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lunes, 14 de marzo de 2011

Los orígenes mitológicos de Asturias



Evémero de Mesene (siglo IV a de C) creó una doctrina hermenéutica, el evemerismo, para la interpretación de los mitos, cuyo como objetivo era traducir éstos a la realidad humana, así los dioses paganos no serían más que personajes históricos de un pasado mal recordado, magnificados por una tradición fantasiosa y legendaria. Cicerón, Voltaire, Hume o San Isidoro compartieron esta teoría, así como Jung, Graves o Campbell, más próximos a nuestro tiempo.

Asturias, es sin duda uno de los lugares más arcaicos culturalmente del territorio hispano, tanto por sus registros evolutivos, como por sus hallazgos prehistóricos. La particularidad asturiana más importante es su aislamiento tradicional, que permitió el desarrollo de culturas propias y características singulares. Sin embargo, la mezcla de los asturianos existió, pero apartada de las grandes invasiones de otras culturas hasta la época romana, los que llegaron a Asturias parece ser que se integraron con las culturas existentes, sin grandes conflictos, siempre que respetaran las tradiciones de los que ya estaban.

Otra característica de los astures ha sido su rebeldía, su levantamiento ante los intentos de sometimiento por parte de otras culturas, cuyo episodio más ancestral es la inmolación del pueblo astur en el monte Medulio (posiblemente en la proximidad del río Deva, que según San Isidoro, en sus Etimologías, es el río de Eva, que cruzó Adan a hombros para salir del paraíso) antes de ser sometido a esclavitud por las tropas al mando de Augusto y su yerno Agrippa hacia el año 22 a de C., episodio heroico de un pueblo al que dedicaremos atención en otra ocasión, que recuerda al ocurrido posteriormente en Numancia. Por cierto, las últimas tierras del Imperio Romano que fueron sometidas para establecer la Pax Romana fueran las de Asturias, para ello fue necesaria la presencia del mismo César Augusto.

Asturias posiblemente albergó la última cultura de cazadores europea, hipótesis que sugiere el profesor Pablo Arias de la Universidad de Cantabria, tras los hallazgos en la cueva de los Canes, posiblemente sea el origen de la agricultura autóctona europea, así como de una alfarería y metalurgia propias, tal vez menos influidas por otras culturas distantes, lo que parece ser evidente es que hacia el año 2.000 antes de Cristo ya se fabricaban herramientas de cobre en territorio asturiano.

El origen del pueblo astur se remonta en la noche de los tiempos y se entremezcla con la mitología, algunos autores como el padre agustino Manuel Risco, nos relata en el tomo XXXVII de “España sagrada” publicado en 1789, que los celtas tuvieron su origen en tierras de Asturias y fue desde este lugar desde el que iniciaron su diáspora hacia a Las Galias y posteriormente por toda Europa, desde tierras británicas hasta Turquía. Pero quizás una de las singularidades más notorias fue la fundación de Noega (la actual ciudad de Gijón o tal vez Navia, al igual que ocurriría en Noya, Galicia) por el mismo patriarca Noé en el viaje de su arca, o por su nieto Tubal. Esto quiere decir que también hubo presencia de la cultura hebráica entre nosotros.

Los primeros astures se asentaron en las riberas del río Astura (actual Esla), siempre fueron considerados desde los primeros relatos escritos como un pueblo que amó tanto la libertad que antes de perderla prefería la muerte, como relata el mismo Plinio. Este autor refería que las tribus más antiguas y sobresalientes de las Asturias eran los gigurros (Valdehorras), los lancienses (próximos a Mansilla de las Mulas, León), los pésicos (en la zona del río Navia) y los zoelas (habitantes de las zonas interiores hasta Tras-os-montes, en Portugal).

Quizás las primeras guerras contra los invasores fueron las acontecidas entre los celtas habitantes de las Asturias, en alianza con escitas nómadas y pelasgos "venidos del mar" (de origen incierto) asentados en esta tierra, contra los ligures del norte de Italia, a los que terminaron expulsando, sin llegar jamás a invadir por completo estos territorios, ni asentarse en ellos, al contrario que en otros territorios europeos.

