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viernes, 24 de septiembre de 2010

El poder de la imaginación



"La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos." Louis Dumar

En este país nuestro hay mucho demagogo que se intitula demócrata, a veces no es con insidia, sino simplemente por descnoocimiento, ignorancia o despiste. Uno de los abismos inexplorados de la política española es cuantos demócratas hay en este país realmente, a la vista de las cosas que estamos observando en el gobierno y la oposición, creo un buen porcentaje de españoles desconocen que es la democracia, o más bien tienen una idea difusa, cuando no confusa del significado auténtico del término, absolutamente devastado de mezquindad por los políticos españoles, y sobre todo de como debe materializarse en la realidad.

Si en nuestro país hiciéramos una encuesta sobre lo que la gente comprende como democracia –algo que extrañamente no se ha promovido desde el poder político- nos llevaríamos una sorpresa enorme con las respuestas. A nadie se le examina de demócrata, porque la democracia se ha convertido en una creencia, al igual que el socialismo o el cristianismo, alejándose de su condición real, de hecho político, para convertirse en lo que le parezca bien al poder y sus administradores políticos.

Así se considera que todos somos demócratas por la laica o divina gracia de haber nacido en un país democrático, o supuestamente democrático. Los talibanes de la democracia son peligrosos, porque en muchas ocasiones se comportan de forma discretamente totalitaria, imponiendo sus criterios a los ciudadanos, pero simulando que los ciudadanos son los que deciden, cuando en realidad todo está decidido.

La democracia realmente existente en España carece de rigor, es una auténtica pantomima, una “representación falaz de la democracia”, pura demagogia, como ha denunciado recientemente el Profesor Gustavo Bueno en su libro “Fundamentalismo Democrático”.

No puede haber democracia sin elección libre, y no hay elección libre cuando la representación política está acotada prácticamente a los partidos políticos, que determinan en un sistema perverso, las condiciones democráticas que favorecen su perpetuación. En nuestro país no elegimos libremente a nuestros representantes políticos, en su lugar escogemos entre las alternativas que nos ofrecen. Cierto es que todo el mundo puede presentarse a la lid electoral, pero también es cierto que los partidos políticos que ya tienen representación política, se reparten prácticamente el 99 % de los recursos (económicos, informativos, institucionales), prácticamente la mitad de origen público, mientras que todas las demás alternativas no llegan al 1 %.

Cierto es que para concentrar más el poder, en nuestro país existe el dintel democrático del 3 % o el 5 % para que los votos emitidos en las urnas puedan contarse, eliminándose todas las alternativas que no alcancen esa cifra. Cierto es que la Regla D´Hondt reparte los escaños de forma indirecta y “proporcional”, por lo que algunos partidos con los mismos votos obtienen un escaño mientras otros logran seis, también es cierto que la distribución arbitraria de circunscripciones hace que un voto valga la décima parte que otro por emitirse en una gran urbe o en un pequeño pueblo, atentando contra la ley de igualdad de nuestra Constitución.

Pero no es menos cierto que la democracia española, que se restringe para impedir la diversidad política, también se limita a representar exclusivamente los votos emitidos por los partidos políticos, quedando los votos en blanco y la abstención sin representación parlamentaria. Como si abstenerse no fuera una decisión ciudadana tan válida como votar, un ciudadano que se abstiene paga sus impuestos igual que uno que vota, y por tanto tiene derecho a que su ausencia de las urnas también esté representada políticamente. En una democracia un voto tiene tanto valor como una abstención, pero los votos a los partidos políticos son los únicos que resultan válidos, como si abstenerse fuera una condición de inválidos. De esta forma los electores españoles somos obligados de forma violenta por el poder a consumir exclusivamente lo que nos ofrecen desde los partidos políticos, que sería como obligarnos a consumir un determinado refresco u otro cuando queremos tomar algo en una cafetería. ¿Qué ha pasado con la libertad en el proceso de inmersión de la democracia en el totalitarismo ejercido desde el poder?. Esta barbaridad no puede consentirse en pleno siglo XXI, es inadmisible, que la libertad se restrinja de tal forma, con el único objetivo de concentrar el poder en los partidos políticos, muchas veces en contra de los ciudadanos que denostan a todos los partidos políticos y no quieren partidos políticos representándoles.

Abstención computable

¿Qué ocurriría en España si se computara la abstención realmente existente?. Pues tendríamos muchas sorpresas. ¿Se imaginan ustedes un Parlamento sin 130 diputados con ciento treinta escaños vacíos mostrando la inconformidad de los ciudadanos?. Pues eso ocurriría exactamente si se computara la abstención, que la representación sería real y no artefactada en el interés de los partidos políticos. Pero ocurrirían otras muchas cosas, los diputados recobrarían el valor que ahora no tienen, por tanto serían más independientes de sus partidos, se tendrían que currar la elección como ocurre en Francia, Reino Unido, Alemania o Estados Unidos con sus electores, nos ahorraríamos mucho dinero y tendríamos un Parlamento acorde con la realidad, al mismo tiempo los partidos políticos tendrían que cambiar en su interior, porque estarían permanentemente advertidos de que su representación podría desvanecerse si no satisfacían a sus electores.

