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lunes, 5 de enero de 2009

Los escudos humanos de Hamás en Gaza

Sin cejas no hay paraiso

En 1957, León Festinger, un psicólogo de origen ruso, publicó un interesante trabajo: A theory of cognitive dissonance.

En su obra considera que, las personas que han hecho alguna cosa motivada fundamentalmente por sus creencias y sentimientos (convicciones), difícilmente se apean de la burra, aunque las conduzca directamente al precipicio o el desasosiego.

Los seres humanos somos así de irracionales, por eso se explican conductas como casarse con alguien con quien se tienen problemas graves antes del matrimonio, arruinarse por no deshacerse a tiempo de negocios descalabrados, o quedarse sin una ficha mientras se apuesta repetidamente al 32 en la ruleta.

El reino de las posibilidades estadísticas, que forma parte del mundo racional, nada tiene que ver con el reino de nuestras fantasías, que forma parte del mundo irracional. La probabilidad de que el gobierno de Rodríguez Zapatero resuelva los problemas colectivos de los españoles se aproxima a cero, mientras aumentan los creyentes que vaticinan que solucionarán todos nuestras vicisitudes públicas y sociales, para eso son socialistas.

Así, cuando hacemos una elección que termina suponiendo unas consecuencias inesperadas y desagradables, normalmente preferimos permanecer en el error, antes que rectificar, que sería lo más inteligente. No sólo eso, sino que para justificar nuestra tozudez estúpida, acabamos encontrando racionalizaciones que puedan hacernos ver nuestros errores como fatalidad del destino, antes de que admitamos que nos hemos equivocado.

La burbuja electoral

El fenómeno de Rodríguez Zapatero responde especialmente bien al modelo psicológico de “mantenella e no enmendalla” para sus electores: once millones, aproximadamente. De esta forma, se pueden explicar los resultados de la encuesta realizada por El Mundo, en la que el PSOE mantiene una intención de voto que supera en tres puntos a la del PP.

Es fascinante ver como la tenebrosa realidad que nos aguarda, todavía no afecta la credibilidad en Zapatero para sus votantes, porque este singular personaje ha cruzado la frontera que separa a los héroes de los simples mortales. Zapatero se ha convertido en un fenómeno religioso, inmune a los errores, porque está vacunado con la creencia en que todas sus decisiones provienen de las mejores intenciones. Una auténtica proyección dinámica la que hacen sus electores con su elección, que sobrepasa el campo de los silogismos para entrar en el de los misterios y los milagros: si nosotros somos buena gente y elegimos a Zapatero -dicen sus votantes-, él también es buena gente y hará todo lo que pueda por nosotros.

De lo que se deduce que Zapatero nunca se equivoca, en todo caso, es la realidad inhóspita la que se contrapone a su buena voluntad, sus mejores intenciones, sus magníficos deseos. La confianza de sus votantes en Zapatero va más allá de cualquier justificación racional, forma parte de las creencias, de la comunión mesiánica.

Cierto es, que también ayuda en el proceso de transustanciación, la triste figura del representante de la oposición, porque en último extremo la inmensa mayoría de los españoles comparte que siempre será mejor sufrir con Zapatero que padecer con Rajoy, al menos, Zapatero, con sus defectos y errores, se crece ante la dificultad y “defiende la alegría”.

Zapatero es un líder de una fortaleza imperturbable. Se empeñó en ampliar el G-20 contra el “imperialista” Bush (amigo de “Ánsar”) y en Washington estuvo, en una silla prestada por Sarkozy, pero estuvo. Se empeñó en dialogar con ETA y le estallaron la T4 en los morros, pero ¿cuántos etarras han caído en Francia?.

Se propuso igualar la sociedad de los españoles y las españolas y ahí está el matrimonio de homosexuales, y el negocio de la violencia de género –que con tasas equivalentes en nuestro país durante los últimos ocho años (3 casos por millón de mujeres), y mucho más bajas que en la mayoría de los países europeos- detrae numerosos recursos y proporciona muchos puestos de trabajo para la cofradía feminista. Se propuso incorporar emigrantes al mercado laboral de nuestro país y ahí tenemos que la primera bolsa de parados está formada por emigrantes, que se quedarán a vivir del erario público hasta que vuelva a haber trabajo para todos.

Dijo que no habría crisis para triunfar en las elecciones, acusó a todos los discrepantes de agoreros, estamos en la crisis más importante de los últimos cien años, pero eso no afecta a su credibilidad. Sus votantes están seguros de su omnipotencia, si mañana se propone que España vaya bien, España irá bien, aunque sea el único país del mundo que lo haga. Y aquí tenemos a la mitad de los compatriotas esperando el milagro.

