier Tusell, ya en 1971, proporcionaron cifras más fiables, con un empate aproximado entre derechas e izquierdas.

Así, el triunfo del Frente Popular no procedió de unas elecciones normales y no puede considerarse legítimo. Y su ilegitimidad de origen empeoró al momento con un doble proceso revolucionario. Desde la calle, las masas y partidos izquierdistas imponían su ley en una serie de liberaciones de presos, asesinatos, incendios, ocupaciones de tierras y mil desmanes más, no perseguidos por el gobierno, que en cambio se cebaba contra las débiles réplicas de los grupúsculos falangistas. Y desde el poder, el gobierno mismo procedió a demoler la legalidad republicana para sustituirla por un sistema al estilo del PRI mejicano, reduciendo a la derecha a una oposición impotente, pero que mantuviese una fachada de pluralismo democrático bajo el dominio real e irreversible de las izquierdas. A ese fin despojó arbitrariamente de escaños a las derechas, destituyó ilegalmente a Alcalá-Zamora y suprimió los restos de independencia judicial, sometiendo a los jueces al control de sindicatos y partidos revolucionarios; entre otros atentados a la legalidad. Las reiteradas peticiones de los líderes derechistas en las Cortes para que se cumpliera e hiciera cumplir la ley, una obligación sin la cual todo gobierno se vuelve una tiranía, fueron contestadas con burlas y amenazas de muerte. El asesinato del jefe de la oposición Calvo Sotelo, realizado por fuerzas combinadas de seguridad del estado y milicianos socialistas, culminó el proceso y constituyó un diagnóstico preciso de la situación. De hecho, el proyecto de democracia liberal había dejado de existir tras las elecciones de febrero.

Podemos observar, en resumen, tres fases en la demolición de la república: una primera fase de desbordamiento del régimen durante el bienio republicano-socialista; una segunda fase de asalto armado de las izquierdas al poder durante el bienio de centro derecha; y una tercera de proceso revolucionario abierto y eliminación de la legalidad desde un gobierno salido de unas elecciones no democráticas. El Frente Popular, por tanto, no era ya la república, aunque por motivos propagandísticos usurpara su nombre durante la guerra civil y así se le siga identificando comunmente. Era, de manera precisa, lo contrario de la república, el embrión de un nuevo régimen. Solo una persistente propaganda, el “Himalaya de embustes” denunciado por Besteiro, impide aún a mucha gente percibir estos hechos, hoy perfectamente documentados.

Pero reitero que ni siquiera hace falta saber mucha historia para percatarse de la realidad, basta recurrir a un elemental sentido de la lógica. Figúrense, insisto, a los stalinistas, marxistas del PSOE, racistas del PNV, anarquistas, golpistas de Companys y de Azaña… ¡defendiendo la democracia todos juntos (y matándose de paso entre ellos)! La falsedad es tan chocante, tan estridente como si se pretendiera hacer de Hitler un protector de los judíos. Y sin embargo este formidable engaño se ha impuesto en gran parte de nuestra sociedad, generando a su vez falsedades en cadena, desenfocando de raíz la visión de nuestro pasado y orientando peligrosamente el porvenir.

Muchos creen esas fábulas por ignorancia pero, en mi opinión, sus promotores conocen bastante bien la realidad. No puede ser de otro modo, por cuanto algunos historiadores nos hemos aplicado en los últimos años a poner en claro los datos, su lógica y los documentos que demuestran inapelablemente el fraude histórico. Puesto que nuestras tesis contradicen de frente las más divulgadas hasta hace poco, debiera haberse suscitado un debate intelectual, pero, por cuanto a mí respecta, he topado con una cerrazón tal que ha llevado a Stanley Payne a preguntarse si realmente la democracia ha calado en la universidad española. Este cerrilismo ha cundido mucho más allá de la universidad por medio de ataques personales, hasta la incitación al asesinato o el intento de meterme en la cárcel para “reeducarme”, a raíz de la publicación de Años de hierro. Otra postura defendía el conocido locutor Iñaqui Gabilondo en entrevista a un historiador stalinista llamado Espinosa, el cual, consecuente con su ideología, pedía la censura oficial de mis libros; el locutor, en apariencia más moderado, prefería que la sociedad misma los rechazara, sin prohibiciones expresas. Desde luego, la forma mejor y más honrada de obtener ese rechazo sería precisamente un debate en profundidad, que dejara al desnudo mis supuestas falacias, pero no buscaba nada parecido nuestro buen Gabilondo: su método para alcanzar el deseado rechazo social consistía en combinar el ataque personal con el silenciamiento de mis tesis. El diario El País fue el primero en aplicar la censura y negarme el derecho de réplica, ejemplo seguido por la mayoría de los medios de masas. Podría extenderme, pero lo dicho permite entender cómo la promoción de la falsedad histórica no obedece a ignorancia ni hay en ella la menor inocencia.

Entre las causas de esas posturas cabe percibir una comprensible debilidad humana: muchos intelectuales, políticos, periodistas e historiadores han seguido durante años, sin mayor crítica, una corriente que parecía defender la libertad y facilitaba éxitos profesionales. Dar marcha atrás se vuelve difícil, por más que lo exija la honestidad intelectual. Con todo, es perceptible un cambio de la marea, que seguramente irá en ascenso en los años próximos, pues no se puede tapar el sol con una mano.

Más allá de implicaciones personales, la agresiva persistencia en errores patentes se explica por la crisis ideológica de la izquierda, la cual ha debido abandonar el marxismo, ha asistido a la caída del muro de Berlín, ha puesto de relieve la sustancia de los famosos cien años de honradez, ha practicado el terrorismo desde el poder, etc. Estos graves tropiezos la han obligado a buscar otra fuente de legitimidad y la han encontrado en la historia: al identificarse con un Frente Popular pretendidamente democrático, las izquierdas buscan ganar una legitimidad inmensamente superior a la de las derechas, las cuales descenderían del franquismo, supuesto asesino de aquella libertad. Se comprende bien la importancia de defender el mito.