Sin embargo, el origen más epíco de la reunión de los astures en una comunidad organizada es el atribuído a Astyr o Astur, progenitor ancestral de los astures, era el auriga del Rey etíope Mnemon en el asedio de Troya, como nos refiere Silio Itálico (Púnicas 332-339), según nos relata Sánchez Badiola en “Jovellanos y el Escudo de Asturias” en la revista Argutorio del segundo semestre de 2008.

Astyr, era hijo de la diosa egipcia Isis (madre también de Horus, cognominado Hércules) y tal vez de Osiris, su hermano y esposo; fue el primer rey de Creta (con el nombre de Asterión) y heredó de su hermano Horus las tierras occidentales de Europa, a las que emigró tras la guerra de Troya; según Sota, la capital de su reino estuvo en Igollo (Cantabria), nombre derivado de Isis y Osiris, donde quedan restos de su inmenso mítico palacio, en un roquedal en forma de circo. Se casó con Eritrea, la famosa sibila, hija del gigante Gerión, rey del territorio, del que tuvo un hijo, Noraco; enterrada en la peña del sepulcro a dos leguas del Ebro y no lejos de Butasur (muy próximo a Santa Gadea, donde El Cid hizo su juramento), que fue el lugar donde Astur fue incinerado tras su muerte (lo que nos indica que su origen no era celta). El epónimo de astures a él debe su nombre (y se sabe que no es de origen celta).

Hay otra leyenda que relata que Osiris recorrió el mundo, dejando a Isis en el trono de Egipto, pero posteriormente cayó en batalla en las tierras de Iberia, siendo su hijo Horus (cognominado Hércules) su vengador. Tras la muerte de sus asesinos, repartió las tierras de Iberia entre sus parientes que le acompañaban: a Pana le dio Andalucía, a Luso la lusitania, a Zacinto la ciudad de Sagunto y a su hermano Astur (cognominado Anubis, Mercurio y Hermes Trimegisto) le concedió las Asturias, las tierras del septentrión.

De la llegada de Astur a las Asturias (entre el tercer y el segundo milenio a. de C.) hay dos versiones, la primera nos habla de la lealtad, pues Astur no abandonó a su amigo Mnemón hasta su muerte por el gladio de Aquiles en el asedio de Troya. Mnemón, que significa “el que recuerda, el que hace recordar” era hijo de la diosa Eos (la Aurora) la diosa titánide, que salía de su hogar al borde del océano que rodeaba el mundo para anunciar a su hermano Helios (el sol). Su imagen, con Mnemón muerto sobre sus rodillas, como Tetis con Aquiles e Isis con Osiris, fue el icono que inspiró La Piedad Cristiana.

Mnemón heredó el reino etíope de su hermano Ematión, tras ser asesinado por Hércules; durante la guerra de Troya formó un ejército para la defensa de la ciudad, perdiendo su vida a manos del guerrero griego Aquilés como venganza por la muerte de Antíloco. Tras su muerte, su madre envió a sus hermanos, los cuatro vientos (el del Norte, el del Sur, el del Este y el del Oeste) a recoger su cadáver. Eos no cesó de llorar la muerte de su hijo en toda la noche, y sus lágrimas aún se pueden ver todas las mañanas de frío, en forma de rocio. Conmovido por el dolor de Eos, Zeus le concedió a Mnemón la inmortalidad (la inmortalidad de la memoria). Refiero este relato, porque fueron las lágrimas de Eos (la Aurora) las que trajeron a Astyr o Astur hasta las Asturias para establecer su fundación como comunidad mitológica.

Silio Itálico lo relata así en Púnicas III:
“El pueblo cántabro, invencible al frío y al calor y al hambre, y portador de la palma del triunfo en todo tipo de trabajos. Admirable el amor a su pueblo, cuando al encanecer, entregan al destino los años inútiles ya para la guerra; no soportan vivir sin luchar; la razón de su vida está, íntegra en las armas; vivir pacíficamente es una condena.

