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sábado, 17 de julio de 2010

La nación elástica: entre la patria y la butifarra


En el pasado se consideraba que Cataluña era la comunidad cultural más avanzada de la nación española, no debe por tanto sorprendernos que en una época de desintegración urdida por la oclocracia dirigida por José Luis Rodríguez Zapatero también nos muestre en el delirio de sus representantes políticos el esplendor de su esquizofrenia desquiciada.

Si España ha entrado en psicosis gracias a José Luis, no resulta extraño que Cataluña manifieste todos los síntomas de la paranoia. La sinrazón de la política española debe expresarse en la vesania de unos locos que pretenden crear una nación desde las instituciones usurpadas a los ciudadanos. Además hay elecciones próximas en Cataluña y la estupidez alcanzará su apogeo en los próximos meses.

¿Qué esperaban ustedes?. ¿A quién se le ocurre elegir a un ignorante sin redención como Montilla para presidir la Generalitat con sueldo de 160.000 euros al año, más otros 150.000 de su señora?. El CIS ha hecho recientemente una encuesta en la que un 65,7 % de los catalanes se consideran bastante o muy orgullosos de su condición nacional española. El Tribunal Constitucional ha impedido que los casos de corrupción de Cataluña, como el Palau o el Pretoria, entre otros muchos, de los que tan poco se habla, sean juzgados por tribunales elegidos por la Generalitat catalana. Leire Pajín, manifestaba que el Estatut catalán era “nuestro estatuto” refiriéndose al PSOE. ¿Qué esperaban, milagros?.

La noción de Cataluña ha ido mutando con el tiempo, en una elasticidad impropia de una entidad esencial, pero sí más próxima a la histeria. En 1970 era la región más oprimida por el franquismo (como si las demás no lo estuvieran), en 1980 surge el hecho diferencial (como si en otras comunidades no hubiera hechos diferenciales), en 1990 el derecho a decidir (como si otras autonomías solo tuvieran derecho a callarse), en 2000 la inmersión, que no es otra cosa que el adoctrinamiento exhaustivo de las nuevas generaciones de españoles en Catalauña, y en 2010 la sedición, con una declaración avalada por el parlamente autonómico de incumplimiento de la sentencia del Tribunal Constitucional de España.

¿Pero que ha ocurrido durante estos años en Cataluña?, pues algo muy sencillo que los nacionalistas y socialistas han ido ocupando todas las instituciones, apoderándose de todos los cargos, hasta formar una “nueva burgesía feudal” que no está dispuesta a perder ni uno solo de sus privilegios. La única razón para que Cataluña sea un problema es que indigentes intelectuales y morales, como los hijos del matrimonio entre Pujol y Millet, Banca Catalana, La Caixa y el Barsa, sigan disfrutando de los privilegios tan merecidos por su lucha. Causa a la que se han unido los mamporreros del PSC, Caixa Catalunya, los sindicatos catalanes y todos los alcaldes del cinturón industrial de Barcelona, que manejan miles de millones de euros, con la ayuda del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero. Lo de la ERC del traidor Companys y la ICV del vopo Saura, era lo esperado.

La nación catalana es un negocio político, para que gente que en su vida la ha visto más gorda pueda acceder a una buena vida a costa de la política. En Cataluña se ha producido una mezcla alquímica singular, entre la burguesía de barretina heredera del feudalismo y las masas del charneguismo oclocrático más ignorante, que se han gastado más del 25 % del PIB catalán en hacer nación, mientras lo recortaban de los servicios y el bienestar de los catalanes, al tiempo que creaban las diferencias más extremas en las condiciones de vida de los políticos y los ciudadanos.

La nación catalana es una forma depurada de crear opresión a los no catalanistas, al tiempo que se despoja a todos los catalanes de su calidad de vida para incrementar los privilegios de los políticos. La locura de las instituciones catalanas es que tras la sentencia del Tribunal Constitucional está en riesgo el “establishment” catalán de reparto de privilegios por el criterio de que reciban más los más catalanes y menos los más españoles.

La pela es la pela, esa es la bandera de Cataluña, y lo que no pueden admitir bajo ningún concepto los políticos catalanes del tripartit más CIU, es que los cien mil colocados que tienen instalados en el poder, cobrando lo que nunca se han merecido, puedan poner en peligro su magnífico porvenir usurpado a los catalanes, que cada día ven más deteriorada su existencia.

La nación catalana es lo que ha sido siempre, una forma de redistribución de la riqueza con un reparto injusto que concede a los políticos catalanes mucho más de lo que les corresponde y a los ciudadanos catalanes mucho menos de lo que recibirían si lograran liberarse de los opresores privilegiados que dicen representarles y que lo único que hacen es apropiarse de lo de todos en su propio beneficio. Esa tremenda injustica necesita consolidarse en la creación de una nación ilegítima que permita ocultarlo todo.

La demostración de que Cataluña no es una nación, es que su noción va cambiando con el tiempo según convenga a los políticos catalanistas y sus mezquinos intereses. Entre la patria y la butifarra (siempre que deje al menos el 3 %), se escribe la historia de los catalanes y la histeria de sus representantes políticos.

Biante de Priena



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