Y se comprende asimismo que en esa defensa empleen métodos como los del Frente Popular e intenten imponer por ley una versión de la historia, como en los países totalitarios. Esa ley se presenta con el objetivo, en apariencia muy humano, de reivindicar la dignidad de las víctimas del franquismo, pero queda en evidencia al insultar a las víctimas inocentes y prestigiar a los criminales de las chekas o a los terroristas de la ETA. Ello no es una casualidad, sino consecuencia lógica de la gran mentira de base. Se ignora, además, que si bien la represión franquista de posguerra fue brutal, no lo fue más que las de tantas otras posguerras en Europa y el resto del mundo, con la diferencia de que en España casi toda se realizó por medios legales y no por simples asesinatos sin juicio, y que muchos de los ajusticiados habían cometido crímenes sádicos durante la guerra, para verse luego abandonados por sus jefes, que huyeron al exterior sin preocuparse en lo más mínimo de ellos. En esta ley tampoco hallamos ignorancia o inocencia, sino una mezcla de hipocresía y de exhibición triunfante de querencias tiránicas, asentadas en el abuso del poder.


Por lo tanto, y contra una masa de historiografía surgida en los últimos cuarenta años, la sublevación derechista de julio del 36 no combatió a un gobierno legítimo y democrático, sino a un proceso revolucionario. No destruyó ninguna democracia, sino que surgió a causa de la previa destrucción de la democracia por las izquierdas. Esta conclusión terminará imponiéndose sin duda, a pesar de todas las resistencias intelectuales y políticas, porque corresponde claramente a los hechos, y determina una visión radicalmente distinta de nuestra historia posterior.

Si el Frente Popular, lejos de continuar la república, asaltó en 1934 su legalidad, base de la convivencia social entonces, y la hundió en 1936, causando así la guerra civil, ¿cuál podía ser el resultado? La mayoría de la derecha había desconfiado de la república, pero la había aceptado y hasta la había defendido en octubre de 34. Solo tras las elecciones de febrero del 36 llegó a creer que la democracia liberal nunca funcionaría en España. Y, desde luego, ningún régimen de libertades puede funcionar si uno o varios de los principales partidos rechazan sus reglas del juego, como ocurrió entonces. Por consiguiente, el radical enfrentamiento de unos y otros solo podía dar paso a una dictadura. La lucha se planteó entre una opción totalitaria de izquierdas y una autoritaria de derechas. Ganó la autoritaria, que se mantuvo por 36 años, y quienes menos derecho tienen a quejarse de ella son aquellos que la hicieron inevitable y habrían traído una tiranía mucho peor, si hubieran triunfado.

Importa mucho la diferencia entre autoritarismo y totalitarismo. El pensador polaco Leszek Kolakowski, antiguo stalinista, la exponía con bastante claridad cuando, para ilustrar a unos recalcitrantes laboristas ingleses, les hacía notar que él, tras conocer la España de Franco, había constatado en ella mucha más libertad que en los regímenes marxistas. Además, señalaba, “Los españoles tienen las fronteras abiertas (…) y ningún régimen totalitario puede funcionar con las fronteras abiertas”. Observaciones parejas haría Solzhenitsin, despertando la ira extrema del mundillo autodenominado progresista. Julián Marías, en sus memorias, observa la misma diferencia: el franquismo no impedía mil actividades independientes de él, e incluso contrarias a él dentro de ciertos límites. Un profesor polaco me indicaba hace tiempo cómo en Polonia el disidente se veía expuesto, además de a la represión, a una total indigencia, pues quedaba excluido de cualquier empleo, al estar toda la economía en manos del estado, es decir, del partido. Nunca ocurrió algo así bajo el franquismo, el cual tampoco desarrolló, ni de lejos, los aparatos de control y vigilancia de la población propios de los totalitarismos. En realidad había mucha menos policía y varias veces menos presos incluso que en la democracia actual. Y tanto Besteiro como los llamados padres espirituales de la república, Ortega, Marañón y Pérez de Ayala y otros liberales, al paso que maldecían en los más indignados términos a las izquierdas por haber traído la catástrofe, aceptaron el franquismo como un mal menor, justificado por el servicio históricamente trascendental de haber librado al país de la revolución.

Les ruego reparen en este punto: si el franquismo derrotó a un proceso revolucionario, como efectivamente ocurrió, y no a la democracia, toda nuestra perspectiva sobre la historia y el presente derivado de ella debe cambiar. Por lo demás, no fue el único servicio. Franco también frustró el plan izquierdista de enlazar la guerra española con la europea y luego mantuvo a España fuera de la beligerancia, un hecho de consecuencias incalculablemente beneficiosas tanto para España, al librarla de invasiones y destrucciones que habrían dejado empequeñecidas las de la guerra civil, como para los Aliados, según supo apreciar Churchill. También derrotó el franquismo los intentos de volver a una nueva contienda entre españoles al terminar la mundial. Como he intentado exponer en el libro Años de hierro, se trató de servicios de valor inestimable para un país sometido durante tantas décadas a convulsiones causadas por sus políticos, tan a menudo demagogos y utopistas. Finalmente el país prosperó como nunca antes y los viejos odios de la república se diluyeron casi por completo.