Pero la democracia española no es una democracia real, por otros muchos motivos que nada tienen que ver con las elecciones, ni con la desigualdad de oportunidades, ni con la libertad. No es una democracia real porque el poder político domina desde su elección directa al poder judicial que es el que tendría que establecer su control. Los órganos que dirigen la justicia en España son elegidos por los políticos (Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, Fiscal General del Estado), impidiéndose la separación de poderes real entre ejecutivo, legislativo y judicial. En nuestro país hay un totalitarismo encubierto, porque los políticos eligen a los jueces que han de juzgarles y juzgarnos, y establecen las leyes por las que han de juzgarles y juzgarnos, sin participación directa del pueblo en el control del poder político, más que por medio de las urnas cada cuatro años. Con un poder judicial dependiente del poder político no puede haber control riguoso alguno ni de gobiernos, ni de parlamentos, ni de las demás instituciones. Una nueva pantomima de nuestra democracia.

Pero quizás la mayor perversión de nuestra democracia es la alienación de los ciudadanos convertidos en rebaño que solo tiene derecho a decidir en política una vez cada cuatro años cuando se convocan elecciones. Si alguien les defrauda al comienzo de la legislatura y hace una buena labor al final, por el efecto de recencia podrá obtener unos buenos resultados electorales aunque haya tumbado el país en la ruina. ¿Cómo puede responder el ciudadano cada día ante las barbaridades que le ofrecen sus representantes políticos?: de ninguna forma, cabreándose y haciéndose mala sangre cuando ve que algunos con su voto le han hecho la puñeta, pero cuando lleguen las próximas elecciones tendrán que votar por otros de signo contrario pero igual dirección que también le harán la puñeta.

Representación directa y derecho de veto

Ante esta patraña a la que algunos consideran democracia, hay numerosas alternativas en la era de las tecnologías, dejo un par de ellas para reflexión: una es la representación directa y otra el derecho de veto.

La representación directa es tan sencilla como la eliminación de los representantes políticos o su reducción a la mínima expresión y que los ciudadanos decidan directamente lo que les conviene o no les conviene. En España contamos con excelentes funionarios del Estado y también con muchos parados para llevar las decisiones directas de los ciudadanos a la realidad, sin necesidad de los representantes políticos. En un país tan avanzado como Japón, no gobiernan los políticos, sino los funcionarios y realmente no les ha ido tan mal en las últimas décadas.

Otra alternativa es el derecho de veto, en cada papeleta de votación se añade un código de barras como resguardo de haber acudido a las urnas y haber emitido un voto por una determinada formación política, resguardo que el votante puede utilizar en cualquier momento en un sistema tipo cajero automático para retirar su confianza por el político o el partido en el que ha confiado, esto introduciría un dinamismo en la política desconocido hasta ahora y permitiría que los ciudadanos mantuvieran el control del poder político en todo momento. ¿Se imaginan ustedes cuantos votantes del PSOE o el PP hubieran ejercido en esta legislatura su derecho a veto de existir esa posibilidad?. ¿Creen ustedes que estaríamos como estamos si hubiéramos podido vetar a los políticos que hemos votado en todo momento?. Los recuentos se harían cada mes, para reasignar la representación política resultante de los vetos.

Pues sencillamente con dos reglas como la computación de la abstención como representación y el derecho a veto, tendríamos controlados a los políticos en todo momento. Si además añadimos una cláusula que diga que cuando en el Parlamento haya menos de la mitad más uno de representantes (176 en el Congreso, por poner un ejemplo) se convocarían nuevas elecciones, ya tendríamos un sistema democrático controlado directamente por el pueblo, es decir una auténtica democracia representativa de la realidad y no una demagogia organizada para estafar a los ciudadanos.

Quizás sea el momento de gritar como en 1968: la imaginación al poder, ya que el poder carece de imaginación, honestidad e inteligencia. Si no nos gusta lo que existe, ¿por qué tenemos que conformarnos?, quizás sea el momento de que la democracia deje de ser un instrumento del poder para gobernar al pueblo y se convierta definitivamente en un gobierno ejercido por el pueblo. Los políticos nos han convertido en sus siervos, cuando debían ser servidores públicos y solo sirven a sus propios intereses, engañando a los españoles, es decir a sus soberanos. Seamos realistas, pidamos lo imposible (según el poder) y hagámoslo posible (desde nuestra libertad).

Biante de Priena

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