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sábado, 20 de febrero de 2010

Arriando la bandera social


Ha llegado la hora de evolucionar, la bandera social ya no representa en exclusividad a los ciudadanos occidentales, ha concluido su imperio, se agota su influencia, deja de estar de moda. Con la misma perplejidad que algunos cristianos viejos contemplaron a Darwin, Nietzsche o Freud en sus argumentos, a Voltaire en su deísmo, a Marx en su socialismo, serán leídas estas palabras por la inmensa mayoría y fundamentalmente por los apóstoles de la doctrina social. ¿Cómo este hereje se atreve a ofender el fundamento de nuestra coexistencia colectiva?. Sencillamente porque la realidad no es exclusivamente lo que nos muestran los detentadores, mi obligación racional es mostrarla, demostrar mi refutación de lo social.

En las últimas décadas del siglo pasado, lo social como categoría hegemónica de juicio, como criterio supremo de valoración, invadió la realidad; en los años sesenta del pasado siglo lo social era un arma cargada de futuro, la revolución del 68 fue social, la caída del muro de Berlín fue social, la devastación del imperio soviético fue social, y social fue el nacimiento confederal de Europa. Las cosas eran buenas si eran sociales, malas en caso contrario, lo mejor era lo social.

¿Pero qué es lo social?

Acelerada la realidad en las últimas décadas del siglo pasado, gracias a la invasión del espacio público por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, las sociedades occidentales no se han detenido a reflexionar sobre sus fundamentos. Se ha aceptado que el desiderátum colectivo era sin duda lo social, se ha asumido su imperio sobre cualquier otra condición del ser humano. Pero lo social, en su exclusividad paradigmática, es tan pernicioso para nuestra civilización como lo ha sido cualquier mitología que excluya la razón de sus presupuestos. La nueva verdad revelada se ha apoderado del mundo, como lo hizo el cristianismo tras Agustín de Hipona.

Verán ustedes, lo social no es nada, o mejor dicho, es un invento que ha resultado muy rentable para los políticos que han tenido que gobernar tras la rebelión de las masas. Sin duda, lo social no es el acmé de la civilización, ni mucho menos. Más bien es una nueva alienación del ser humano, que lo ha invadido todo. La utilización de la propaganda con fines de dominación política por parte del socialismo post marxista ha encontrado en lo social su auténtico canal de expresión, proyección ideológica, y proselitismo. La propaganda ha funcionado.

Cuando un ser humano nace no es social, es hijo de su padre y de su madre, oriundo de su localidad, ciudadano de su país, pero el sistema le atrapa de inmediato para convertirlo en uno de los suyos haciéndolo social, se le hace social para conveniencia del poder, se le concede una identidad pública etiquetada y preparada para la indexación, le guía por un camino determinado a través de la educación, le convierte en un ciudadano que en reunión con los demás ciudadanos forma una sociedad, que a la larga termina siendo sierva de un Estado (cuando tendría que ser al contrario). La sociedad es el sujeto de referencia político, tras la alienación y anomia de los seres humanos en su disolución como entidades individuales y diversas. Lo social es tan importante para los occidentales como puede serlo el Islam para los musulmanes, al fin y al cabo, una creencia más, y nada más que una creencia.

Nuestra civilización padece un sociocentrismo fanático. El profesor Gustavo Bueno en su última obra (“El fundamentalismo democrático") y en todas las anteriores, nos ha advertido sobre lo pernicioso del término reiteradamente. España, es sin duda, uno de los países que más ha sufrido los efectos del adoctrinamiento colectivo y que en estos momentos se encuentra más perjudicada por su agresión, porque lo social no deja de ser una nueva alienación del ser humano, una nueva anomia de la identidad humana, una violencia ejercida desde el poder político contra los seres humanos. Parece que los españoles estamos obligados por decreto a ser exclusivamente sociales o en su defecto, unos psicópatas, que extraordinaria extravagancia.