Es muy necesario mencionar estos datos porque sin ellos no se explica la evolución posterior de España. Guste o no, el franquismo careció de oposición democrática significativa. Al llegar la transición los pocos centenares de presos políticos en las cárceles eran casi todos comunistas o terroristas, o las dos cosas. Por lo tanto, una evolución política hacia las libertades solo podía venir (o no venir) del propio régimen. Dentro de este cabe distinguir dos tendencias básicas: una entendía el franquismo, llamado democracia orgánica, como la superación tanto del comunismo como de la democracia liberal, y destinado por ello a perpetuarse; otra lo entendía como una respuesta excepcional a una crisis histórica excepcional, una dictadura en el sentido romano, que antes o después debía dejar paso a una situación más acorde con el entorno del oeste europeo. En realidad, pese a no existir alternativa democrática viable mientras vivió Franco, los propios éxitos de la dictadura la encauzaban a una liberalización creciente. Y así, una vez agotado el régimen, y desde él, pudo hacerse la transición. De él salieron Juan Carlos, Adolfo Suárez, Torcuato Fernández Miranda, los procuradores en Cortes que votaron la reforma democrática, etc. Fue la derecha procedente del franquismo, no la oposición rupturista, quien organizó la evolución política. Lo cual significa que, contra un tópico extendido, pero vacuo, fue posible pasar con normalidad desde una dictadura autoritaria a un sistema de libertades. En cuanto al antifranquismo, agrupaba a comunistas, socialistas, separatistas, partidarios y practicantes del terrorismo, algunos democristianos, pacifistas, carlistas, etc., enjambre variopinto pero coincidente en un plan llamado de “ruptura democrática”, para pasar por encima de cuarenta años de historia y retomar el legado del Frente Popular. Los rupturistas perdieron entonces, por amplia votación popular, frente a la reforma “de la ley a la ley”, pero vuelven hoy a la carga , treinta años después.

Otro efecto de esta distorsión de la historia ha sido el surgimiento de miles y miles de antifranquistas retrospectivos. Durante la dictadura los antifranquistas algo activos éramos muy pocos, además de totalitarios; ahora se han multiplicado y tratan de vencer a Franco, cuando no es posible ni hace falta. Pero si no pueden derrotarle, pueden en cambio destruir nuestro actual sistema de libertades. Si observamos los peligros sufridos por la democracia, veremos que provienen casi siempre de esos antifranquistas. De ellos ha surgido la corrupción rampante, el terrorismo y las connivencias y “diálogos” con él, el terrorismo desde el poder, el separatismo, las intrigas para enterrar a Montesquieu, es decir, para acabar con la separación de poderes, los ataques crecientes a la libertad de expresión, empezando por la libertad de las víctimas más directas del terror, los asaltos a sedes de partidos contrarios, manifestaciones tumultuosas y otros fenómenos parecidos, sin olvidar ciertas complicidades en el 23-F. Josu Ternera, Ibarreche, Carod Rovira, Rodríguez Zapatero, Juan Luis Cebrián, Carrillo, Alfonso Guerra, Roldán, Mas, De Juana Chaos, Rubalcaba y un largo etcétera, comparten ese sentimiento político mal meditado de aversión incondicional al régimen anterior. Comparten una visión negativa de la historia de España, como señalaba Julián Marías de los socialistas, y positiva del Frente Popular, durante el cual, tampoco debe olvidarse, el grito de “Viva España” llegó a considerarse subversivo. En fin, ni ahora ni antes fueron sinónimos antifranquismo y democratismo, y tiene la mayor importancia disolver también ese equívoco interesado. El antifranquismo ha funcionado, además, como una bula para mentir sin inhibiciones y para conductas en otro caso inadmisibles.

¿Cómo ha sido posible una falsificación tan sistemática, y a menudo tan grotesca, de nuestro pasado? No lo entenderíamos sin tomar en cuenta la inhibición intelectual de la derecha. Esta –al igual que gran parte de la izquierda--, procede del franquismo y, tras cosechar un gran éxito al organizar la transición frente a los partidarios de la ruptura, pasó a eludir la batalla de las ideas, juzgó que a los españoles no les interesaba su historia, sino su bolsillo y “mirar al futuro”. Ideas, o más bien falta de ellas, expuestas recientemente por Rajoy, junto con un entusiasmo oficioso o servil por el idioma inglés. “Mirar al futuro” es una expresión demagógica, una de esas frases biensonantes que no significan nada. Por desgracia o por suerte, el futuro permanece oscuro y las pitonisas fallan más de lo aceptable, aunque cobren caro. Con tal actitud, la derecha ha atacado también a algunos intelectuales independientes que recordaban los hechos y ha reducido la política a niveles pedestres.

Pero, por supuesto, a los españoles nos interesa mucho conocer nuestro pasado, aunque solo fuera por el dicho de Cicerón: “si ignoras lo que ocurrió antes de que nacieras, siempre serás un niño”. Y, por cierto, percibimos un auténtico programa de infantilización de la sociedad, desde el enorme aparato del estado y desde la oposición derechista, como el que profetizaba Tocqueville: “Un poder inmenso y tutelar que se asemejaría a la autoridad paterna si, como ella, tuviera por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, por el contrario, solo persigue fijarlos irrevocablemente en la infancia”. Pienso ahora en la nena angloparlante de Rajoy. Si la izquierda vive con una visión distorsionada de la historia de España, la derecha, poco lectora, ignora cada vez más el pasado.

Esa mentalidad derechista recuerda, por paradoja, a un marxismo en extremo vulgar, más tosco aún de lo que fue siempre el marxismo español. En plan revolucionario, Rajoy pretende que la gestión económica lo determina todo y que el pasado carece de relevancia actual. Se ha contagiado de la aversión izquierdista-separatista hacia la historia de España y aspira a una ciudadanía sin raíces, futurista, interesada exclusiva o muy preponderantemente en llenarse el bolsillo y aprender inglés. Pero cuando el PP rehúsa clarificar la historia reciente está cavando su propia fosa, pues por un lado deja libre a sus adversarios ese terreno crucial, y por otro demuestra cuánto teme ver confirmadas las horripilantes acusaciones que le hace la izquierda. De nada le sirve al PP afirmar que no existía como partido durante la dictadura, pues sin duda viene del franquismo, sociológica y a menudo personalmente. Así, pues, ¿qué futuro cabe esperar de un partido con un pasado tan negro como el que se le achaca? Es natural que el PP no quiera ni acordarse de él, y no menos natural que sus contrarios se lo recuerden, no vaya a repetir en el futuro sus criminales inclinaciones fascistas. El pasado importa, vaya si importa, incluso más que algún punto de crecimiento económico, aunque no logren entenderlo los expertos del PP, extraños marxistas ultravulgares.

