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martes, 8 de diciembre de 2009

Zapatero, historia de una ocurrencia


¿Por qué nadie hasta hoy se ha atrevido a escribir una biografía, aunque sea inacabada, del Presidente de Gobierno español tras cinco años de ejercicio en sus funciones?; motivos hay suficientes para exposición, al menos, de unas crónicas, tanto por las cosas que ha dicho, como por las que ha hecho, como por las que no ha dicho y no ha hecho. El personaje brinda emociones singulares para hacer una novela picaresca o de caballerías, géneros tan habituales de la literatura española, pero ni siquiera un comic ha desgranado su inefable devenir; lo más próximo a una historia de vida ha sido aquel libro del profesor Gustavo Bueno en el que describía el pensamiento Alicia. Ni desde el pesebre más irredento y satisfecho, ni desde la crítica más escarnecida y hostil, ni desde la perplejidad o el pasmo, se ha procurado una mísera consideración literaria del héroe de las cejas pobladas, el acomplejamiento circunflejo y los hombros encogidos.

Quizás sea un tema tabú de los tiempos políticamente correctos contar su vida, tanto para los que viven cómodamente de su existencia y no se atreven ni a mentar al Mahdi, no vaya a ser que les procure el ostracismo de la SGAE y el Ministerio de cultura, como para los que no dejan de echar pestes sobre el adefesio y su pantomima inacabada. Creo que si alguien se ve obligado a proclamar al mundo su osadía incomensurable, estamparía en la portada del libro el título que ofrezco para este artículo: “Zapatero, historia de una ocurrencia”.

El comienzo de la obra

Todo comenzó tras la marcha de Felipe González, el melón de la sucesión estaba abierto en aquel congreso del PSOE del año 2000, en el que nuestro personaje obtuvo la Secretaría General del partido por nueve votos contra Bono que representaba la continuidad, y por muchos más contra Matilde Fernández que era representante del guerrismo, y contra Rosa Díez que a la larga terminó forjando esa marca blanca del partido que es la UPyD. Merece atención este momento culminante de la historia del partido del cambio y los cien años de honradez, que terminó organizando el GAL, FILESA, la expropiación de Rumasa y Banesto, y que nunca estuvo muy claro cuál fue el papel que jugó en el Golpe de Estado del 23-F. En realidad, Zapatero y Rosa Díez compitieron contra la confrontación eterna entre el felipismo de la posibilidad y el guerrismo de los orígenes. Zapatero venció a Rosa Díez, en la representación de la tercera vía, porque daba menos miedo, era más joven, no había participado de forma destacada en las cochambres del felipismo y al menos había estudiado derecho -que en el partido también hay clases-, llevándose el gato al agua. Esa fue la primera ocurrencia.

El 11-M estará adherido para siempre a la historia del actual Presidente del Gobierno de España, por mucho que se empeñen los socialistas en señalarnos a Aznar como su máximo responsable. Si no hubiera sido por qué tres días antes de las elecciones del 14 de marzo de 2004 se produjo en Madrid el atentado islamista más importante de Europa, sobre el que todavía quedan algunas cosas importantes por esclarecer, Rodríguez Zapatero no hubiera llegado a La Moncloa, al menos en esas elecciones, tal como recogían las encuestas. Esa fue la segunda ocurrencia.

El providencial atentado contra la democracia española, una campaña extrema de difamación urdida desde el PSOE contra el PP, y una deslealtad inusitada del partido de la oposición contra el partido en el Gobierno, bajo los pabellones del “todo vale” y “el fin justifica los medios”, hicieron posible que un personaje atenazado por sus enormes complejos tuviera la oportunidad de superarlos utilizando España como diván y laboratorio de sus ocurrencias.

