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sábado, 5 de enero de 2008

Un poder sin fin

El diccionario de la RAE ha recibido diversas propuestas de algunos eruditos para cambiar la fonética del vocablo pactar por una más acorde con los nuevos tiempos, con la sintaxis actual de España: paztar.

Las elucubraciones de los egregios lingüistas, (lástima que Cela, Umbral y Coll ya no estén entre nosotros) han considerado que pactar con c es "carca", un concepto semánticamente mucho más débil que paztar. Debe estudiarse la sustitución del término, o al menos, la incorporación del neologismo progresista a nuestra lengua.

Paztar, es negociar obsesivamente para lograr la paz, que hermosa palabra, ¿verdad?. Saliendo de la guerra de Irak por piernas, disculpando en el juicio del 11-M la autoría final del suceso acontecido hace cuatro años, entablando conversaciones con ETA, que durante un tiempo dejó de ser el enemigo para convertirse en interlocutor válido representado por Otegui, De Juana Chaos, y otros.

El consenso ha muerto y ha sido sustituido por el pazto; hay que invertir en futuro y subvertir la alternancia en el poder, gracias a la negociación con los nacionalistas, en un vínculo por el progreso del sectarismo y la dictadura de la imposición, podrá hacerse, se hará.

Vamos hacia el federalismo, pero que nadie tenga en mente los Estados Unidos o Alemania, no, aquí vamos hacia el federalismo feudal, ramplón y “pesebrero”, el de toma el dinero y corre, el de los “hechos diferenciales”, el de la desigualdad social y política entre las autonomías que conforman el Estado español, entre los españoles.

Paztar es acabar de un plumazo con la Constitución española, con el concepto de nación, con la Corona, y con los símbolos compartidos por 45 millones de españoles. Pero también con la cultura auténtica, la que viene del pasado y que en el presente se administra desde la SGAE, con la historia hecha para sustituirla por una nueva memoria de los hechos antes de pasar a la prostitución de los ritos y los mitos sobre los que nos hemos construido los españoles, para sustituirlos con la misma nada, o algo peor.

Paztar es vender nuestro futuro al mejor postor, sea de casa o de fuera, siempre que facilite el negocio de los que se atrincheran en el poder, para alcanzar sus objetivos internacionales en forma de Alianza de Civlizaciones o dirección de la OMS, o los más simples de mejorar su calidad de vida a costa de que los demás veamos como se deteriora cada día más la nuestra.

Paztar es exactamente lo contrario de la democracia, es anular el acto de votar en su forma más perversa. No importa cual sea el resultado, los votos de los nacionalistas más los del PSOE siempre serán más que los del PP y UPyD. Está claro que los nacionalistas se aseguran de esta forma gobernar en sus “nuevas naciones” y el PSOE lo hace en el resto de España. Esto es una dictadura descubierta, sin paliativos, sin oposición, sin posibilidad de cambio.

Decía un español ilustre, de cuando había españoles ilustres, Don Francisco de Quevedo y Villegas, que es un necio quien confunde valor y precio. Paztar es precisamente confundir el valor de lo que somos con el precio que nos asignan.

En estas condiciones, tal vez fuera mejor para el PP y la UPyD de Rosa Díez retirarse y no presentarse a las elecciones del 9 de marzo, léanlo con tranquilidad, sosieguen su juicio, y luego expresen su opinión. Hoy por hoy, no hay condiciones democráticas suficientes en España para presentarse a unas elecciones, todo está atado y bien atado (desde la economía, la política, la justicia y los medios de comunicación) para que solo pueda ganar una alternativa, acudir a las urnas es una forma de encubrir y dar oxígeno a la dictadura en la que estamos viviendo.

Una democracia en la que los ciudadanos no pueden decidir sobre su futuro, es una dictadura. Más que unas elecciones, lo que se plantea el 9 de marzo es un referéndum como los de Franco o Chávez.

Las alternativas están bien claras, la coalición por el Pazto (PSOE, IU, CIU, PNV, ERC, CC, EA, ChA, Nabai), y por otro lado el PP, un partido conservador, católico, mojigato, anacrónico, y criminalizado desde el poder; y la UPyD, un partido embrionario con buenas intenciones, pero sin recursos suficientes para entablar la cruzada que se propone aunque Rosa Díez cada día se parezca más a Juana de Arco.

No hay forma de cambiar la esquizofrenia política a la que estamos condenados los españoles. Y encima, suben los precios, y dicen los socialistas que es la última consecuencia de haber entrado en la guerra de Irak con Aznar.

Tal vez sea mejor refugiarse en la literatura, antes que agotarse en la acción política baldía; les recomiendo la última novela de Ken Follet: “Un mundo sin fin”, de la que se pueden descargar las cien primeras páginas en pdf en este enlace.

Por cierto, quédense con las últimas palabras del monje que hace la presentación: a partir de ahora, el tiempo será tu peor enemigo. Al igual que en esta obra, la amenaza de la "PeZte" se cierne sobre nuestro futuro. De nada sirve luchar, cuando todo está perdido de antemano.


Erasmo de Salinas

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