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jueves, 12 de marzo de 2009

El jurásico político llega a su fín

Los españoles estamos hartos de los partidos políticos, pero no podemos prescindir de la política para regular nuestra convivencia, el mundo de las cosas públicas, las instituciones, el futuro.

La democracia representativa está dando sus últimos coletazos, porque los partidos políticos no soportan la luz y los taquígrafos, el examen público que se establece desde internet: el quinto poder será ciudadano.

Los partidos políticos actuales son un vestigio de organizaciones jerárquicas fundamentadas en el orden teocrático, que distorsionan el ascenso de los mejores, y permiten la escalada de los peores, de los menos formados, de los más astutos, y los que tienen menos escrúpulos. La ciudadanía lo sabe.

La democracia debe evolucionar a cotas de mayor participación ciudadana, con un control directo y público de las gestiones políticas. La desconfianza en los políticos convencionales ha rebasado todos los límites. La corrupción es el veneno de su suicidio.

La gente quiere tener el derecho a decidir y hoy es posible, no sólo elegir a un representante en las urnas, que luego haga lo que le parezca bien a los dirigentes de su formación y se olvide de quien lo ha elegido, sino saber en todo momento que es lo que se está haciendo con su voto, que al final es su confianza, la máxima manifestación de su soberanía.

Dicen los estudiosos de la sociedad que la actual crisis que estamos viviendo es una crisis de desconfianza general, exactamente es eso. La gente no confía porque ha tenido pruebas suficientes de que será defraudada en todas las circunstancias posibles.

A comienzos de este siglo en el que estamos, surgieron posibles alternativas, formaciones políticas organizadas ante el hartazgo de la corrupción y la ausencia de democracia en las grandes organizaciones partidarias: PSOE y PP, y los partidos nacionalistas, engendros más propios de las sociedades feudales.

Algunos nos acercamos a esas nuevas formaciones para explorar su bondad política, su coherencia entre discurso y realidad, su congruencia con las necesidades de los representados y no las de los representantes. Y la decepción ha sido enorme, demasiados testigos de que lo que se ofrece públicamente y lo que se produce internamente no coincide para nada.

Ciutadans y UPyD son formaciones políticas convencionales, exactamente iguales que las que piensan destronar, sin democracia, sin igualdad, sin libertad, sin justicia en su seno, que más recuerdan en su estructura a un bodrio estalinista con un comité central y una legión de seguidores analfabetos. Esa es la modernidad que ofrecen, no es lo que se esperaba, por eso somos muchos los defraudados.

La alternativa a estas mezquinas propuestas debe ser algo diferente, más próximo a los ciudadanos, un movimiento horizontal en el que los dirigentes no sean impuestos por los aparatos de los partidos, sino elegidos democráticamente entre los mejores.

La sociedad española está construida a la imagen del poder de los partidos políticos, como un espejo que refleja todas sus miserias. Si no rompemos el espejo, jamás podremos liberarnos de la corrupción, del amiguismo, de la inequidad, de los enchufes, del tráfico de influencias, de los pelotazos.

Los partidos políticos son los dinosaurios institucionales de nuestra época, es hora de que se extingan, tal vez también es hora de que hagamos lo posible para procurar su extinción. Los hay grandes como el PSOE y el PP, medianos como los partidos nacionalistas, y pequeños como Ciutadans y UPyD, pero todos son dinosaurios. Los partidos políticos son auténticos depredadores de los recursos públicos, y sus víctimas debemos organizarnos ante su desmesura o acabarán con todo.


Biante de Priena

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