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miércoles, 28 de mayo de 2008

Libertad e igualdad: ¡¡¡FASCISTAS!!!



Enhorabuena Rosa, y muchas gracias.

“I have a dream”: UPyD, una esperanza bajo la guillotina

El 28 de agosto de 1963, en Washington, Martín LUTHER KING empezó su célebre discurso con el “I have a dream”, para expresar su esperanza, su sueño en un mundo de libertad y de justicia, donde todos (blancos y negros) tuviesen los mismos derechos civiles. En 1964, el presidente J.F. Kennedy promulgó una ley que daba, finalmente, también a los negros, los precitados derechos de los que estaban privados.

Guardando las distancias, yo también he tenido un sueño sobre la esperanza que representa UPyD para los ciudadanos y la vida política de España, esperanza que puede verse truncada, sin embargo, si no se toman las medidas necesarias, pertinentes y urgentes para eliminar los peligros que acechan a UPyD y que pueden desvirtuar su proyecto. He aquí mi sueño, que puede acabar en pesadilla.

Desde el punto de vista histórico, el paso de la “Edad Media” a la “Edad Moderna” se produce a través de un período transitorio, el “Renacimiento” (volver a nacer). Durante la Edad Media, la medida de todas las cosas era “Dios”: había una idea teocéntrica de la ciencia, del arte, de la cultura, de la vida, i.e. de todo. Con el Renacimiento, se produce un cambio de paradigma: “Dios” deja de ser el centro y en su lugar es situado el “hombre”; de ahí el término “humanismo” para designar el movimiento intelectual, que rompe con las tradiciones escolásticas medievales y exalta las cualidades propias de la naturaleza humana. En efecto, el hombre abandona la tutela de la disciplina de la Iglesia y se organiza una cultura laica; vuelve la mirada hacia sí y piensa que puede llegar por sí mismo a la verdad, sin la revelación divina; ensalza la importancia de la razón, combatiendo el criterio de autoridad, de donde nace el espíritu crítico, etc. Todo esto trajo consigo cambios importantes y beneficiosos en el orden científico, técnico, cultural, etc., que dio paso a los grandes descubrimientos geográficos y técnicos, a los diferentes Siglos de Oro de los pueblos de Europa y a un cambio de época.

En los manuales de derecho político, se suelen recoger y citar dos axiomas o principios en relación con el comportamiento de los partidos políticos: todos los partidos se proponen conquistar el poder; ahora bien, una vez conquistado, se produce en ellos una metamorfosis, que hace que olviden no sólo las promesas hechas durante la campaña electoral, sino también los principios, los valores y el ideario del partido, y que sólo piensen en incrementar cada vez más su poder y en mantenerse en él el mayor tiempo posible. Esto sería la “Edad Media de la vida política”, donde todo está subordinado a los intereses de los miembros de la “casta política”, i.e. de los “profesionales de la res publica”.

Contra estos comportamientos de los “políticos profesionales” (la “casta política medieval), apareció un antídoto, surgió un “renacimiento político para, entre otros objetivos, acabar con estos comportamientos y poner en práctica otra forma de hacer política. En efecto, como recordó Mikel Buesa, hace unos días, en la primera reunión de la Agrupación Territorial de UPyD de Madrid, en UPyD “no va (sic) haber profesionales que vivan de la política, sino profesionales que se metan en política, que trabajen en la calle, pues la calle debe seguir siendo el escenario de nuestras actividades” (cf. informe de la reunión en la web de UPyD). Por otro lado, precisó, lo importante son los ciudadanos, los seres humanos, las personas.

Este antídoto se presentó, en un primer momento, bajo la marca Ciutadans-Partido de la Ciudadanía. Sin embargo, sus principios activos fueron rápidamente desactivados y neutralizados. Y esta neutralización no solo transformó C’s en un partido como los otros, sino que, a causa de ello, sus militantes, sus simpatizantes y sus votantes abandonaron la salvadora y esperanzada arca de Noé. Ante este vacío y este desamparo, UPyD vino al mundo, el 29 de septiembre de 2007, con la pretensión de recoger el testigo abandonado por C’s y ser no un “nuevo partido” sino un “partido nuevo”, como asevera reiteradamente Rosa Díez en sus intervenciones públicas y privadas.

Esta nueva actitud ante el hecho político (los militantes de UPyD no somos profesionales de la política) y este nuevo paradigma de la vida política (los ciudadanos, los seres humanos, las personas son lo importante) deben ser el fermento, la levadura (como lo fue en el Renacimiento el “hombre” que ocupó el lugar de “Dios”) que va a permitir “regenerar la vida política” y dar lugar a un “Renacimiento político”. La esperanza y las expectativas creadas en muchos ciudadanos no sólo de las distintas CC.AA. de España. (cf. resultados electorales del 9 de marzo) sino también de Europa dan testimonio de ello. En efecto, también en Europa se observa con curiosidad y con atención los primeros pasos de este “partido nuevo”, UPyD, para imitarlo en la Europa de los “viejos partidos medievales” (cf. el posicionamiento de François Bayrou, que obtuvo el 18,3% de los votos en las últimas elecciones presidenciales de Francia, en el hilo “François Bayrou. ‘Ciudadanía’” del blog Ciudadanos en la Red, del 26 de mayo de 2008).

Ahora bien, esta esperanza, estas expectativas pueden verse truncadas y el sueño puede acabar y acabar mal, como una pesadilla, si no actuamos decididamente, sin complejos y sin cálculos “politiqueros”, contra los peligros que acechan a UPyD. Nuestra responsabilidad y, sobre todo, la de aquellos que tienen el poder de decisión y las competencias para que el proyecto, el ideario y los valores de UPyD no se desvirtúen es enorme. Está en juego un “cambio de época política”, está en juego el renacimiento de la “democracia participativa y directa” de la antigua Grecia, que debe permitir situar a los ciudadanos, a las personas, en el epicentro de toda la actividad política.

Por eso, creo que no se puede no ser beligerante y que se debe incluso ser intransigente cuando están en juego los principios, los valores y el ideario de UPyD. Cualquier otra consideración, cualquier otro cálculo “politiquero” o “politicastro” (“no es el momento”, “estamos inmersos en una campaña electoral”, “estamos preparando el congreso”, “no es bueno lavar los trapos sucios en público”, “sería tirar piedras contra nuestro propio tejado”...) creo que no son de recibo y deberían ser rechazados. Comunicación multidireccional, crítica y autocrítica sin paños calientes, participación e implicación de todos los militantes y simpatizantes, transparencia, respeto escrupuloso de los principios éticos y democráticos, ... sin esperar más y sin cálculos “politiqueros”, estos deberían ser los banderines de enganche de los genuinos afiliados y simpatizantes de UPyD.

Manuel I. Cabezas

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