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domingo, 19 de septiembre de 2010

Intrépida Ignorancia


“No hay oscuridad, sólo ignorancia”. William Shakespeare

Si me apuran en el diagnóstico, reduciría el origen de todos los males de nuestro país a uno solo: la intrépida ignorancia, en ella se resumen y congregan todos nuestros conflictos. Claro que en otras épocas también existió la ignorancia, pero en la que nos ha tocado vivir, resplandece como un sol. Miremos a donde miremos, todo se ilumina (u oscurece) por la ignorancia.

El despotismo iletrado se ha hecho con el poder, imponiendo su doctrina de inopias e ineptitudes, de pensamientos correctos y buenos talantes, para obviar la ausencia de talentos y criterios. Nos ha colonizado la estupidez como una epidemia. La peste que atenaza pasado, presente y futuro es sin duda el analfabetismo, el olvido inducido, la alharaca, el fiasco, el papanatismo, la desidia y el desdén.

España ha perdido la urdimbre plural de su cultura, para configurarse como congregación de ignorantes rampantes y aguerridos que, en alarde de contumacia, se han propuesto des-civilizar a nuestro pueblo, renunciando a la historia de lo que somos, hemos sido y seremos. El fenómeno está expandido en un auténtico apoderamiento, porque los que no saben determinan la realidad, así vivimos en un panorama desolador, embrutecidos, desbordados, anegados de incertidumbres. No hay inteligencia en las acciones políticas, ni está, ni se la espera. Tanto en el gobierno como en la oposición, se vive en fuga, a la deriva, sin saber hacia donde nos empujará la inercia del destino.

Pero no es menor la ignorancia en los ciudadanos, una auténtica religión que proclama la estupidez como patrimonio de su libertad. La tiranía de la inepcia es ejercida por cualquiera, desde los vendedores de milagros hasta los recaudadores de ingratitudes, desde los espectadores de los “realitys” hasta los creadores de ignominias. Estamos atrapados en una jaula, presos de nosotros mismos, inundados de información sobre la realidad que no podemos digerir, bien por qué es tóxica, bien por qué es demasiada, o por ambas cosas. Mientras van pasando los días, sin concluir la obra del nihilismo desolador.

Vivir es esto, no hay más. Ver en los telediarios como los políticos nos muestran su incapacidad para acometer los problemas que deterioran cada día más nuestras vidas, mirar a los vecinos que pierden sus trabajos y sus casas por no pagar las hipotecas, a sus hijos que no van a emanciparse “en la puta vida”, observar a los pontífices sindicales imponiendo su yugo a los trabajadores para asegurarse el porvenir, y escuchando cada día el diagnóstico del desastre a todo el mundo, en mil versiones y lugares. Hasta los niños empiezan a decir primero crisis que papá o mamá.

Sin duda estamos asistiendo a la crónica de la muerte anunciada de un sistema, de una forma de vivir, de una pasividad acomodaticia, de un recreo que nos hemos tomado para contemplarnos desnudados, abatidos, amorfos y abúlicos. Es desidia, pero también es algo más, es desidia inducida por el poder. A los que mandan les conviene nuestra ignorancia, por qué viven de ella, a nuestra costa.

Este fenómeno que vivimos actualmente en España no es un hecho singular, la cadencia durante el franquismo fue similar, la gente vivía en la impotencia de ver como el poder se enseñoraba de nuestro destino, sin poder hacer nada para evitarlo. La reflexión compartida por entonces era la misma que ahora: ésto tiene cambiar, no podemos seguir así. Pero el dictador se murió en la cama y ahora resulta que estamos en una democracia, según parece.

Una democracia que se restringe a un hecho: el voto, y yo me pregunto ¿para qué sirve votar cuando no se puede elegir? En Cuba se vota todo, hasta el orden para defecar, pero siempre terminan acudiendo primero al servicio los que mandan, mientras que los mandados se ensucian en su ropa interior. ¿Cómo convencer a un pueblo ignorante de que la democracia es algo más que votar?

La democracia sin libertad no es democracia, sino tiranía. La democracia requiere de libertad, de respeto a las reglas compartidas. La gente piensa que la libertad es escoger entre lo que nos ofrecen desde el poder, y no que es elegir lo que nos hurta el poder. La ignorancia nos ha convertido en súbditos cuando éramos soberanos, en siervos cuando éramos ciudadanos. La ignorancia es el origen de todos los yugos. Sólo hay una forma de resolverla, denunciándola sin descanso, para que la gente se libere de su dominio. El estoicismo de Séneca nos aconsejaba prudencia: “las reprehensiones injustas de la ignorancia, no merecen más satisfacción que los prudentes desprecios de la paciencia”.

Pero no se puede seguir siendo prudente con una ignorancia intrépida dispuesta a ejercer su dominio sobre nuestra vida y obra, sobre la de nuestros hijos y nietos. Es hora de civilizar a los políticos, antes de que politicen definitivamente al pueblo, haciéndonos fieles obligados de la iglesia de la Ignorancia. Basta de payasadas, si no queremos vivir en un circo, tendremos que exigir rigor, honestidad y respeto a los que nos representan, y si no saben hacerlo que se vayan a sus casas, que hay mucha gente en el paro con toda su capacidad intacta para levantar este país.

¿Pero cómo van a resolver nuestros problemas los políticos o los sindicalistas, si de hacerlo se quedarían sin trabajo y buen vivir?. Los parásitos hacen lo que deben, lo que se espera, parasitar nuestra existencia, los que no hacemos lo que debemos somos los ciudadanos, que los asumimos sin hacer nada, mientras nos sacan la sangre. Que nadie se quede sin saberlo, disfrutando de su ignorancia mientras se muere de asco.

Biante de Priena

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