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lunes, 14 de diciembre de 2009

Desmontando la farsa del socialismo español

Lo único que actualmente separa a los españoles de una dictadura populista es la Constitución de 1978, no hay nada más que nos distinga de las democracias populares que hoy persisten en el mundo: Cuba, China, Corea del Norte, Vietnam, algunos ejemplos africanos y la colección de repúblicas bolivarianas integradas en el ALBA, la coalición socialista latinoamericana promovida por Hugo Chávez.

No es baladí por tanto la determinación que el Tribunal Constitucional adopte en relación al Estatuto de Cataluña, porque si los magistrados que velan por el criterio supremo de legitimidad vigente deciden avalar sin modificaciones la constitucionalidad del panfleto que promocionan los partidos nacionalistas y el socialismo catalanes, nuestra Carta Magna quedará derogada en ese mismo instante, “de iure” y “de facto”. Rodríguez Zapatero lleva laboriosos años preparando la sociedad española para tal fin.

De esta forma, el inofensivo Estatuto para Cataluña, no tiene otra intención que acabar con el orden constitucional que rige en España, con la Nación, con el Estado social y democrático de Derecho en el que vivimos 46,5 millones de españoles; el mismo objetivo perseguido por ETA y el nacionalismo vasco durante los últimos cuarenta años, pero urdido de una forma mucho más ladina y parsimoniosa, porque la violencia no ha sido manifiesta, sino latente, sumergiendo a la sociedad catalana en su versión de la realidad, poco a poco, para que no se note demasiado.

Todavía no he visto a ningún avezado periodista señalar auténtico problema que acontecerá si el Tribunal Constitucional aprueba el Estatuto catalán sin enmendar su despropósito, pero si he visto varios ejemplos de lo contrario en la legión de palmeros escribientes a sueldo de la Generalitat; porque si se admite tal como está el Estatut, la Constitución Española de 1978 aprobada por el pueblo español soberano, dejará de tener vigencia en Cataluña y consecuentemente en toda España, porque sin Cataluña dejará de existir la Nación española, subvirtiendo el artículo segundo de la Carta Magna en el que se fundamenta el principio de legitimidad constitucional.

El socialismo de Rodríguez Zapatero está imponiendo a los españoles un Estado Federal como mal menor –que es el modelo por el que siempre ha abogado el PSOE-, una nueva Constitución forzada, y posiblemente, una República, sin haber consultado a los legítimos soberanos que somos todos los españoles reunidos en referéndum, la Nación española, sobre la conveniencia de mutar la vigente Ley de leyes. Algo muy propio de alguien que quiere transformar nuestra democracia liberal en una democracia popular.

Esta acción se habrá convertido en un Golpe de Estado encubierto en el momento que el Tribunal Constitucional emita sentencia sobre el Estatuto de Cataluña, tanto si su resolución es favorable como desfavorable, porque si es favorable, el Gobierno habrá participado en un Golpe de Estado, junto al Tribunal Constitucional, la Generalitat, y los parlamentarios españoles que aprobaron el Estatuto en el Congreso y el Senado, pero si su resolución es desfavorable, el Golpe de Estado no se habrá consumado, quedándose entonces en grado de tentativa, con la participación de todos los actores mencionados, menos el Tribunal Constitucional.

El Tribunal Constitucional se juzga a sí mismo

Hay varias cuestiones sobre las que el Tribunal Constitucional no puede inhibirse:
La primera es una cuestión semántica, porque una Autonomía –o su eufemismo particularizado de “nacionalidad”- tan sólo es una forma de ordenación descentralizada del Estado, nada tiene que ver con la Nación, que depende exclusivamente de la soberanía de los españoles, de todos reunidos como pueblo español, no acumulados o fragmentados según convenga a los políticos de turno. Autonomía y Nación no comparten el mismo campo semántico, ni jurídico, por mucho que se empeñen algunos en que así sea.

La segunda es que la Constitución vigente fundamenta su legitimación en la unidad indivisible de la Nación española, si la Nación deja de existir porque se divide, se disuelve, o se trastoca, la Constitución pierde su legitimidad de forma inmediata. Los socialistas y los nacionalistas pretenden abocarnos a una situación legal desesperada en la que puedan imponer sus criterios partidarios, contra la legitimidad de los criterios comunes de todos los españoles.

