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martes, 22 de abril de 2008

La sociedad constituyente

En este país, la política está restringida a los partidos políticos; la participación de los ciudadanos se resume en acudir a las urnas cada cuatro años para ratificar las propuestas que se ofrecen

Los partidos políticos españoles carecen de democracia interna, y se constituyen en una jerarquía de castas que funcionan de forma sectaria. Las cúpulas de las distintas formaciones políticas se comportan de forma autoritaria, estableciendo un discurso uniforme que representa los intereses de los representantes y no el de los representados.

No se pueden seguir admitiendo las cosas que ocurren, y quedarse tan tranquilos. Ayer un estalinista dijo que el Estado debe educar a los ciudadanos, barbaridad que ni el mismo Marx se atrevería a pronunciar hace siglo y medio.

Vivimos en una democracia aparente, una auténtica escenificación de la democracia en la que se representa una obra de teatro política, en la que los actores políticos han pagado el peaje de no tener criterio propio, y ser simples instrumentos de la dirección política de sus respectivas formaciones.

El funcionamiento de los partidos políticos se resume en la frase que Alfonso Guerra pronunció hace unos cuantos años: "el que se mueva no sale en la foto". Y su profecía se ha cumplido, nadie se ha movido, y todos siguen saliendo en la foto, que a estas alturas ya se ha hecho película, en la que siempre se repiten las mismas escenas. Ahora estamos asistiendo al espectáculo que se está dando en el Partido Popular entre Esperanza Aguirre y vete a saber tú quienes.

El modelo se traslada a la sociedad y el papel que los ciudadanos podemos desempeñar en nuestra democracia es el de acomodarnos a la oferta de alguna formación política o pasar a la disidencia, la abstención y el desentendimiento.

No se corresponde esta forma de hacer política con una época en la que la información es asequible, la comunicación inmediata, y la cultura de los ciudadanos suficiente para discernir entre lo que les conviene y lo que les perjudica.

La política y los políticos, están retrasando el avance de nuestro país, se han convertido en un lastre que impide desde su ocupación del Estado el desarrollo de la sociedad, que queda limitado a sus obsesiones y delirios. Los políticos crean problemas para luego mostrar que pueden resolverlos, para ser valorados como un elemento útil en nuestra sociedad, cuando en realidad son una lacra.
El Estado no puede dirigir la sociedad, es la sociedad la que debe establecer que Estado es el que quiere, pero de forma directa, sin intermediarios, ni rentistas.

Necesitamos una sociedad constituyente de la política, ajena a los partidos políticos, organizada de forma eficaz, que defienda sus propios intereses, más allá de las obsesiones particulares de los políticos, que no son más que la representación de intereses propios y no comunes.

Los ciudadanos españoles tenemos que hacernos de una vez adultos, políticamente hablando, y exigir nuestros derechos, cumpliendo con nuestros deberes. Somos responsables y no necesitamos tutela, podemos configurarnos como alternativa a la política desde un escenario civil, pero eso requiere compromiso, fe y muchas horas de trabajo. Merece la pena.

Los políticos son una etapa a superar para alcanzar el bienestar que nos corresponde, el que nos detraen nuestros representantes para seguir viviendo de representarnos.

Como en la antigua Grecia, lo único que nos importa de la política es la estructura institucional del sistema, los contenidos deben ser establecidos por los ciudadanos, y no como simples vasallos de los señores que administran el poder.

Es necesario que los ciudadanos españoles, y los de todo el mundo, nos liberemos de los políticos que nos representan, lamentablemente, no lo hacen bien, y tengo la certeza de que mientras sigan campeando a su voluntad por el territorio de nuestros derechos, seguirán defendiendo los intereses de sus partidos, antes que los de sus representados.

Erasmo de Salinas

El sueño de la igualdad produce monstruos


"¿No será que la lucha por la igualdad es un instrumento político para establecer nuevas diferencias y favorecer a los afines contra los demás?".

El uso político de la semántica es un tema que ha sido estudiado con profusión durante los últimos años. Las palabras son armas cargadas de futuro (y de presente). El uso del lenguaje con fines persuasorios y propagandísticos es un instrumento de uso habitual en la política.

Les explicaré como se utiliza la retórica con fines políticos, utilizando un término de uso común en el lenguaje de nuestros días:

Homofobia y Heterofobia

El diccionario de la RAE considera que este término define una aversión obsesiva hacia los homosexuales, cuando en realidad acudiendo a la etimología la palabra homofobia es una palabra compuesta de dos términos el prefijo homo que significa igual y el sustantivo fobia, que significa aversión o miedo. En realidad, la homofobia, podría ser en sentido estricto, el miedo o la aversión a la igualdad. Pero en este caso, parece que la única desigualdad en este planeta es la que se refiere precisamente a la homosexualidad con respecto a la heterosexualidad.

Cuando consultamos el término heterofobia, sin embargo, no existe como tal en el Diccionario de la RAE, de lo que se deduce que "sólo" puede haber un miedo o aversión a lo que es igual, pero no existe algo parecido a un miedo o aversión a lo que es distinto, evidentemente no existe en el Diccionario de la RAE, porque en la vida real es muy frecuente que sí exista un miedo a lo diferente, de hecho la xenofobia, la alterofobia, serían formas de heterofobia.