Porque Zapatero, más que en las urnas, comenzó su andadura arrebatando el poder a los instintos más nobles de los electores españoles que habían sido víctimas inmediatas de la mayor crueldad del islamismo fundamentalista en el Viejo Continente, un hito de inmensa violencia e insania es el pedestal sobre el que se erige la égida de este malandrín sobrealzado por el destino, que se adueñó de la conciencia social de este país, enarbolando la bandera del descrédito del adversario que estaba en el Gobierno de todos los españoles. A golpe de SMS y propaganda advenediza del sindicato de la ceja se hizo con el poder del Estado y el beneplácito de los medios de comunicación afines, heredó una situación económica con el superávit más elevado de la historia de España para conducirnos a la situación más precaria de occidente. Tomó el poder en las urnas al descuido, contra las encuestas y el sentido común. Así llegó Zapatero al poder, gracias también al comportamiento insulso, abatido y cobarde de un PP dirigido por ese otro personaje inefable que es Rajoy, sin cuya extravagante cadencia nada de lo ocurrido hubiera sido posible.

Al PP le faltó cintura e inteligencia para saber administrar a su favor la alianza circunstancial que se estableció entre el terrorismo y el PSOE para alcanzar el poder; una vez más, la acomplejada derecha española eligió la honra antes que las naves, porque si hubiera mostrado que votar al PSOE era apoyar los intereses de los islamistas –solos o acompañados- que habían atentado contra los españoles, sin duda hubiera triunfado en las elecciones, pero alguien decidió no hacerlo, quizás para evitar aún más dolor a los ciudadanos de este país, y en consecuencia, aquella extraña debilidad nos está saliendo muy cara. Me consta que Álvarez Cascos y alguno más dentro del PP, vieron la jugada con extrema claridad, pero alguien –Aznar o Rajoy- decidieron no intervenir y consintieron la usurpación infame, para evitar males mayores. Ese fue el clima que hizo presidente del Gobierno de España a Rodríguez Zapatero.

El desarrollo insoportable

A partir de entonces, un novato sobrealzado por el destino y la casualidad, sobre el que ni su mismo partido daba crédito a su triunfo, se dedicó a administrar la baraca. Pero había que mantenerse en el poder y para ello, no dudó en continuar su huida hacia delante contra todo lo existente pidiendo perdón a los agresores, al tiempo que se aliaba con todos los rivales del bienestar común hasta el enaltecimiento de la extravagancia, contra el Partido Popular de Mariano Rajoy absolutamente noqueado. La fiesta para los "descamisados" -reales o imaginarios-dio comienzo, bajo el lema del descamisamiento proveerá.

Se abrieron todos los armarios, había que orear este país que apestaba a naftalina y humedad, concedió a los nacionalistas –el enemigo interior del bienestar de todos los españoles- lo que nadie se hubiera atrevido a brindarles, para tener asegurado su apoyo. A partir de entonces, con el cordón sanitario con que cinchó a su principal adversario, comenzó a elaborar su programa mesiánico de “otro mundo es posible”, mejor dicho, de otro enmascaramiento es posible, porque el socialismo desde la caída del muro de Berlín lo único que puede proponer es enmascaramientos de la realidad, sea con la nueva plaga del cambio climático, el antibelicismo de imponer la democracia en países musulmanes, o la propaganda por la apropiación debida de los desposeidos, mientras van perdiendo su trabajo. La cruzada por la aniquilación de la individualidad de los seres humanos y sus derechos fundamentales, promoviendo su exclusiva consideración social, como referentes materiales y objetivos (contribuyentes, consumidores, electores, usuarios) y no como referidos y subjetivos (ciudadanos y soberanos), había comenzado.

El Presidente del Gobierno español ha utilizado la democracia para establecer su pequeña dictadura cultural, económica y política de corralito, con el aplauso de todos los sectarios que le apoyan, que no son pocos. Nadie podrá decir que no ha aportado nada a la política, porque su gran adquisición más depurada es el multisectarismo fundamentalista: organización del poder en sectas establecidas dentro del Estado que se han ido adueñando de la cultura, la economía, la política, la comunicación y la potestad de conceder bienestar a sus seguidores a costa del malestar ajeno.