La tercera consiste en mostrar la ignorancia de los representantes políticos españoles porque su poder no es indeterminado, puesto que está limitado a lo establecido en la Constitución Española de 1978, precisamente porque las cuestiones relacionadas con la Nación y la Constitución, no pueden en ningún caso ser dirimidas con la representación política que provenga de unas elecciones por muy democráticas que hayan sido y aunque los ciudadanos hayan expuesto su voluntad al elegir entre galgos y podencos –algo que la Vicepresidenta de la Vega y el Presidente Rodríguez Zapatero desconocen, y no deberían-.

Para cualquier cambio en la Constitución o en cuestiones relacionadas sobre nuestra identidad nacional –algo que el Estatuto Catalán pretende-, es inevitable consultar al pueblo español en referéndum convocado a tal propósito, como el celebrado en 1978, en el que los ciudadanos puedan expresar su soberanía, no exclusivamente su ciudadanía. Recuerden ustedes que por ser españoles somos ciudadanos de un Estado Social y Democrático y soberanos de una Nación, no tan sólo ciudadanos, como pretenden los socialistas y los nacionalistas.

Lo que está haciendo este Gobierno y todos sus comparsas políticos es jugar un partido de fútbol sin respetar las reglas de juego, dejando exclusivamente en manos del árbitro –que es su empleado político- su legitimación, habiendo impedido que las cámaras de televisión, los periodistas, y el público puedan presenciar el partido, cerrando el campo a cualquier espectador que no sean los jugadores y el árbitro, porque no quieren observadores, ni testigos incómodos, que puedan denunciar la tropelía que se está cometiendo.

El fin no justifica los medios

La claudicación del Gobierno de España ante el Estatut, guiado por el ocurrente Presidente Rodríguez Zapatero, no tiene otro objetivo que la perpetuación de su partido en el poder, tanto en Cataluña como en España. El próximo año habrá elecciones en la Comunidad catalana y el Presidente de la Generalitat, José Montilla, necesita una sentencia favorable del Tribunal Constitucional que avale el catalanismo de su partido, para que pueda tener alguna opción de renovar su mandato, al igual que Rodríguez Zapatero necesita los votos del PSC para acceder de nuevo a la Presidencia del Gobierno, con el apoyo de los nacionalistas, una magnífica simbiosis que pone los intereses del PSOE y los nacionalistas por encima de los intereses de todos los españoles, es decir, de nuestra Nación que es España.

Por algo similar a lo ocurrido en España –promover un cambio en la Constitución para asegurarse la perpetuidad en el poder, como hizo Hugo Chávez en Venezuela o Evo Morales en Bolivia- en un país como Honduras, los parlamentarios, el ejército, y la mayoría de los ciudadanos, enviaron al Presidente Zelaya a vagar por el mundo, antes de verse en una situación como Venezuela, Bolivia o Cuba. Algo que ha denunciado el Gobierno español como no democrático, por supuesto, mientras que el norteamericano y nuestros socios de la Unión Europea han cambiado de opinión al haberse celebrado nuevas elecciones y haber salido un nuevo presidente constitucional.

La miseria del socialismo

El socialismo nunca ha respetado a los seres humanos, es un movimiento político que atenta contra las personas y su identidad, para conceder su representación a determinados grupos que patrocina. El socialismo es un fundamentalismo que clasifica, etiqueta y define a los seres humanos al bulto o al peso. Un ser humano en un régimen socialista va dejando de tener derechos fundamentales individuales, para recibir exclusivamente concesiones sociales desde el poder del Estado. Para esta ideología, la democracia consiste en establecer una dictadura de la mayoría sobre los seres humanos individuales. Si dos sujetos deciden que el robo es legítimo, y un tercero, apoyándose en la legalidad, está en contra, lo democrático es robar y prevalece siempre sobre lo legal. La democracia para el socialismo se restringe a lo popular, eliminando la libertad individual, que es su principal fundamento, algo que se puede comprobar en países próximos, pero no en el nuestro. Proudhon ya le advirtió a Marx en su obra “Filosofía de la Miseria” que el socialismo sin libertad sólo puede repartir miseria, cuanto más tiempo esté en el poder, más miseria repartirá.