Así tenemos que la homofobia es la aversión a los homosexuales (el concepto miedo ha desaparecido) y la heterofobia es la aversión a los extraños, a los diferentes (el miedo también ha desaparecido, solo queda la aversión). ¿Y cómo se llama entonces la aversión a los heterosexuales o la aversión a ser rechazado por motivos de raza?. Evidentemente estos miedos no parecen existir en el lenguaje corriente, porque no interesan políticamente.

Quiere decir que los homosexuales "no pueden ser por norma lingüística" heterófobos y tener aversión a los heterosexuales; y no hay nadie que sienta que puede ser rechazado por su raza, aunque sí hay varias formas de denominar a los rechazadores.

Etnocentrismos

Otro término interesante es el "etnocentrismo" que considera que los valores de la propia cultura o civilización son más importantes que los de otras culturas. Se admite etnocentrismo cuando se refiere al ensalzamiento de la propia cultura sobre las demás, con una excepción bien definida: los nacionalismos.

Los nacionalistas nunca son calificados de etnocentristas, porque defienden "valores socialmente aceptables", defienden su privación histórica con respecto a la cultura hegemónica que ha impedido su desarrollo, entonces el etnocentrismo particular se convierte en un acto liberador, pero sólo en este caso, en los demás se compara al racismo, por ejemplo, los de la cultura hegemónica son etnocentristas "malos" y los de la cultura particular -siempre "marginada, aplastada, y vilipendiada"-, aunque hagan lo mismo, son considerados etnocentristas "buenos".

En las cosas de la semántica, quien hace la definición (o quien forma parte de los grupos de presión que contribuyen a la misma) se lleva el gato al agua; no hay equidad semántica, más bien todo lo contrario, está claro que quienes luchan por la igualdad, tienen un concepto particular de la misma y no aceptan alternativas, hasta el punto de convertir en privilegio la diferencia, y el victimismo en pabellón de modernidad, mientras que los que no compartimos sus definiciones de la realidad no tenemos otra alternativa que ser considerados de todo desde su criterio prevalente de la modernidad.

Cuando se lucha por la igualdad hay que tener en cuenta de que también los nazis y los estalinistas lo hicieron, y no hay nadie que haya hecho más por la igualdad que los maoistas, que quizás sea el método de búsqueda de la igualdad más desarrollado: se anulan la libertad y la identidad, luego se crea una alternativa idéntica, y todos los individuos son considerados clones replicados de un mismo ejemplar.

Esa igualdad fascista que tanto denostamos

A esta forma algunos tienen la osadía de denominarla "lucha por la liberación", cuando en realidad representa la opresión de una mayoría por los intereses sectarios de una minoría, que obtiene privilegios de su "desventaja". Así comenzó la inmersión lingüística en Cataluña, y así está comenzando la "inmersión anómica" en nuestra sociedad. La libertad solo es de los desfavorecidos, los demás, son considerados culpables sin juicio previo, porque son declarados favorecidos.

Por mi parte, prefiero seguir pensando como mi admirado Gustavo Bueno exponía ante un tema como la clonación, que: "la igualdad es imposible, solo aparente y poco útil". Prefiero sus palabras que las de la ministra correspondiente y su corte de igualitarios.

La igualdad, al contrario de lo que ocurre con la libertad, (pues todo el mundo sabe perfectamente si se siente libre o cautivo), aunque objetivamente no esté tan claro, requiere de una "objetivación externa", de un término que nos ofrezca anclaje: igualdad de oportunidades, igualdad ante la ley, igualdad política.

La igualdad social es el epifenómeno resultante de la búsqueda de la igualdad económica que pretendía el marxismo, que ha derivado a nuevos frentes ante la hegemónica victoria del capitalismo. Mientras que el capitalismo premia el esfuerzo, la lucha, y el trabajo, la igualdad los sanciona negativamente, su forma de hacer justicia es concediendo privilegios a quienes se considera perjudicados.

El socialismo busca la igualdad como destino, el liberalismo la busca como punto de partida, he ahí la diferencia entre las sociedades que retroceden al pasado, y las que avanzan hacia el futuro; aquel que trata de destacar por sus propios medios y con sus propios recursos es un futuro aspirante al ostracismo social, porque los únicos que pueden ser diferentes y favorecidos, son precisamente los que el Estado guiado por un gobierno sectario, la igualdad siempre es para los demás, todavía no he visto a ningún igualitario renunciar a los privilegios que se le conceden por luchar por la igualdad, a ninguno.

Los privilegios son potestad del gobierno, solo llegará a quienes se decida desde el sectarismo que caracteriza sus delirantes pretensiones. Fíjense en Cuba o en los países islámicos, allí a los homosexuales son perseguidos, pero nadie dice nada. ¿Por qué?. O en China, todos son iguales y a los que luchan por la libertad los terminan aplastando, y nadie dice nada. ¿Por qué?. Un ejemplo es el desfile de prostitutas y proxenetas
organizado por el Estado chino que se muestra en la fotografía de este artículo. No he visto a ninguna organización feminista lanzar el grito al cielo, por la opresión contra estas mujeres, y resulta sospechoso.

¿No será que la lucha por la igualdad es un instrumento político para establecer nuevas diferencias y favorecer a los afines contra los demás?. Eso no es igualdad, más bien es ventajismo sectario e hipocresía.

Erasmo de Salinas

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