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martes, 2 de diciembre de 2008

Hay que vivir..., amigo mío


Dos años antes de su muerte (29/XI/06)-exactamente-, se publicó este homenaje a Joan Baptiste Humet en Ciudadanos en la Red.En aquella ocasión, no provocó ningún comentario, tal vez ahora, con su muerte, rescate algunas palabras del silencio. Se merece nuestro tag de "ilustre ciudadano".

Admiro a Humet, desde que le conocí. Siempre me gustó su estilo personal, diferente, de soñador, arrepentido por no haber soñado más. No hace mucho, en el 2004, ha sacado un nuevo disco, “sólo bajé a comprar tabaco”, para recordarnos que 18 años de silencio no son demasiados.

¿Quién es Joan Baptiste Humet?, él mismo nos cuenta cómo llegó al mundo en su interesante blog, en el que no se habla sólo de música:


“Como mi madre tenía plena confianza en su cuñado Agustín, médico titular de su pueblo, fue allí a parir a tres de sus diez hijos. Uno de ellos era yo. Nací la noche del 4 de enero de 1950, en Navarrés, un pueblo agrícola del interior de Valencia. Volví en brazos de mi madre a Terrassa, la ciudad donde vivía la familia, ya numerosa por aquel entonces. Mi padre era industrial de tejidos, tenía una fábrica de pañería que no resistió los embates de la crisis industrial catalana de finales de los 50 y tuvo que venderla. Creo qué fue entonces cuando él empezó a sentirse libre”.

De la libertad nos habló este Joan, saltándose las normas de su tiempo y trascendiendo la órbita de la protesta, habitual por entonces, algo que siempre era más de lo mismo. El cantautor mal entendido, nos hablaba de Libertad con mayúsculas, no de liberarse de la opresión, sino de desprenderse del destino.

Él, Leonard Cohen, y Paco Ibáñez, han sido mis predilectos, en ese arte de abrirte el corazón con la palabra. He llorado escuchándole, como también me ocurrió leyendo las palabras reunidas por Stephen Zweig, en algún relato magnífico, que son todos. O los poemas de Miguel Hernández, siempre.

Joan se describe deprisa

“Tengo 54 años, nací en Navarrés (Valencia), me crié en Terrassa y vivo en Barcelona. Fui cantautor, he sido asesor de comunicación durante 18 años, y ahora vuelvo a cantar: me atrae comunicar. Tengo tres hijos (28, 21 y 3 años), ¡y viene otro! Soy de izquierdas, pero no maniqueo. Quiero seguir a mi corazón. Siempre he ido por libre”.

En una entrevista de la Vanguardia, realizada en noviembre de 2004, le describen así:

“Fue siempre un cantautor inclasificable, ni muy minoritario ni muy de masas, sin etiquetas, ajeno a grupos o corrientes, ni de la cançó ni de nada. Fue su encanto, y a la vez lo que le hurtó un lugar en los ficheros de nuestra historia musical. Las letras de Humet eran las de alguien al borde del sendero y a punto de largarse campo a través. Y eso hizo. Le pregunto si se arrepiente. "¡No! Me puse en trayecto para buscarme, para reconocerme, ¡y no he perdido el tiempo!: encontré a los otros". Importa el trayecto, me dice, y esta enseñanza: "La vida se te revela en cuanto te abandonas a ella".

Hace unos años, le pregunté a una dependienta joven de la sección musical de El Corte Inglés, si tenía algo de Humet, consultó su ordenador y tras unos instantes me dijo: “no, no señor, está “descalificado”, me quedé en silencio unos segundos y prorrumpí con una voz grave: “querrá decir desclasificado, señorita, por que si estuviera descalificado, también lo estarían muchas de las emociones que sentí en el pasado y a eso me niego por completo”. Me miró absorta, y me despedí, dándole las buenas tardes, creo que se quedó pensando que no estaba bien de la cabeza.

Pero hoy quería hablar de Humet por otra cosa, Joan Baptiste Humet, así, como suena, en la época de Franco, hizo canciones en catalán y en castellano, era valenciano de nacimiento y afincado en Terrassa desde los pocos días.

Lo tuvo fácil, muy fácil, en aquellos momentos, sólo tendría que haber cantado en catalán todo, todo el tiempo, y la inversión cultural, lo hubiera elevado al panteón de notables; pero él prefirió seguir vivo, aunque en silencio.

Me recuerda a Mina, (una de mis favoritas, también incuestionable), cuando descendía su voz hasta el susurro, sabiendo a donde podría llegar si la elevara, pero le divertía ser libre de nuestro deseo.

Joan Baptiste Humet, se quedó ahí, haciendo un guiño a sus seguidores, callado, para no cantar en tiempos de himnos a la medida. Hoy escribe crónicas de viajes en su blog, y sigue soñando. Realmente admiro a Humet, por saber irse y saber volver, por haber estado siempre entre nosotros, habiéndose ido.

Ahora vuelve a cantar, él sabrá por que lo hace. Pero sobretodo aplaudo a Humet, por haberse desligado de su tiempo, por haber cantado a los yonkis, a los emigrantes, a las putas, a los homosexuales, al amor, al dolor, al sexo, a la edad, al campo y a la ciudad, a la miseria humana, a la muerte, a la vida, y al silencio; cuando la mayoría cantaba exclusivamente a su propio futuro, él no, él cantaba para los demás, para todos nosotros, pero fundamentalmente, para sí mismo.

Otro día les hablaré de Paco Ibáñez, con el que tantos galoparon hasta alcanzar el poder, pero él prefirió quedarse en tierra, las tierras, las tierras, las tierras de España..., a pie, con la dignidad por único equipaje.

Os dejo su web oficial, en la que escribe, y lo hace muy bién:

Joan Baptiste Humet

o sencillamente leer ésto:
Historia de una Herencia (sinceridad, honestidad,y grandeza humana a raudales, que ejemplo para otros... No me equivoqué contigo, Humet, ¡gracias por no decepcionarme!)

Para los que no le conoceis os dejo la letra de una de sus canciones, a mi me gusta.

Sólo soy un ser humano

A menudo yo me siento
tan cansado,
como si de todas partes apuntaran hacia mí.

En el metro se me empuja,
casi pierdo el brazo,
se me empuja en el trabajo con el mismo frenesí.

Entro en unos almacenes,
veo como me vigilan,
aún así les he pedido una boquilla
y me traen unas sartenes.

Que no, que no, viejo,
sólo soy un ser humano,
vivo en paz,
como de lo que gano
y sólo aspiro a ciudadano.

Sólo soy un ser humano,
no me aprietes tanto, que me haces daño,
no te apoyes en mí, toma mi mano.

Pido fuego a una muchacha
y ni se ha enterado,
y a un taxista despiadado
le he firmado un pagaré.

Me presento en una fiesta,
vaya compromiso,
y un soldado de permiso
no ha dejado un canapé.

Me decido a ir al dentista,
se me cuela una señora,
le dedico una mirada inquisidora
y me da con la revista.

Que no, que no, viejo,
sólo soy un ser humano,
vivo en paz,
como de lo que gano
y sólo aspiro a ciudadano.

Sólo soy un ser humano
no me aprietes tanto, que me haces daño,
no te apoyes en mí, toma mi mano.


Enrique Suárez Retuerta (29/XI/06)

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