Pero no nos interesa tanto el destino del PP como el de la sociedad española, expuesta nuevamente a ser víctima de sus políticos. La renuncia de la derecha, ya con la UCD, a lo que los marxistas llamaban la lucha ideológica, centrada en amplia medida en la clarificación histórica, ha causado enormes males a la democracia. Consideremos, por ejemplo, el terrorismo de la ETA, auténtico motor de la radicalización separatista, de los odios a España y otras muchas demagogias. El terrorismo, no lo olvidemos, ha tenido aquí durante el siglo XX un papel de mayor relevancia que en cualquier otro país europeo. Él socavó el sistema liberal de la Restauración hasta llevarlo a la crisis, luego convulsionó a la república, y ahora a la democracia. Pues bien, la ETA se ha beneficiado desde la transición de la llamada “solución política”, consistente en negociaciones al margen de la ley, al margen del estado de derecho y con la perspectiva de dar a los pistoleros partes sustanciales de sus exigencias, convirtiendo el asesinato en un modo privilegiado de hacer política. Y este tratamiento privilegiado se debió en gran medida al prestigio de los atentados de la ETA contra el régimen anterior. La gran mayoría de las izquierdas y sus prohombres no habiendo luchado realmente contra Franco o incluso habiendo colaborado con él, arrastraban un sentimiento de reverencia y de inferioridad moral hacia quienes sí habían luchado de verdad: ¡el historial etarra les merecía mucho respeto!

Solo en tiempos de Aznar, y por influencia de Mayor Oreja, empezó el gobierno a obrar conforme a la ley, aplicándola a los asesinos cada vez con menos vacilaciones. La nueva orientación rindió los mejores frutos, reforzó las libertades y sembró la alarma en los partidos dedicados a recoger las consabidas nueces. En un momento dado, el PSOE pareció sumarse a esa línea al proponer y firmar el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, una excelente noticia para toda España. Hoy sabemos que muy pronto los jefes socialistas comenzaron a traicionar lo firmado, hasta transformarlo literalmente en su inverso una vez llegados al poder: un Pacto con los terroristas y los separatistas contra las libertades y la Constitución. Pacto justificado implícitamente en la presunción de que la convivencia establecida en la transición carecería de legitimidad al proceder del franquismo, siendo la legitimidad real la procedente del Frente Popular. Tal inversión, y la involución política correspondiente, resumen la historia de estos últimos años, con sus estatutos enfocados a sustituir la nación española, base de la soberanía, por un conglomerado de pequeñas naciones al gusto de los demagogos regionales, con el acoso al poder judicial, a la Iglesia, a las víctimas del terrorismo, a la libertad de expresión, etc. Y, no en último lugar, con las campañas de adulteración de la historia, campañas nunca abandonadas desde la transición y reforzadas ahora. Esas campañas han creado el ambiente propicio a las demás maniobras involucionistas. La ley que justamente podemos llamar de la adulteración histórica es al mismo tiempo una carga de profundidad contra la monarquía y la democracia actuales, deslegitimadas por su origen. Hoy los partidos frentepopulistas se sienten cerca de la victoria, con un presidente que no reconoce a España como su patria ni la considera nación, y se define como “rojo”, con toda su carga simbólica y política de intención totalitaria.


Estamos ante un problema realmente serio. ¿De dónde nacen estos comportamientos? Echando la vista atrás constatamos que nunca existió aquí una izquierda democrática e identificada con su propio país, y de ahí las convulsiones y desventuras del siglo XX. Bajo la liberal Restauración -- régimen con muchos defectos, pero también con grandes virtudes, ante todo sus amplias libertades, una cultura brillante y un progreso económico acumulativo-- las izquierdas practicaron el pistolerismo o lo apoyaron; sabotearon, en combinación o en concomitancia con los separatismos, al sistema que les permitía actuar y agitar libremente; organizaron revueltas y golpes hasta provocar la crisis que desembocó en la dictadura de Primo de Rivera. Las izquierdas solo se moderaron bajo la dictadura, bien colaborando con ella, como el PSOE, bien cejando en sus violencias, como los anarquistas o los separatistas. Pero todas volvieron a radicalizarse durante la república, hasta destruirla en el proceso antes descrito.

Al llegar la transición, los principales partidos de izquierda, el PCE y el PSOE, parecieron civilizarse al renunciar ambos a la doctrina que los había guiado a lo largo de su historia, el marxismo en diversas variantes. El marxismo ha sido, justamente, la ideología más totalitaria del siglo XX, y su abandono implicaba un reconocimiento de sus consecuencias nefastas. Sin embargo ese abandono ni nació ni se acompañó de un análisis en profundidad de la doctrina y de las conductas políticas a que había dado lugar. Fue un cambio dictado por la mera esperanza de acceder al poder, un cambio superficial, sin sustituir los principios anteriores por otros de mediana solvencia intelectual; y los viejos tópicos de la guerra y el franquismo permanecieron.

