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domingo, 14 de noviembre de 2010

Asturias y la corrupción infinita. El pacto del Duerno


Como asturiano, siento realmente vergüenza de lo que escribiré a continuación, siento también pena y rencor por todos los asturianos, entre ellos mis hijos, por haber estado sometidos a la tiranía infame y el engaño de sus representantes políticos.

Asturias es una comunidad singular en el norte de España, con apenas un millón de habitantes, con unos paisajes inolvidables, una historia de milenios y una cultura distinguida, con tradiciones seculares e independientes. El carácter de los asturianos es variable, a veces eufórico y otras melancólico, posiblemente asociado al clima húmedo, a la naturaleza explosiva de nuestras montañas y costas, pero también a la forma de relacionarnos que tenemos los asturianos, que si bien vamos a nuestro viento propio, no dudamos en formar agregado con otros cuando hay una causa que merezca la pena.

Desde hace muchos años somos una comunidad decadente, que ha estado sometida a la desindustrialización y el abandono paulatino de la minería del carbón, al igual que las actividades tradicionales. La emigración ha sido una característica que se había superado en las últimas décadas, pero hoy vuelve a surgir con fuerza, sobre todo entre los más jóvenes, al mismo tiempo que somos la comunidad que recibe menos inmigrantes de España, porque aquí no hay nuevos trabajos para nadie, más que para aquellos que patrocinan los políticos. Al mismo tiempo, tenemos la tasa de fertilidad autóctona más baja de Europa y la tasa de pensionistas por trabajador, 3 jubilados por cada 2 cotizantes, más elevada de Europa.

Asturias está gobernada por el PSOE, a veces con IU y otras sin, desde hace casi 30 años, con la interrupción de una legislatura en la que comenzó gobernando el PP y terminó gobernando Sergio Marqués, tras haber creado un nuevo partido de corte asturianista, dejando el PP destrozado para unos años. Durante las últimas tres décadas, Asturias se ha mantenido gracias a las ayudas recibidas de Europa, por medio de los fondos mineros y las ayudas compensatorias del Estado, por la destrucción del tejido industrial y las privatizaciones de las empresas públicas aquí asentadas. Asturias, ha recibido así, cientos o tal vez miles de millones de euros, que han sido administrados por los políticos asturianos de tal forma que quien venga con ánimo de averiguar lo que aquí ha ocurrido debería exigir de forma inmediata una Auditoría General de las finanzas asturianas, realizada por una agencia internacional independiente, vigilada por la Unión Europea.

La corrupción infinita

En Asturias, la corrupción, al contrario de lo que ocurre en otros lugares, no ha sido exclusivamente de pelotazos puntuales, sino urdida de tal forma que ha permitido establecer un entramado inextricable de nuestro devenir. En Asturias la corrupción política y económica no es la excepción, sino la norma, el hábito adquirido por los políticos asturianos desde hace décadas, del que se benefician todas las instituciones, los medios de comunicación, las entidades financieras, los sindicatos, las asociaciones civiles, y todo aquel que cuente con el patronazgo político correspondiente. No hay actividad económica que se escape a la “mordida política” en Asturias, sea obra o gesto, Asturias está infestada de parásitos del erario público.

Alguno se preguntará como ha podido ocurrir tan enorme catástrofe, pues no resulta difícil de explicar, hay varios elementos que se unen, el primero es que ha habido enormes cantidades de dinero público gestionado por los políticos, el segundo es, que aprovechando el envejecimiento poblacional y la ausencia de reivindicación de los más jóvenes, se ha establecido un sistema proteccionista, que ha concedido ayudas públicas sin fin, para fumigar cualquier conato de protesta, fundamentalmente a través de los sindicatos y asociaciones públicas; en tercer lugar, los asturianos pasamos incluso más que el resto de los españoles de la política, aquí se acude a votar no por lo que hacen los políticos, sino por la tradición familiar, los votos están terriblemente cautivos por cuestiones emocionales y favores recibidos, hay otros factores de menor importancia.

