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martes, 25 de enero de 2011

Asturias como ideología


Algunos periodistas sorprendidos, se preguntan que diferencias ideológicas, formales o de contenido, pueden existir entre Foro Asturias y el Partido Popular de Asturias. Deberían hacer un pequeño esfuerzo por abandonar los estereotipos habituales. Lo que está ocurriendo en Asturias es posiblemente un caso atípico, porque ninguna comunidad española está tan deteriorada gracias a los políticos, pero en el resto de España está aconteciendo algo similar sin duda alguna.

Francisco Álvarez Cascos es posiblemente uno de los personajes políticos más coherentes de este país, evidentemente si hasta el 31 de diciembre ha pertenecido al Partido Popular no va a cambiar de ideario de la noche a la mañana cuando no lo ha hecho en los últimos 34 años. Algo similar le sucede a Esperanza Aguirre que consideraba y considera que Francisco Álvarez Cascos es y era el mejor candidato para representar al PP en Asturias. ¿Ha dejado de compartir ideología Esperanza Aguirre con Mariano Rajoy por expresar libremente sus pensamientos?. Enseguida surgirán los inquisidores mediáticos y los guardianes del más de lo mismo para denunciar la discrepancia, inconcebible en un partido político. Mariano Rajoy, sin embargo ha concluido con la polémica de una forma muy sencilla, diciendo lo que ha ocurrido: “Esperanza Aguirre ha expresado en público lo que piensa en privado”, y la Presidenta de la Comunidad de Madrid ha rectificado ratificándose en sus palabras: “sigo pensando lo mismo, pero como miembro del Partido Popular acato la decisión de mi partido”. Eso es lo que ha ocurrido.

Sin embargo hay periodistas y políticos que consideran los partidos como jaulas de reglas desconectadas de la realidad, son los veneradores de siglas y símbolos, los que hacen prevalecer la doctrina de la formación política sobre los principios personales, es decir, los que someten su conciencia y voluntad a lo que se determine desde la cúpula de sus formaciones. Estos políticos representan prioritariamente de esa forma los intereses de sus partidos, antes que los de sus electores. Su servidumbre a las siglas impide que al mismo tiempo puedan representar los intereses de sus electores, de los que ratifican en las urnas su representación política, porque en realidad no eligen a quien les representa, pues se limitan a confirmar con su voto los candidatos designados por las cúpulas de los partidos. Asistimos así a una perversión de la democracia, que transforma esencialmente en demagogia el proceso de representación política.

El modelo de representación política existente en España no es democrático gracias a la intermediación materializada de los partidos políticos. En Asturias se ha visto y se está viendo en su máximo esplendor lo que ocurre, que un candidato preferido por numerosa legión de afiliados del PP (más de 7000 con acta notarial) no ha podido siquiera competir en igualdad de condiciones por la representación política de sus seguidores, porque el PP de Mariano Rajoy lo ha impedido incumpliendo los estatutos del partido, dando un solemne pucherazo y además Mariano Rajoy ha mentido a los españoles, porque en el programa de El Gato al Agua de Intereconomía ofreció para resolver el problema una solución estatutaria y posteriormente incumplió su palabra.

Quizás la diferencia entre Foro Asturias y el PP no sea tanto ideológica como formal, porque sin respeto a las reglas, sin un imperio de los estatutos para todos los militantes de un partido, desde su presidente hasta el último afiliado, todo se acaba cayendo, como denunció con certeza Francisco Álvarez Cascos. Pero al mismo tiempo, no solo estamos hablando de un caso concreto, sino de una práctica generalizada de poder autoritario y despótico, porque si no se respetan ni las reglas del propio partido, dificilmente podrán esperar los ciudadanos que los políticos respeten las reglas institucionales y las normas constitucionales.

La crisis que se está viviendo en España no es exclusivamente económica aunque sea la faceta más atendida, sino política, institucional, psicológica, social y cultural. Estamos atravesando la etapa de mayor desconfianza ciudadana en los políticos que les representan. Fundamentalmente la crisis es de la representación política, la politica ha degenerado en España, hasta el punto de que se ha convertido en una peste que lo invade todo, que todo lo contamina, todo está politizado en una ambición desmesurada de los políticos sobre la vida pública y privada de los ciudadanos. Los políticos españoles han abandonado hace mucho tiempo su condición de servidores públicos para convertirse en señores fudales que exijen vasallaje a los ciudadanos, revocando la condición soberana y ciudadana de los españoles para convertir a los habitantes de este país en súbditos.

