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lunes, 29 de junio de 2009

Cuando la política es estafa y nada más

Quizás una de las mejores formas de comprobar el impacto social de los mensajes persuasivos, es la de comparar la publicidad comercial con la propaganda política. Ambas tienen la pretensión modificar la conducta de la gente para promover lo que venden, pero también mantener el redil de consumidores habituales.

La política ha derivado definitivamente en propaganda, ni democracia, ni libertad, ni justicia, ni pluralidad, ni tolerancia, ni respeto al prójimo. Al contrario de las hoy trasnochadas hipótesis keynesianas, que estimulan la demanda para que la oferta se recupere, pero todavía utilizadas por Rodríguez Zapatero y la diva Salgado, las técnicas de persuasión recorren el camino inverso, tratando de tirar de la demanda desde la oferta, que se disfraza de lo que haya que disfrazarse para lograr sus objetivos.

Ciertamente, la publicidad y la propaganda no influyen en todas las personas de igual manera. Quienes tienen un criterio bien construido, eligen por sí mismos, en mayor proporción de los que no lo tienen. Quienes cuentan con más recursos culturales, económicos, e intelectuales consumen de forma diferente a quienes cuentan con menos. En fin, quienes están acostumbrados a tomar decisiones bajo riesgo, inmediatas, o que repercuten en los demás, también consumen de forma diferenciada, que quienes tienen que tomar pocas decisiones en su vida.

La población más influenciable por la publicidad y la propaganda es la masa informe de ciudadanos poco diferenciados. La masa es un objeto de deseo para los técnicos en marketing, los publicistas, los propagandistas políticos, y los predicadores.

La publicidad maneja la información de tal forma que nos presenta lo mejor y oculta lo peor de los productos de consumo. El valor de las cosas ya no se mide por el precio, sino por la publicidad. Posiblemente la fórmula de valor = precio + publicidad tenga rango de regla universal.

La política se ha mercantilizado de tal forma que ha dejado de respetar al ser humano, para convertirlo en un recipiente que se debe atiborrar de mensajes concretos que no puede desconocer, quien no conoce lo que se cuenta, lo que se dice, de lo que se informa o desinforma no puede ser reconocido como un ciudadano.

En el caso de la política, el engaño es mucho más dañino que en la publicidad, porque esta todavía se encuentra regulada por ley, pero en política se puede mentir, se pueden hacer declaraciones de intenciones y se puede eludir cualquier responsabilidad. Los políticos nos estafan públicamente, nos mienten, nos toman el pelo, no respetan como iguales a los ciudadanos, y además son habitualmente irresponsables de la mayoría de sus hazañas.

Ahora mismo, en este país, hay un Presidente del Gobierno que ha mentido a los españoles, primero diciendo que España no sufriría la crisis económica mundial como los demás países de su entorno, que prometió pleno empleo al acabar la legislatura, que está poniendo en precario el futuro energético de este país. Hay un ministro de trabajo que maquilla las cifras del paro, un ministro de industria que no ha sacado adelante ni uno de los planes que ha planteado, una ministra de economía que no tiene ni idea de economía, un ministro de fomento que a duras penas puede concebir que es de lo que trata su ministerio.

Evidentemente en un país que se respetara a sí mismo, con unos ciudadanos que se respetaran a sí mismos, esto no podría ocurrir, si aquí ocurre, no es tanto por la estafa organizada, que nos va a conducir a ser de nuevo un país en vías de desarrollo, sino por la masa, esa masa que cobra el paro, esos trabajadores del Plan E que hacen obras para favorecer a alguien que procura los recursos, esa masa que se fundamenta en el miedo heredado de Franco de que pasará el día después si no se vota, esa masa que piensa que no cobrará las pensiones, que los problemas crecerán aún más si no acuden a las urnas, esa legión de advenedizos que se ha instalado en la beneficencia pública del Estado Providencia que se han montado entre el PSOE y los sindicatos de clase. Un excelente negocio para todos los que trincan y los que hacen trincar a los afines.

Y clama al cielo que desde el principal partido de la oposición, tengan graves problemas porque su tesorero se haya pringado, cuando en total, todo el dinero que ha podido estafar el PP a los ciudadanos, no es siquiera el 1 % de lo que está estafando el PSOE, y digo bien, estafando el PSOE, porque dar subvenciones a quien no se lo merece es estafar, pagar sueldos astronómicos a quien no se lo merece por ser compañero de partido es estafar, mantener asociaciones afines con el supuesto criterio de un interés general es estafar, al igual que se hace con las partidas para silenciar los sindicatos y sus miles de liberados, o a otros partidos políticos, para que sigan respetando la estafa, o pagar parados que lo han sido toda su vida porque son unos vagos indecentes, también es estafar, al igual que tapar los agujeros de bancos y cajas de ahorros para que no se descubra la gran estafa a que hemos sometidos los ciudadanos españoles.

Si a Madoff le han caído 150 años por su estafa piramidal, no quiero pensar si todo lo que ha encabezado Rodríguez Zapatero se juzga algún día, posiblemente la mayoría de los políticos de su partido y de otros partidos tendrían que pasarse en la cárcel el resto de su vida, y todavía nos deberían muchos años en compensación por los daños causados.

Esto es lo que hay y no habrá nada diferente, hasta que los ciudadanos que no estafamos a nadie nos pongamos de acuerdo y bajemos del pedestal a todos los delincuentes que han convertido la política en un suculento negocio. No es por meter prisa, pero urge la intervención inmediata, cuanto más tardemos en hacer algo será peor para todos, porque la codicia de los políticos solo es comparable a su soberbia, y el desprecio que sienten por quienes les encumbran. Si los que acuden a votar son también estafadores o en su defecto, creyentes o idiotas, es algo que me reservo. Votar ya no tiene nada que ver con la democracia, sino con la estafa. Votar es favorecer la estafa pública de los políticos, tras cada votante irresponsable que ha votado por un partido político, y comprueba que este está estafando a sus conciudadanos y no hace nada, ni siquiera reclamar, ni salir a la calle, ni pedir responsabilidades, y se calla como un imbécil, hay también un estafador a todos los demás ciudadanos.

Porque los electores que acuden a votar, son responsables de lo que ocurre, mucho más que los que no nos hemos acercado a las urnas. Creo que cuando se haga una auditoría general, y se alcance la suma total de la estafa, a los que han acudido a las urnas, les deberían subir los impuestos en proporción a los desaguisados que hayan provocado, y si están cobrando el paro, retirarles la subvención pública, tal vez así aprenderían a no joder a los demás.

La política es el único negocio en el que los que no participan en él pagan igual que si hubieran participado, eso es absolutamente injusto. Si la estafa es un espectáculo, que lo paguen los que disfruten con él. Esto no es el Estado del Bienestar, es la Gran Estafa del Bienestar exclusivamente para los aprovechados y el Estado del Malestar para todos los demás. Sin justicia, sin restitución, no hay futuro para nadie.

Biante de Priena

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