El PCE, sometido a campañas de denuncia de su pasado desde la derecha y la izquierda, no pudo cosechar los frutos de su prestigio como único partido de oposición permanente al régimen de Franco, y por ello sufrió un declive acelerado. Por el contrario el PSOE, visto como una izquierda más aceptable, recibió ayudas morales, políticas y económicas hasta de la UCD y la extrema derecha alemana, y pudo presentarse como el partido de los “cien años de honradez”, patraña del mismo calibre que la democracia del Frente Popular, pero muy eficaz publicitariamente. Como marxista, el PSOE había sido un partido totalitario y esa idea le había llevado a organizar la insurrección de 1917 o, con plena deliberación, la guerra civil en los años 30, amén de incontables actos terroristas, chekas y expolios, o la supeditación del Frente Popular a Stalin mediante la entrega de las reservas financieras españolas. Pero, al revés de lo ocurrido con el PCE, nadie se preocupó de traer a colación ese pasado sombrío, y mucho menos de analizarlo. Prevaleció, dentro y fuera del partido, la imagen autocomplaciente de los cien años famosos, que afianzó a los socialistas en la opinión pública. Y la vieja legitimación ideológica, ya inaceptable, se trasladó a una legitimación histórica sobre la base de la gigantesca falsificación ya examinada. En consecuencia, el PSOE continúa sin ser un partido democrático, y sí un muy grave peligro para la libertad y la unidad de España, como constatamos a cada paso.

Con ello no niego que haya izquierdistas demócratas. Siempre los ha habido, y su paradigma podría ser Julián Besteiro, posible modelo para una regeneración de la izquierda. Besteiro denunció en su día el tenaz “envenenamiento de la mente de los trabajadores” practicado por los otros líderes del PSOE, Largo Caballero y Prieto, y anunció proféticamente el baño de sangre al final de aquel camino. No obstante, la historia de Besteiro es también la de un fracaso: los otros líderes, mucho menos escrupulosos y mucho menos respetuosos con las reglas del juego, lograron marginarlo. Hoy asistimos a un proceso semejante, de especial incidencia, y no por casualidad, en las Vascongadas, con Gotzone Mora, Redondo Terreros, Rosa Díez y otros. Pocos, por desgracia, para lo que exige la situación, y sin apenas ejemplos en otras regiones, prueba del efecto avasallador de un aparato partidista atento en exclusiva a las ventajas del poder y del dinero público, a manejos “sin ninguna idea alta”, como decía Azaña de sus correligionarios. Y sin embargo, o más bien por eso mismo, es absolutamente urgente la formación de una izquierda democrática e identificada con España y no con fantasmas siniestros y utopías extravagantes. Mientras ello no ocurra, nuestra libre convivencia seguirá en vilo.

Ahora les sugiero considerar qué pasaría si todos abandonásemos la asombrosa pretensión de que el Frente Popular o el antifranquismo representaron la libertad. En tal caso podríamos valorar debidamente el hecho crucial de que el resultado de la guerra civil abrió el período de paz más largo, con diferencia, disfrutado por España en los dos siglos pasados y lo que va de este; una paz en lo esencial muy fructífera, pues ha convertido a España en un país reconciliado, próspero y relativamente potente, y por fin ha asentado una convivencia en libertad mucho más firme que cualquier etapa anterior, abriendo perspectivas excelentes para el porvenir. Consideremos asimismo que casi toda Europa occidental debe su democracia y su prosperidad ante todo a Usa, mientras que nosotros nos las debemos ante todo a nosotros mismos, motivo de satisfacción y confianza. La perfección no existe en los negocios humanos y no vamos a ignorar los rasgos negativos del período, pero los positivos pesan más, mucho más, y el balance difícilmente podría ser más favorable.

Y, por el contrario, la persistencia de aquellos mitos infundados nos lleva a mirar con pesadumbre nuestros logros, favorece las utopías baratas y las tendencias disgregadoras y contrarias a las libertades, fomenta entre nosotros conflictos innecesarios que nos hacen perder absurdamente nuestras energías, nos debilitan en todos los sentidos y ensombrecen nuestro porvenir. Los períodos de crecimiento acumulativo de nuestra sociedad se han visto rotos en varias ocasiones por tales fenómenos, y sería una locura despreciar la experiencia para repetir los errores. El falseamiento del ayer envenena el hoy y el mañana, sin duda alguna, y un pueblo que olvida el pasado o lo distorsiona, se expone a repetir lo peor de él, en palabras de Santayana, a caer “en una segunda infancia muy próxima a la imbecilidad senil”, como expresó Menéndez Pelayo.
Pio Moa
Firma el Manifiesto

TV3: "Libertad de impresión"



Gracias a su autor

Alianza de Civilizaciones: ¿cómo?



Advertencia: el contenido de este vídeo herirá su sensibilidad.

FITNA, es un vídeo realizado por el ultraderechista holandés Geert Wilders sobre el fanatismo musulmán. Evidentemente no todos los musulmanes son fanáticos y las intenciones del vídeo es provocar crispación contra los miembros de esta confesión religiosa. El motivo de exponerlo en Ciudadanos en la Red, es para mostrar un ejemplo del fanatismo musulmán, que nada tiene que ver con la inmensa mayoría de las comunidades musulmanas que habitan en los países occidentales o en sus paises. Pero también es un homenaje a la libertad de expresión en la que vivimos y vamos a seguir viviendo los europeos.