El fanatismo del sociocentrismo

Lo social es un mito-timo urdido por los políticos para controlar de forma feudal a las masas desde el Estado. En nuestro país, lo social es una religión de obligado cumplimiento, tiene su propia jerarquía eclesiástica de sabios reconocidos –Savater, Marina, Tezanos, ...-, todo el dinero invertido en su promoción desde la Administración socialista, unos medios de comunicación que viven cómodos de las subvenciones haciendo omisión de la verdad, una legión de proselitistas aupada con dinero público a todas las instituciones y una población mantenida en unos niveles de ignorancia y opresión singulares, para que los privilegios de los nuevos profetas de la única verdad puedan seguir manteniendo sus posición aventajada sobre todos los demás. Lo social es un argumento de privación de derechos fundamentales, en aras de lo social se han cometido numerosos crímenes contra la razón, la democracia, la justicia, la igualdad y la libertad. En definitiva, enarbolando la bandera de lo social, paradójicamente, se ha perjudicado a la sociedad en su totalidad, para beneficiar a determinados sectores de la sociedad, los nuevos privilegiados.

Lo social asfixia la libertad, no hay nada parecido a una libertad social, pero ya tenemos democracia social, justicia social, bienestar social. ¿No se dan cuenta ustedes de que lo social se ha apropiado de todo lo demás?.

Lo social ha desplazado a la razón, porque también existe una razón social, para justificar la irracionalidad, por una razón exclusivamente social tenemos en La Moncloa a un personaje tan sugerente como el Presidente Rodríguez Zapatero y toda su corte de bienhechores sociales alzados a la política. ¿Y qué me dicen ustedes de los sindicatos, que aún imbuidos de su baja representatividad real, determinan el horizonte de nuestro futuro porque se autodenominan “los representantes sociales”?

Por interés social, los seres humanos hemos dejado de tener nombre e identidad propia, todos somos uno más de los muchos más que forman la sociedad, todos iguales, como clones. La pluralidad realmente existente de los seres humanos se subsume y deaparece en lo social, agujero negro de todas las identidades humanas. Así nos reconocen como usuarios de los servicios, contribuyentes del estado, votantes de los partidos, consumidores y productores del mercado. Etiquetas de identidad colectiva genérica para anular las identidades individuales distintivas.

Lo social es una creencia, que aprovecha el declive religioso del cristianismo y el auge de las religiones musulmanas tras la inmigración, para terciar entre ellas y alzarse con el poder, en puro sincretismo, aboliendo cualquier otra creencia de forma totalitaria. Lo social es antídoto de la democracia, no puede existir una democracia social, y mucho menos, como ocurre en nuestro país, una democracia social que someta a la Ley y no se someta a ella. Si dos sujetos no tienen razón y no cumplen la ley, pueden prevalecer en nuestro país sobre un sujeto que cumpla la ley y tenga razón, gracias a lo social. El bienestar social será el de dos contra uno, por tanto, por pura y dura violencia de la mayoría, someterán al ciudadano racional y legal, a su irracionalidad e ilegalidad, gracias al interés social, algo que siempre es interpretado desde el poder, no emergente de los ciudadanos atrapados en lo social.

Si queremos que nuestra sociedad avance, porque la sociedad sí existe, no debemos reducirla a su exclusiva vertiente social, abstracción susceptible a todas las interpretaciones arbitrarias y acciones irracionales por parte del poder, estamos definitivamente obligados a arriar la bandera social.

El ser humano es social, pero no es exclusivamente social. Los ciudadanos somos sociales, pero no exclusivamente sociales. La sociedad existe, pero lo social es una cosificación materialista de usurpación de lo humano. Lo social se ha convertido en una facción política, en un interés partidario, en una connotación sectaria, en el argumento que permite a los opresores políticos que lo enaltecen, permanecer incrustados en el poder y disfrutar de sus privilegios.

No se puede defender lo social sobre lo humano, es una estupidez la reducción de lo humano a lo social, pero sin duda, es una operación muy rentable para los detentadores del poder. Definitivamente, lo social está superado, la plenitud de su trayectoria ha concluido con la mayor crisis económica de la historia occidental, como era de prever.

Apelar a lo social es un negocio político como otro cualquiera, y además, extravagantemente ruinoso para la inmensa mayoría. Es hora de reflexionar.

© Enrique Suárez Retuerta - Sociólogo

Un ciudadano español que no renuncia a su soberanía

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