El socialismo no respeta el orden legítimo establecido, porque es un movimiento mesiánico, que pretende la utopía de salvación de la humanidad. Por eso considera los votos por encima de las leyes, para utilizar el poder en función de sus objetivos, fundamentalmente para conceder privilegios a su secta, a los que apoyan desde el odio y la envidia un cambio que les favorezca, por eso en todos los sistemas socialistas hay dos mundos paralelos: uno lleno de ventajas y favores para los suyos, y otro privado de todo lo que legítimamente le corresponde, recluyendo en campos de concentración virtuales –cordón sanitario, archipiélago Gulag- a todos sus detractores.

El socialismo utiliza la democracia para recortar la diversidad, asfixiando la libertad de los seres humanos, delimitando la organización de su vida y de su muerte, porque sólo tienen derecho a la vida los necesarios –no se admiten sorpresas en las economías planificadas- para establecer una homogeneidad social que incluye a todos los ciudadanos sea cual sea su condición, esfuerzo, inteligencia, creencia o voluntad, porque los únicos que pueden tener distinción y privilegios son los gerifaltes del partido y sus aliados, que conforman una Nomenklatura que disfruta de todas las ventajas, a costa de crear todos los inconvenientes a los demás.

El socialismo es un fundamentalismo sectario, un movimiento fanático que se disfraza de democracia, cuando realmente es incompatible con cualquier tipo de libertad que no contribuya a fortalecer su sectarismo. El socialismo establece una insulsa revolución permanente que entretiene a los ciudadanos creando conflictos, transformando lo existente, por ejemplo introduciendo en el armario a la mayoría de los ciudadanos, para extraer de él y hacer proselitismo de todas las desviaciones de lo convencional, existentes o creadas. Porque los socialistas saben perfectamente que mientras haya conflicto social serán necesarios, por eso si no existe el conflicto, no tienen ningún recato para crearlo, aunque sea artificialmente; sin conflicto social el socialismo dejaría de existir, por eso el conflicto social es inherente a sus posibilidades de acceder y mantenerse en el poder.

El socialismo procura el enfrentamiento social representando ante los espectadores confrontaciones inexistentes, que exageran y patrocinan, se apropia del lenguaje para deformarlo en función de la propaganda y demagogia que conviene a sus intereses, creando problemas donde no los hay, porque es una ideología que necesita del malestar humano para triunfar. Por eso crea conflictos a la medida de sus necesidades. El socialismo nunca puede resolver los problemas sociales porque vive de ellos. Esperar que la paz social provenga del socialismo, es como pedirle a un proxeneta que acabe con la prostitución.

Las acciones políticas del socialismo tienen siempre como horizonte la búsqueda del enfrentamiento social de los ciudadanos, inoculando en la sociedad dosis inusitadas de violencia social y cultural de forma enmascarada, reprimiendo todo lo que no le beneficia e interesa. Un régimen socialista óptimo se caracteriza porque todo el mundo está enfrentado con todo el mundo, de forma latente o manifiesta. La sociedad crispada es el mejor caladero electoral del socialismo. Esa tensión de la que hablaba Rodríguez Zapatero al hermano del Ministro de Cultura, tan necesaria para triunfar en las elecciones.

Por eso el socialismo español legisla para tensar, gobierna para crispar, importándole una mierda si sus legislaciones son justas o injustas, y cuantos cadáveres se dejan en el camino, porque la única justicia que conoce el socialismo es la de llevar a los suyos a lo más alto y a todos los demás a lo más bajo. Alfonso Guerra guillotinó una tarde a Montesquieu, porque con una Justicia independiente sería imposible e impensable el totalitarismo socialista en el que vivimos.