PARECE SER QUE LAS PRESIONES HAN OBLIGADO A QUITAR EL VIDEO DE LIVELEAK, SE PUEDE SEGUIR VIENDO EN CIUDADANOS EN LA PRENSA

Cine inolvidable (02): "En nombre de la Rosa"



Sinopsis: (1986) Intriga. Edad Media /Siglo XIV. Todo comienza una hermosa mañana de finales de marzo del año del señor 2008 cuando Fray Angelino de Baskerville (Sean Connery), un monje franciscano y antiguo inquisidor, y su inseparable discípulo el novicio Giusseppe de Melk (Christian Slater), que es quien relata la historia, acuden a una abadía benedictina situada en el norte de la península ibérica para intentar esclarecer la muerte de un partido joven de miniatura de nombre Ciuttadani. Durante su estancia en la abadía van desapareciendo misteriosamente la mayor parte de los militantes, a quienes encuentran en otra formación llamada unioni e progressi al poco tiempo. Lentamente, y gracias a la información aportada por algunos militantes de Ciuttadani, Guillermo va esclareciendo los hechos. El móvil de las bajas parecen ser unos antiguos tratados sobre la licitud de la risa que se encuentran en la biblioteca del complejo, de la cual se dice que es la mayor del mundo cristiano. ¿Quién es el tirano? ¿Qué hicieron sus víctimas para salir corriendo? Nadie lo sabe... (Dedicado a nuestros amigos de la coordinadora UPyD de Cataluña)

Cine inolvidable (01): "AntiZ"



Sinopsis: Antiz (Hormigaz), es una espectacular comedia de aventuras producida por DreamWorks, cuenta con un reparto de superestrellas e importantísimos avances en lo que se refiere a efectos visuales. La vida no es fácil para Z-4195, una hormiga obrera, una entre millones, una sencilla hormiga obrera, cuyas posibilidades de conquistar a la hermosa Princesa Bala son prácticamente nulas. Pero cuando Z-4195 convence a su amigo Weaver, una hormiga soldado, para marcharse a conocer otros mundos, su monótona vida da un giro salvaje. La guerra de las termitas, la búsqueda de Insectopía, un lugar en el que todo es distinto... son aventuras que conducen a Z-4195 a una confrontación final con el General Mandible, que planea la exterminación de la colonia. Antiz nos cuenta cómo uno de los más insignificantes obreros puede llegar a convertirse en un gran héroe. (Dedicado a nuestros seguidores del cinturón industrial de Barcelona, no digais que fue un sueño)

jueves, 27 de marzo de 2008

Pinchadiscos Machambreitor: "Drumming Barbat" secallona mix


Pinchadiscos Machambreitor
introducing La Principal de Sant Cosme
"Drumming Barbat"
secallona-mix
Pre-Edit .
Take-01b/06

Ziliarismo

Cuando una sociedad hastiada de la política como es la española, se decide por ratificar los errores del más de lo mismo, eligiendo hegemónicamente a un partido que ha quebrantado la Constitución, ha dialogado con terroristas, se ha cargado la separación de poderes, ha metido cazo en los grandes negocios, y ha conseguido que la crispación de buena parte de los españoles haya alcanzado el límite de la convivencia pacífica, algo no está funcionando.

Dicen los demócratas de parvulario que “el pueblo nunca se equivoca”; bueno, el pueblo como masa, tira más a rebaño que a otra cosa, y en las elecciones, recuerda a los ñus en estampida. La verdad es que el pueblo se equivoca en muchas ocasiones, por qué está formado por individuos y los individuos nos equivocamos todos los días. Esa sacralización de la democracia concediendo la razón a las mayorías por el simple hecho de serlo, es más bien una impronta fascista, bastante peligrosa por cierto.

Pero más allá de conjeturas sobre el criterio racional de las masas de ciudadanos, es importante en estos momentos saber la razón por la que once millones de españoles se han declarado con su voto, cómplices de Zapatero, sus gobiernos, y sus destrozos, aunque una buena razón haya sido la de no darle la razón a Rajoy y su ancestral versión de la realidad, que no acaba de desprenderse de las telarañas del franquismo. Es lo que hay.

Está comprobado que la gente vota continuidad de gobiernos cuando se siente amenazada por los cambios políticos, pero en general, la inteligencia y el sentido común sirven para discernir si la tensión proviene de la realidad o es una escenificación organizada precisamente con el interés alcanzar ese propósito, que es precisamente lo que ha ocurrido; recuerden ustedes el paso del talante a la tensión en un programa de televisión, en es magnífica expresión de que el talante solo era un envoltorio.

Y es que Zapatero parece tan buena gente”, decía una señora que conozco el otro día en el supermercado, precisamente, antes de las elecciones, en una concesión que radica en la estupidez solemne. El problema que tiene esa demócrata votante de Zapatero, (y hay que decírselo), es que votando al inefable se está cargando su bienestar presente y futuro, y el de todos los que le acompañamos en esta nave llamada España.

Y la gente, adocenada, pueril, simple e inane, prefiere votar a ese chico tan majo para que haga lo que quiera, sin darse cuenta, de que además es capaz de hacerlo, que hasta ahí llega su narcisismo y su petulancia; desde una Alianza de Civilizaciones con unos cuantos incivilizados, hasta un diálogo con los que le devuelven una víctima de su propio partido con acuse de recibo en agradecimiento.

Buena parte del pueblo español está hipnotizado por la Z y hay que despertarlo como sea, vive una patología que puede denominarse “ziliarismo” que consiste en no querer enterarse de lo que ocurre, y evidentemente, la mejor forma de hacerlo es votando por el genio de las cejas circunflejas. Cierto es que las cualidades para la comunicación y la convivencia son importantes, pero un Presidente de un Gobierno es un modelo a seguir para los ciudadanos. No basta con eso para guiar un país, ¿o sí?. A mi me gusta Aída y no la votaría para Presidenta del Gobierno, o ahora que lo pienso, igual sí.

Esa señora del supermercado y los once millones de electores que la han acompañado en la procesión de glorificación de Z y su política, no se han dado cuenta de que a partir de ahora han abierto las puertas de un cambio social de inefables consecuencias.

Un juez podrá condenarte injustamente si lo hace con una sonrisa, un médico podrá acompañarte con su incompetencia hasta la parca siendo un incompetente, un policía podrá pegarte un tiro por qué todo el mundo puede equivocarse y es humano, y un asesino te puede matar, aunque no quiera, por qué nadie está libre de cometer un error . Te pueden dejar sin casa por no pagar un recibo de la hipoteca, te pueden negar el pan y la sal si no bajas la cabeza a las órdenes del incompetente de turno.