Pero posiblemente lo que más ha contribuido a que los asturianos no hayamos levantado la voz durante estos años, es gracias a la conciencia de dependencia que los políticos han implantado en nuestros cerebros, con un discurso que venía a decir que los políticos hacían todo lo que podían para que no hubiera necesidades en los ciudadanos: aquí nadie pasa hambre, estaría bueno, pero nuestros hijos tendrán que emigrar, esa es la parte que se oculta; nuestra sanidad es buena, posiblemente la sanidad pública mejor de España, pero gracias a los profesionales que se han opuesto a las tremendas barbaridades que intentaron hacer los políticos; tenemos autopistas prácticamente sin tráfico, pero tenemos autopistas, mientras que otras están abarrotadas; los servicios públicos no son malos, pero podrían ser excelentes al precio que nos cuestan, y no lo son gracias a los ineptos que los gestionan.

El carácter de los asturianos está construido sobre la paciencia y la espera eterna. Cierto es que se ha declarado el 36 % de nuestro territorio como espacio protegido, lo que anuncia que el destino que nos espera es constituirnos en un gran parque nacional, donde los asturianos seremos contemplados como aborígenes en las próximas décadas, en las que se venderá nuestro paisaje y pasado mitológico a los turistas, hartos de tumbarse al sol.

El Pacto del Duerno

Pero sin duda lo que más me duele de todo lo ocurrido en Asturias, es la degeneración de la representación política asturiana, que ha organizado la vida institucional como un negocio. En Asturias, desde hace décadas, no hay grandes discrepancias entre los políticos, posiblemente seamos la comunidad donde menos conflictos haya habido entre distintos partidos, algo realmente insólito dado el carácter de los asturianos. Hay singular complacencia en la vida política, solo subvertida en alguna ocasión puntual, para que los asturianos no percibamos que estamos gobernados por “un partido único” en realidad, con ello no quiero decir que se sienten y negocien que es lo que van a hacer los del PP y los del PSOE, sino que saben perfectamente lo que no van a hacer, que es denunciarse unos a otros, para salir ambos mermados en poder y negocio.

Ese pacto implícito de no agresión lo he bautizado como Pacto del Duerno, que como ustedes sabrán es la artesa en la que comen los animales, habitualmente los cerdos. Verán ustedes, la cosa es sencilla, el poder está repartido en Asturias, si el PSOE gobierna la comunidad, Gijón, Avilés y las Cuencas mineras, el PP gobierna Oviedo y otros municipios importantes. Desde las direcciones provinciales de ambos partidos se dice lo que se puede y no se puede criticar. Así el PP no dice nada del imperialismo de Cajastur o las privatizaciones de grandes empresas públicas a cambio de que el PSOE no diga nada del estropicio de Villa Magdalena en Oviedo, o las inversiones faraónicas hechas con fondos públicos, de partidas dedicadas inicialmente para otros fines. Hoy por ti y mañana por mí.

Con los negocios establecidos con dinero público ocurre prácticamente lo mismo, aquí no se producen comisiones del 3 % como en Cataluña, eso es demasiado civilizado. No, en Asturias, se reparte el negocio directamente entre el PSOE y el PP por pacto implícito, supongan ustedes que si lo promueve el PSOE el PP se lleva su parte y si lo promueve el PP es el PSOE el que reclama su rédito. Así ganan todos y perdemos los asturianos. Los negocios privados, en su inmensa mayoría, se realizan a la sombra del poder político, por lo que se extiende sin fin la corrupción, llegando a todos los lugares.

Con los puestos de trabajo ocurre lo mismo, aquí no trabaja nadie en el sector público que no haya sido nombrado a dedo por el político correspondiente, lo que va desde peón en una obra hasta director general, así se ha llenado la administración pública de auténticos inútiles que buscan consagrarse sin hacer nada, porque en realidad no saben, más que esperar y verlas venir, mientras cobran sus buenos sueldos. El sector privado es cada día más dependiente del público y sigue su misma trayectoria.

El candidato ineludible: Francisco Álvarez Cascos

Esta Arcadia feliz y corrupta, en la que los políticos habitan de forma confortable, mientras los ciudadanos regresamos a épocas pretéritas, se vio de pronto atenazada por el pavor y el desenfreno, porque un personaje de la política española con rango de gran estadista, que es Paco Cascos, quería regresar a su pequeña patria para acabar con tanto marasmo y molicie. Ante la amenaza inminente, el Presidente Areces prefirió poner pies en polvorosa, alejándose de cualquier responsabilidad en el desaguisado, dejando al neófito Javier Fernández, el legado, el ejército y la batalla.