El fetiche de las cejas

Zapatero se ha convertido en un presidente fetiche para mucha gente que necesita creer en algo diferente, ahora que se ha ocupado de retirar los crucifijos de las escuelas y devaluar cualquier presencia social de la iglesia católica en España. La Educación para la Ciudadanía ofrecerá los valores y principios necesarios para que nuestros hijos no se conviertan en delincuentes mientras podamos mantener sus expectativas. La “buena gente” necesita motivos para creer –sobretodo los votantes del PSOE que ven como se depauperan paulatinamente mientras sus representantes se forran-, y ahí está Zapatero para ocupar el vacío de sus necesidades espirituales, que no materiales.

Con el reparto financiero de las autonomías se ha visto como alguien de la talla política de Zapatero ha sido capaz de contentar a todo el mundo prometiéndoles lo que le pidan. Todos contentos con más dinero y el Estado cada día más escuálido, empobrecido y desvalido, ante esta escuadra de zapadores.

De la nación ya no merece la pena ni acordarse, porque Zapatero la ha dejado en un atributo más de la memoria histórica. Y de la Constitución, ¿para qué necesita Zapatero una Constitución si tiene los votos, como su amigo el presidente de Venezuela, Hugo Chávez?.

El problema surgirá cuando muchos de los votantes de Zapatero tengan que abandonar sus hipotecadas viviendas, malvendiéndolas, por no poder pagar los préstamos, tras haber perdido el trabajo, y el subsidio de desempleo, pero para que eso ocurra al menos tendrán que pasar un par de años, y los votantes de Zapatero están en la certeza de que su carismático líder, resolverá antes la crisis económica española –ya ha dicho (y ha sido el único), que para abril comenzaremos a remontar la crisis- posiblemente, si se lo propone, consiga pleno empleo en España durante esta legislatura, piensan sus votantes.

Conociendo el carácter de los españoles, Zapatero se paseará impunemente por el borde del abismo, hasta que una corriente de aire, del exterior o del interior, lo convierta en el “chivo expiatorio” de todos nuestros males.

Es lo que tiene ofrecer más de lo que se puede dar a los que esperan de un Gobierno más de lo que se merecen recibir. Si sale bien, la jugada te eleva a la gloria, pero si sale mal, te conduce directamente a la ignominia, la abominación y el patíbulo electoral.

Quién apuesta su suerte, como Zapatero, al favor de los creyentes, vendiendo su alma al Mefistófeles de la fortuna electoral, fundamentándose en el engaño colectivo y la patraña como bandera, sólo dispone de dos alternativas para atravesar el destino: convertirse en dios omnipotente – etapa en la que nos encontramos – o en cristo crucificado –la próxima etapa-, para redimir a sus seguidores de sus propios errores, por no haber sabido cumplir con la confianza que en él depositaron.

Si las cosas van bien para todos –algo realmente imposible- entonces todos se felicitarán por su acierto, pero si van mal –algo que ocurrirá con seguridad- , Zapatero será la primera víctima de su triunfalismo. Quienes hoy le ensalzan, están condenados a denostarlo mañana, y lo peor, es que todavía no lo saben, porque Zapatero es tan hábil que está pagándoles la deuda del presente, con su propio futuro –el de sus votantes-, los favores recibidos.


¿A dónde vamos?


Zapatero es el primer presidente español que hipoteca el mañana para seguir viviendo hoy. Nuestros hijos pagarán sus errores, y los de todos los que le apoyaron en su día. Zapatero está abriendo en estos momentos una deuda con el futuro que no podremos saldar durante las próximas décadas.

Zapatero se está cargando, definitivamente, el sistema democrático, aquel modelo en el que los ciudadanos confiaban en los políticos y éstos hacían las cosas lo mejor que podían o sabían. Sin embargo, hay que agradecerle algo, que nunca los ciudadanos españoles se darían cuenta de lo que es la expoliadora clase política en España, como con alguien tan inútil como Zapatero y su corte.

Zapatero remeda a un agujero negro, que destruye la realidad como si nunca antes hubiera existido; es capaz de tragarse la Constitución, la nación, el estado, la tradición y la historia de España en un año, y convencer a sus seguidores de la belleza, la bondad y la virtud que proporcionan la nada y el vacío.

Con tal de seguir en el poder, nos convencerá de que España nunca existió, y que jamás hubo una Constitución que los españoles nos concedimos en 1978, todo eso fue una horrible pesadilla, de la que él, nuestro salvador, ha logrado despertarnos.


Biante de Priena

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