Con el voto a Zapatero se han concedido cuatro años a la involución, a la corrupción, a la estupidez, y a los errores encadenados. Estoy seguro de que muchos se van a acordar del error que han cometido, por qué si Guerra dijo en una ocasión que iba a dejar a España que no la iba a conocer ni la madre que la parió, Zapatero se creyó que eso era lo que había que hacer, y lo hará. Dentro de cuatro años a ver en que país votamos, si votamos.

Y el gran problema es que de nada sirve decirlo, porque la miopía de millones de españoles es tan grande que no se darán cuenta de lo que han votado hasta que se les echen encima las consecuencias y entonces resulte demasiado tarde; vamos a perder libertad, igualdad y justicia como nunca antes había ocurrido en la historia de la transición española.

El pueblo nunca se equivoca, lo que no quiere decir que acierte siempre, ni mucho menos. Ya lo advirtieron en campaña los socialistas, hasta las cejas nos van a dejar, entre ellos y los "actores". Hay que encontrar rápidamente una vacuna contra el "ziliarismo", porque sino vamos a tener más problemas en el futuro que la niña de Rajoy, pobrecita, lo que le espera.

Biante de Priena

UPyD fracasa donde triunfa el PSX

La auténtica jornada de reflexión electoral viene después de los resultados y dura cuatro años aproximadamente. Este minneconjou tiene unas cosas, no se la ha ocurrido más que ponerse a calcular los resultados de UPyD + C´s en las comunidades que conforman esa nueva nación plural denominada Galeuscat, y compararlos con Resto Expaña, y cuando se ven los resultados y se observa que en Resto Expaña los partidos novedosos obtienen dos veces mejores resultados que en los territorios ocupados a uno le da que pensar, y como últimamente no ganamos para disgustos, más bien nos da por pensar mal, por qué igual se acierta.


El amigo minneconjou atribuye en su hipótesis al "efecto hartazgo" que a los restistas les suponen los rentistas del neofeudalismo. Puede ser, pero puestos a mezclar variables y hacer correlaciones, va a resultar que precisamente en estos lugares donde las novedades obtienen peores resultados, resulta que el PSX (PSC-PSGA-PSE) obtiene los mejores. Que casualidad más casual.

Y continuando en el análisis del asunto, resulta que en los lugares dónde el nacionalismo impera, un partido antinacionalista declarado como UPyD obtiene los peores resultados. En Cataluña, prácticamente no se hace campaña (0,16 %); en Euskadi, donde se funda Basta Ya, tierra de Rosa Díez y la mayor parte de la dirección de UPyD, se presenta como cabeza de cártel a Maura que proviene del PP, que aún así obtiene un 0,94 %, y en Galicia se obtuvieron unos pírricos resultados del 0,56 %.

Precisamente estas comunidades fueron las que dieron la victoria al PSOE a nivel nacional, quiero decir al PSOE + PSX. Y ahora viene la gran pregunta, si como se ha comentado por algún sitio, UPyD obtiene sus votos en un 60 % de los que votaban al PP, en un 10-20 % de los que votaban al PSOE, y por último en un 20-30 % de los nuevos votantes y los que habían ido a la abstención en otras ocasiones, resulta que el electorado del PSX permanece fiel en los territorios nacionalistas, donde UPyD no logra penetrar, ¿y por qué no logra entrar en esos lugares haciendo un discurso claramente antinacionalista?, pues precisamente por qué la gente que vive en Galeuscat prefiere votar al PSX que pacta con los nacionalistas, que a UPyD que ha declarado que no pactará con los nacionalistas.

Caben dos posibilidades entonces, que la gente que no es nacionalista en territorios nacionalistas, prefiere que sus intereses los defiendan los del PSX que quienes se oponen al nacionalismo claramente como el PP y UPyD, pero también cabe la posibilidad de que se vote al PSX para ir contra el nacionalismo, o mejor dicho, para darle más poder contra el nacionalismo en las decisiones que haya que tomar de aquí en adelante. El descalabro de los partidos nacionalistas, menos CIU y BNGa, correlaciona también con el ascenso del PSX.

Y ahora lanzo la hipótesis que me corroe: ¿por qué UPyD no ha disputado con todas sus fuerzas los votos en las comunidades donde el nacionalismo gobierna junto con el PSX?. Algunos alegan la falta de recursos, que ciertamente es un elemento importante, pero que no explica todo lo ocurrido, aunque se sabía que Rosa Díez solo tenía oportunidad de obtener escaño por Madrid y ahí se concentraron todas las fuerzas, pero realmente es extraordinariamente curioso que un partido que defiende "lo que nos une" a los españoles, no haya sido capaz de florecer en los lugares donde los españoles viven menos unidos y resultan más oprimidos por el nacionalismo, que precisamente son en los que el PSX obtiene los resultados que le permiten triunfar en las elecciones. ¿Quiere esto decir qué el PSX es un partido nacionalista que disputará con el PSOE matriz el reparto de poder en un hipotético "federalismo"?.

La última pregunta la dejo sobre la mesa, ¿los votantes del PSX han votado por esta formación para ir contra el nacionalismo o para ir contra el resto de España?. A ver si va a resultar que el PSX va a ser el encargado de hacer los referenda de "secesión" federalista, con la connivencia del PSOE.

Mientras tanto, Rajoy viendo como la niña crece en lo que hay, y Rosa Díez defendiendo la unidad de España contra los nacionalismos con un acta por Madrid, precisamente, lo que viene a ser como haber bailado un magnífico tango con música de pasodoble torero. Hay otras hipótesis más malévolas, pero me las callo, a ver si los comentaristas le echan ingenio.

Erasmo de Salinas

URD: Un Partido Propiedad de Rosa Díez


Janario
No lo discuto, sólo lo constato: enhorabuena.