Se equivocan, por tanto, los que consideran que Francisco Álvarez Cascos es la causa de lo que está ocurriendo en Asturias, porque realmente es la consecuencia. No hay “casquismo”, hay exigencia de responsabilidad y rigor a los políticos en la representación de los ciudadanos asturianos. Francisco Álvarez Cascos es la solución providencial a un problema existente, porque Asturias está literalmente secuestrada por los partidos políticos, y doblegada a sus intereses. En Asturias el PP y el PSOE forman un “cártel” que se reparte la tarta de la economía pública a espaldas de los ciudadanos, llevan esquilmando años a los asturianos y durante la última legislatura han alcanzado su apogeo.

Si la cúpula del PP nacional ha incumplido los estatutos de su partido para imponer por pucherazo a una candidata, haciendo caso omiso de las numerosas denuncias presentadas, bloqueando el consejo de garantías, desamparando a Francisco Álvarez Cascos en sus derechos como militante, desatendiendo la petición de sus bases, de la inmensa mayoría de los alcaldes del PP asturianos y de sus cargos representativos no ha sido de forma inocente, sino insidiosa.

Las especulaciones se abren en el rango de las hipótesis y van desde las personales de rechazo a Francisco Álvarez Cascos, hasta la ocultación de lo ocurrido durante los últimos años en el PP de Asturias, pasando por la estrategia de falsa renovación cuando se mantienen a los mismos en la cúpula dirigente asturiana, hasta la evitación de que el ex general secretario levante las alfombras de la cartelización asturiana. El rechazo del PSOE, asignándole de inmediato las infamias que caracterizan su discurso a la persona de Cascos, bien desde la cúpula nacional o desde la FSA, con amenzas soterradas sobre su persona, indican que tampoco tienen ningún interés en que Cascos se presente, no solo porque con certeza les apartará del poder, sino porque posiblemente descubra muchas cosas que se han hecho mal y se han ocultado a los asturianos.

Llegados a este punto es fácil saber que es lo que distingue la política de Cascos de la de los partidos rivales en Asturias, sencillamente que sus adversarios temen ser desplazados del poder lo que les obligará a reconvertirse en ciudadanos tras prolongada estancia en el Olimpo de la política, sin merecimiento alguno vistos los resultados, pero también para evitar que, una vez Francisco Álvarez Cascos sea Presidente del Principado de Asturias, pueda descubrir las negligencias y las numerosas aberraciones políticas que se han cometido en Asturias durante los últimos años. Sin duda, los políticos que han representado a los asturianos en los últimos años, tanto desde el Gobierno como desde la oposición, deben muchas explicaciones a sus electores tras la decadencia prolongada y pertinaz que han logrado para la comunidad que han representado y para los ciudadanos que la habitan.

La ideología política de Cascos es muy sencilla, más que en diferencias espúreas de escoración, que solo sirven para engañar a los electorados, consiste en dos ideas básicas: recobrar la civilización de la política y establecer un programa ético y transparente en la gestión de los recursos públicos con un objetivo en el horizonte: sacar a Asturias del abismo social y económico en que se encuentra para que los asturianos puedan recuperar el orgullo perdido, tras haber sido sometidos a una devastación política por los partidos que les han mal representado durante las últimas décadas, y una vez recobrada la libertad y el mínimo bienestar, y un funcionamiento riguroso de las instituciones públicas, que cada asturiano y asturiana sea de la ideología que mejor le parezca, si eso les hace felices. Pero ahora no es la ideología la que nos ocupa en Asturias, sino la ética, el rigor político y el perdido respeto mutuo entre ciudadanos y políticos.

Tanto desde la izquierda como desde la derecha, todos los asturianos y asturianas queremos y anhelamos como causa común la recuperación social, económica, política y cultural de Asturias, esa es la ideología que defiende Francisco Álvarez Cascos desde mi criterio. La que defienden sus adversarios es la que nos ha conducido hasta la desastrosa situación social, política y economíca actual, sea desde la ineptitud de la izquierda en el Gobierno o de la derecha en la opisición, incluyendo sus disputas en tono menor, para entretenimiento de la ciudadanía, pero que no han evitado la catástrofe. Que disputen no es la causa de nuestros problemas que proceden más bien de aquello que han compartido en ese acuerdo implícito que se ha denominado Pacto del Duerno, algo que se concibe en rango de posibilidad cada día más probable, a la vista de los resultados y las informaciones que han aparecido en la prensa.

Enrique Suárez


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