Durante el franquismo el Gobierno iba misa los domingos, con Zapatero, el Gobierno se va de botellón bien entendido los sábados y no se pierde un acto de todas las sectas los domingos, que se han hecho fuertes a su sombra, con el dinero pagado con nuestros impuestos. Que la Iglesia cristiana recibiera 1 millón de euros al mes durante la transición es denunciable, pero que cada mes las sectas de Zapatero reciban 100 millones de euros es progreso; siempre considerado como una compensación histórica antes que como una tomadura de pelo, sólo hay que adornarlo debidamente, y para eso, este régimen también ha organizado su cloaca de reptiles.

El único problema de la geometría social de Rodríguez Zapatero somos los seres humanos que no encajamos en su oferta de la realidad, por eso comienzan a surgir los crímenes de Estado contra individuos concretos: Diego Pastrana Viaco, Aminetu Haidar, las víctimas del terrorismo, los pescadores del Alakrana, y lo que es aún más peligroso para nuestra sociedad, algo que carga poderosamente de violencia a los individuos y que traerá consecuencias imprevisibles en los próximos meses, me refiero al acoso permanente de los furibundos talibanes de la ceja que para establecer el nuevo sincretismo sectario deben abolir cualquier presencia de los símbolos que nos han proporcionado identidad a lo largo de la historia: nuestra identidad nacional, los símbolos del cristianismo, la historia de España, la tauromaquia, las relaciones de pareja estructuradas, el consumo de tabaco y alcohol, o la idiosincrásica siesta nacional, mientras nos empobrecemos cada día más en todos los sentidos y vamos teniendo menos posibilidades de encontrar un trabajo, ni siquiera autónomo, porque los que trabajan para sí mismos son los principales enemigos del régimen de Rodríguez Zapatero, pues no generan sociedad de la que puedan extraer beneficios los vampiros enajenados , por eso hay que erradicar a los que osan a ganarse el pan con el sudor de su frente, sin permitir que el Estado les organice el negocio.

Y el seguro desenlace

Quien no aprecie heroicidad en este paladín del desconcierto es que desconoce el lenguaje de la semiótica, porque Zapatero es un héroe trágico, un auténtico producto nieztchesiano, un Prometeo arrepentido, un Teseo cobarde, un Ulises agorafóbico, un Aquiles rendido, un Hercúles en el paro, un Edipo desenfrenado. No, no es un antihéroe, es un héroe decadente, un joven Wherter que no acaba de encontrar el final de trayecto, es el nuevo Quijote de la era virtual, andrógino y devastado.

Zapatero ha llegado al poder para devolverle lo arrebatado a todos los desposeídos de la Tierra, comenzando por los españoles; para hacer justicia universal y pedir perdón al mundo por la historia de España, para desandar lo andado, para fragmentar lo unido, para romper lo existente. Y como todos los héroes es imprevisible y peligroso, porque huye hacia adelante en busca de nuevas aventuras para su mayor gloria, sin importarle los cadáveres y la devastación que deja en el camino, la destrucción que ocasiona, o las deudas que provocan sus proezas. Está convencido de que nadie puede detenerlo hasta que alcance a su destino.

Zapatero es un fundamentalista de sí mismo, el hombre nuevo spengleriano, ahormado entre el imaginario antifranquista y la transexualidad gótica. El ocaso de los ídolos es conocido, su mensaje siempre es el mismo: concluir su trabajo para salvarnos a todos o morir en el intento, no cabe otra. Así que paciencia, porque cuantas más dificultades se produzcan, más barbaridades nos irá procurando, no tentemos a la fortuna provocando su filantropía que es capaz de reinventar los campos de concentración e instaurar la eutanasia social obligatoria.

Al final pasará, se perderá en el olvido deprisa y este país podrá seguir adelante sin él, mucho mejor que con él. Mientras tanto, larga vida a los ciudadanos españoles, únicos soberanos de la nación española, como ha dicho Gregorio Peces-Barba, uno de los padres de la Constitución vigente.

Enrique Suárez Retuerta

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