Pinchadiscos Machambreitor: Drumming Barbat - Raw Outtake Mix.


Pinchadiscos Machambreitor:
"Looking For Shangri-la in Osona".
Pre-production work.
Drumming Barbat - Raw Outtake Mix.
Take-01b/06.

miércoles, 26 de marzo de 2008

La huelga de justicia beneficia al gobierno

Parece ser que al menos no le resulta incómoda. Desde el 4 de febrero llevan los funcionarios en lucha por recuperar la igualdad salarial con similares en las comunidades autónomas transferidas. El ministro Bermejo dice que posiblemente se resuelva pronto.

Cabe preguntarse si a un gobierno le puede interesar una huelga, en este caso de justicia, que se aplacen en más de un año las causas, que se bloquee el funcionamiento legal, que se cree una “lista de espera” para los casos según criterios establecidos, puede resultar interesante. Con un presidente al que le gusta crear tensión, todo es posible.

El malestar que se genere terminará recayendo sobre los trabajadores del sistema, los conflictos de los ciudadanos repercutirán sobre la seguridad del sistema, y todo esto contribuirá a crear una situación de inestabilidad permanente. Los ciudadanos arremeterán contra los retrasos culpando a los jueces, así se creará un ambiente de tensión permanente.

Realmente tiene muchas ventajas para un gobierno crear un nuevo “chivo expiatorio” en la justicia española, más tarde vendrá la educación, la sanidad, los servicios sociales.

A este gobierno le interesa el “malestar social”, la crispación permanente, porque eso le proporciona votos, y le ofrece márgenes de maniobra a la hora de iniciar procedimientos sobre temas candentes como los relacionados con el terrorismo.

En fin, la huelga de justicia es un balón de oxígeno “futuro” para el gobierno, con la justicia paralizada resulta más fácil hacer y deshacer al antojo de los políticos correspondientes.

Y los funcionarios de justicia no se acaban de enterar que aquello que dice la Constitución de la igualdad de los españoles, ya no existe, si un funcionario trabaja en una administración gobernada por nacionalistas siempre tendrá un suplemento en su sueldo, no se han enterado todavía para lo que sirven las transferencias.

Liliana de la Sota

¿Qué piensa Zapatero de sí mismo?

Dentro de unos años, cuando se estudie el periodo que estamos viviendo en la historia de nuestro país, compadezco a quienes no hayan sufrido en carne propia las acciones del inefable presidente de la república monárquica de lo que queda de España.

¿Es un demagogo Zapatero?, define el diccionario de la RAE la demagogia como:

"práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular» y también como la «degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder".

Y la wikipedia matiza:

"estrategia política que consiste en apelar a emociones (sentimientos, amores, odios, miedos, deseos) para ganar el apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda".

Motivos para creer es un argumento suficiente para calificarlo como demagogo

¿Es un sofista Zapatero?. Sávater diría que sí, y los “estancialistas” que elevan a metafísica el “estar” posiblemente también. Platón seguro que también, porque consideraba que la sofística era el arte de capturar almas. Schopenhauer, partiendo de su erística (arte de tener siempre razón) seguro que también lo consideraba como tal.

Un sofista es aquel que puede defender un argumento con la misma facilidad que el contrario, sin atenerse a ningún principio, valor o moral, dominando la retórica y la propaganda, porque considera que todo es relativo, el fin justifica los medios.

Así forma parte de la sofística de Zapatero decir ahora que va a buscar el diálogo con todas las fuerzas políticas del parlamento para derrotar a ETA, lo mismo que con anterioridad lo buscó para reflotarla con su diálogo. Fascinante.

¿Es un ecléctico Zapatero?. Dice la wikipedia sobre el eclecticismo que es la escuela de pensamiento que se caracteriza por escoger (sin principios determinados) concepciones filosóficas, puntos de vista, ideas y valoraciones entre las otras demás escuelas que se asume pueden llegar a ser compatibles de forma coherente, combinándolas y mezclándolas aunque el resultado pueda ser a menudo contrapuesto sin llegar a formar un todo orgánico.

Zapatero también puede ser un ecléctico porque lo mismo dice que hay que bajar los impuestos que hay que subirlos, que hay que hacer o no hacer según las circunstancias, navega como el piloto del barco del holandés errante que busca vida desde la muerte.

¿Zapatero es un frívolo?, pues realmente encaja en la definición de Torralba Roselló, “La frivolidad es la gran virtud postmoderna, consiste en no tomarse nada excesivamente en serio, en evitar la confrontación dialéctica. Para el frívolo no tiene sentido la diferencia entre lo esencial y lo accidental, entre lo categórico y lo anecdótico, pues todo ello forma parte del mismo universo insoportablemente leve”.

En realidad, alguien capaz de decir algo como lo de que hay tensar a la población para ganar las elecciones, con la consecuencia de un asesinado de su partido que le han ofrecido sus interlocutores de ETA, sí parece ser un frívolo.

Pero en realidad, Zapatero es todo eso y mucho más, es el presidente de gobierno que va a guiar las vidas, obras y haciendas de todos los españoles durante los próximos cuatro años. Dan ganas de volver a ser creyente para poder encomendarse a los santos.

Lo dicho, cuando se escriba este periodo de la historia de España, se abrirá un apartado inmenso a pié de página para dejar bien claro que todo lo ocurrido no hubiera sido posible sin la presencia de alguien como Zapatero en la Presidencia del Gobierno y el apoyo de once millones de ciudadanos, que le han avalando en su responsabilidad, si las cosas no salen bien muchos van a tener que rendir cuentas.

Pero realmente, a mí, lo que me gustaría saber es lo que piensa Zapatero de sí mismo, ¿qué creen ustedes que piensa de sí mismo nuestro Presidente del Gobierno?.

Jean Le Non

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