Algunos ejemplos del desmadre

Siguiendo la tesis establecida, de que el socialismo sólo reconoce como justicia exclusivamente la justicia social que permite a los suyos obtener privilegios, aunque sea a costa de perjudicara a todos los demás, lo que nos indica su grado de egoísmo, podemos observar lo que ha hecho Rodríguez Zapatero en estos años inolvidables.

- La Ley de Violencia de Género para enfrentar a las mujeres con los hombres, beneficiar a las feministas, y crispar a la sociedad creando un despótico régimen en el que por ser hombre o mujer uno puede ser juzgado con reglas diferentes.

- La implantación del matrimonio homosexual, para beneficiar al lobby gay, y socavar la estructura de la familia convencional, de origen cristiano o laico, creando distorsión en su seno y convirtiéndola en una especie de pieza de museo arcaica, porque lo que se persigue es que cualquier unión o contrato entre seres humanos individuales sea abolido por superfluo, para que el Estado pueda determinar cuál es el papel social para cada miembro de la sociedad, desvinculado, desidentificado, anómico, y alienado.

- El Estatut de Cataluña enfrenta a los catalanistas contra todos los españoles, creando una tensión innecesaria porque esto permite, dividir a la sociedad en dos bandos, y siempre que esto ocurra uno de ellos apoyará el socialismo fundamentándose en el imaginario propagandístico que ofrece.

- La Ausencia de una Reforma Laboral, encona a los empresarios con los trabajadores, al tiempo que las pequeñas empresas privadas se van cerrando, y los autónomos van incorporándose al paro. Esta barbaridad ha producido ya más de cuatro millones de parados, porque la población en desempleo es muy rentable electoralmente para el socialismo. El trabajo es una magnífica fuente de conflictos, que administran los sindicatos de clase, otros de los grandes beneficiados del régimen, porque enfrentan a empresarios con trabajadores, a trabajadores con parados, a todo el mundo por la cuestión laboral, mientras las condiciones de los trabajadores se van deteriorando cada vez más, y la explotación se incrementa, teniendo que trabajar el doble para ganar lo mismo y dando las gracias por poder hacerlo.

- En cuanto a los jóvenes, el socialismo les ofrece desde la más absoluta irresponsabilidad un imaginario distorsionado, porque son los más asequibles a la propaganda y la creencia en las buenas causas. Primero les dice que el socialismo es libertad, y los panolis se lo creen. Luego les ofrece la oportunidad de vivir de forma irresponsable, ocupándose de resolver el hambre en el mundo, el cambio climático, las guerras lejanas o la injusticia social, condenándolos a la dependencia eternamente, con cursos que no sirven para nada –impartidos por los sindicatos, por supuesto- mientras aborrega y alecciona a las nuevas generaciones, diciéndoles que lo importante es vivir ahora, para que desaprovechen la oportunidad de formarse y en el futuro se conviertan en unos desgraciados. En los últimos años se ha pasado de un 56 % de estudiantes que concluían los estudios de bachiller a un 39 %, el paro supera el 40 % en la juventud española. Carne de cañón de recambio para el futuro electoral del socialismo.

No quiero extenderme demasiado, pero señalaré algunos conflictos que administra con criterio de cirujano social el socialismo español para generar enfrentamiento y crispación en nuestra sociedad.

La crisis económica enfrenta a los que tienen un puesto fijo, con los que no trabajan o tienen un puesto de trabajo eventual. La política permisiva en materia de inmigración ha generado bolsas de pobreza inexistentes previamente, porque los inmigrantes están dispuestos a trabajar en peores condiciones que los autóctonos, obligando en una situación de precariedad laboral a estos últimos, a tener que aceptar cualquier trabajo para poder vivir en las peores condiciones, gracias a que los sindicatos han permitido y fomentado que esto ocurra.

La desafortunada Ley del Aborto nada tiene que ver con las necesidades sociales, sino con el objetivo último de crispar a la sociedad, convirtiendo en un derecho inalienable algo que es una irresponsabilidad manifiesta, existiendo anticonceptivos para el día antes o el día después, quedarse embarazada sin desearlo es una tremenda irresponsabilidad, y los derechos no deben abogar por crear ciudadanos irresponsables, sino todo lo contrario.