El Presidente Areces es un hombre inteligente y sabe que Francisco Álvarez Cascos viene con intención de tirar de la manta y mostrar a todos los asturianos la auténtica realidad de lo que han hecho los políticos en Asturias durante estos años, y le da igual que sean del PSOE, que del PP, algo que realmente le honra, porque posiblemente su intención más profunda sea devolver Asturias a la normalidad, salvándola del destino infausto que le espera en manos de todos estos mangantes. No en vano, por delante está aclarar el despilfarro y la dilapidación de recursos públicos que los políticos del PSOE han cometido durante estos años, con hospitales, puertos, autopistas, carreteras, aves y buitreras, y los del PP en menor escala, no porque sean más honestos, sino por que han tenido menor acceso a los fondos públicos.

Al mismo tiempo, Gabino de Lorenzo, factótum del desaguisado, líder in pectore del PP asturiano, del que la revista Atlántica XXII realiza una suculenta biografía, trató de contener la galerna pretendiendo colocarle a Francisco Álvarez Cascos una candidatura impuesta por él, para atenazarlo en una trampa y dejarlo sin posibilidad alguna de maniobra, a lo que el general secretario se negó y rompió cualquier posibilidad de acuerdo unilateralmente. Desde entonces, los dirigentes del PP asturiano se convirtieron en enemigos acérrimos de la candidatura de Paco Cascos al Principado, amenazando a la dirección nacional de una auténtica hecatombe si decidía proponerlo (o tal vez de algo más, que pudiera afectar, incluso, al magnífico porvenir que en Génova festejan, ante la ruina a la que nos han llevado a los españoles los socialistas de Rodríguez Zapatero).

Pero Asturias es diferente, porque en cualquier otro lugar, la hazaña por venir hubiera quedado en agua de borrajas, pero no en Asturias, los asturianos sabemos lo que ocurre hace muchos años y si hasta ahora hemos callado ha sido porque no serviría de nada gritarlo. Pero en la tierra original de la Reconquista de España a los musulmanes, no sabemos rendirnos ante el enemigo y somos capaces de afrontar las batallas más difíciles. A la llamada de Asturias primero, los asturianos nos agrupamos como las angulas para ascender el río. Somos un solo cuerpo y una sola mente, esa es nuestra historia y nuestro destino, del que no sabemos librarnos, ni tampoco queremos.

Así que primero unos cuantos, que fueron llamando a otros cuantos, que llamaron a su vez a otros cuantos y que seguiremos llamando a otros cuantos, nos reunimos bajo la bandera de ¡Cascos Candidato!, ¡Cascos Presidente!, con pico y pala, para abrir el futuro, igual que hemos labrado nuestro pasado. ¡Hay que recoger firmas! dijo alguien, y ya van siete mil (con acta notarial) y van llegando muchas más; hay que trabajar, y lo hacemos sin descanso; hay que luchar hasta el final y hasta el final lucharemos. Porque queridos amigos, los políticos se equivocan con nosotros, no es Cascos el que nos une para emprender la batalla, somos nosotros los que nos unimos para que Cascos nos represente con su palabra y sus hechos. Esto es democracia, esto es libertad, esto es justicia, esto es Asturias (léanlo como si trajera Esparta).

Don Mariano Rajoy, usted no tiene la última decisión, no se equivoque, tiene la oportunidad que le hemos concedido de bendecirnos en la batalla, nominando a nuestro elegido, Francisco Álvarez Cascos para emprenderla, nada más y nada menos; porque la decisión de hacer lo que creamos conveniente la tendremos siempre los asturianos, disfrute de nuestro aplauso mientras sea posible, pero líbrelo la historia de oponerse a la voluntad de nuestro pueblo. Nuestra ira está descrita con letras de oro en la historia de España, se lo recuerdo, por si lo hubiera olvidado.

Enrique Suárez

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