El diálogo con ETA es una de las joyas de la corona de la política de Zapatero, con unos cuantos asesinados producto de su política de pacificación, una T4 que costó muchos millones de euros levantar dos veces y que hemos pagado todos los españoles, y una crispación sin parangón en las víctimas del terrorismo y en todos los que compasivamente apoyamos a los que perdieron a algún miembro de su familia, para que estos sinvergüenzas obtengan beneficios.

La retirada de las fuerzas de Irak, las manifestaciones del “No a la guerra” para alcanzar el poder, tras ese 11-M del que todavía nos quedan tantas cosas por conocer, fue una jugada magistral de la propaganda socialista, que los conservadores no supieron rebatir ante la barbarie que estaban presenciando. Pero los socialistas aprovechan siempre cualquier resquicio para encaramarse al poder, sea como sea y a cualquier precio, porque les va su bienestar en ello, algo que no ocurre con los conservadores en la misma medida, aunque no están libres de corrupción como se ha visto en Valencia o Madrid, pero en un ambiente generalizado de corrupción, con los casos de Santa Coloma, Mercasevilla, Palau, nadie puede erigirse en la política española en paladín de la honestidad, desde luego los socialistas y nacionalistas menos que otros.

Hay otros ejemplos numerosos como la represión de la inquisición moderna que representa la SGAE, la polémica del crucifijo para agradar a los anticlericales, la negación a la energía nuclear mientras le compramos electricidad a Francia que es la mayor potencia nuclear de Europa, el cambio climático y sus desmesuras y falacias, las cuestiones sobre la identidad de los españoles, sobre la posibilidad de modificar la Constitución, la Ley de Memoria Histórica o la prohibición encubierta de fiestas tradicionales en España como los toros o las navidades.

En resumen y concluyendo la tesis esbozada al comienzo, el socialismo es una ideología política que se alimenta electoralmente del conflicto social, y si este no existe entonces se procura, con legislaciones “ad hoc”, o movilizando a todos los que viven de la subvención y el engaño a los demás, para que armen suficiente bulla y salgan en los telediarios asustando, como ha ocurrido recientemente con los sindicatos CCOO y UGT, ocurrió con la campaña del “Nunca Mais”, o la de el “No a la guerra”. Los socialistas son unos profesionales de la política, la mayoría viven muy bien, como jamás vivirían si no estuvieran afianzados en el poder, por eso se han especializado en todas las estrategias de agitación, propaganda, y engaño para comerle el tarro a los ciudadanos con que los malos son siempre los otros y asegurando que ellos son los únicos que pueden salvarles. Los socialistas representan con inusitada desmesura una execrable farsa social.

Un país como España, en que la ignorancia se puede medir cada día en los programas de televisión, o en la disposición que adoptan los ciudadanos hacia la política, mucho más fundamentada en la creencia que en la racionalidad, tiene mal pronóstico. Porque mientras los ciudadanos ven como los políticos les están robando, ultrajando y masacrando, todavía son capaces de confiar en ellos, este país no tiene otra opción a corto plazo que seguir siendo socialista, porque quienes deberían oponerse y mostrar a la población española lo que realmente está ocurriendo, prefieren seguir mirándose el ombligo, no vaya a ser que les digan sus adversarios que con ese ombligo no pueden ser demócratas y se lleven un disgusto.

Sin una oposición tan ignorante, pésima y pasiva sería imposible un Gobierno tan malvado, así que repartan ustedes las responsabilidades de lo que ocurre como bien les parezca entre los actores implicados en la obra, sean libres para opinar, al menos, sobre cómo les están tomando el pelo, ya que el secuestro de la democracia en España no permite otra libertad que la de decir lo que se piensa, cuando se piensa, desde luego.

Evidentemente hay otros socialismos, como la socialdemocracia alemana, las socialdemocracias escandinavas o el laborismo británico, dignos de respeto y veneración por sus aportaciones sociales, pero el que nos ha tocado a los españoles es sin duda el más vergonzoso de Occidente, aunque posiblemente el más avanzado de Iberoamérica.

Enrique Suárez Retuerta

Un ciudadano español que no renuncia a su soberanía.

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