Bañado por las lágrimas de la Aurora, viene a las tierras occidentales el auriga de Mnemón, esquivando la tierra patria, el Astur tiene un caballo pequeño, desconocido en la guerra; pero galopa sin sacudir la espalda y tira con gran velocidad, con su flexible cuello de un pacífico carro, lo dirige Cydno, experto en recorrer los Pirineos cazando o en combatir a distancia con un venablo moro

Han venido también los Celtas, nombre asociado a los Ibéros, es un honor pare ellos caer combatiendo, un crimen inefable quemar su cuerpo, si los miembros yacentes son cogidos por un buitre hambriento, son llevados al cielo, a los dioses de lo alto”

La segunda leyenda genealógica de la llegada de Astur, relaciona a los astures con la fundación de Europa, pues Astur, transformado en Asterión, habría realizado “el rapto de Europa” o bien procurado su huida tras la llegada a Creta tras sus aventuras con el mismo Zeus. Cuando Europa llegó a la isla tras sus correrías con Zeus, Asterión la acogió y terminó casándose con ella. Si bien no quería tener hijos con la que había sido una de las amantes preferidas del dios, trató como un padre, educó y nombró como herederos a los hijos que su mujer había tenido con Zeus: Minos, Radamantis y Sarpedón. Algunos autores tenían a éstos como hijos de Asterión, identificándolo entonces como el raptor de Europa. El emblema de Creta (un toro) que figuraba en el barco que usó Asterión para sacarla de Fenicia se identificaría pues con el rapto de Zeus transformado en toro. Así que Astur sería el padre del Rey Minos de Creta y Europa la primera reina de Creta, Minos, más tarde crearía el imperio minóico y posiblemente los cimientos ancestrales de la cultura Occidental al reunirse con la cultura micénica, al tiempo que su padre fundaba tras su marcha con Europa, la comunidad que habría de ser origen mitológico de los astures (y trayendo el culto al toro a Iberia, representación de los ancestrales ritos cretenses).

Sota nos ofrece un relato más aproximado de la historia, al parecer Astur rescató a Europa de las iras de su padre, Agenor de Tiro, huyendo de su venganza, llegó a España para refugiarse en lo más oculto, Asturias, en las Peñas de Europa que llevan su nombre, los lebaniegos todavía tienen en su tradición oral el recuerdo ancestral y arquetípico de una reina que estuvo refugiada en una cueva de sus montañas (algo que se relaciona con el sincretismo asociado a la Virgen de Covadonga que como dice en su himno, es: “la reina de nuestras montañas")

Fernández La Madrid, en el siglo XVIII, elabora un informe en el que considera que Cabrales fue fundado por Astur, “cuando trajo robada de Fenicia la Reina de Europa” para ocultarla en una cueva de los Picos que llevan su nombre, por eso los habitantes de Arenas de Cabrales tendrían el sobrenombre de escuderos, por haber servido de guardia a la pareja (una historia que guarda extraordinaria similitud con la establecida por los habitantes de Las Regueras en la protección del Rey Enrique II de Trastámara con su esposa, Juana Lacerda la hija del Infante Don Juan Manuel, huyendo de su hermanastro Pedro I el cruel por haberse casado contra su voluntad, que dio paso a otra de las refundaciones de España con participación de los asturianos, tras la derrota de Pedro I en los campos de Montiel; también, en esta ocasión, una magnífica historia de Lealtad)

Astur, fue sucedido tras su muerte por su hijo Rhadamanto y tras este gobernó Noraco, (Noraco, hijo de Eritrea y Astur (Hermes-Mercurio), nieto del gigante Gerión, era por parte de madre reconocido entre los tartesos como uno de ellos, con el nombre de Norax), dio nombre a la isla de Menorca (Nura) y fundó la primera ciudad de Cerdeña, de nombre Nora, que fue dependencia con la mitad de la isla, posteriormente, también fundó las ciudades de Nora, Noreña y Noriega en Asturias, pero también asociado a la ciudad de Cangas de Onis (Norenus es una de las tres lápidas encontradas en Abamia). Noraco, a su muerte habría sido enterrado en las faldas del Monte Naranco (tal vez el Naranjo de Bulnes por una sincopación de su nombre). Tras él parece que Astur II gobernó una época en la que se desarrollaron actividades relacionadas con la agricultura y la ganadería, se sabe de él por el Eneas de Virgilio que era muy atractivo y acudía a la guerra con armas y atuendo de extraordinarios coloridos, como aquellos que le acompañaban, para luchar contra los ligures, posiblemente.

Posteriormente se sucedieron otros reyes desconocidos por doscientos o trescientos años, posiblemente Salatio y Oca entre ellos, hasta llegar a Astur III hacia el siglo III a de C., que participó con Hanibal, del que era pariente por su descendencia común de Europa, en la toma de Sagunto (218 a de C), donde falleció a manos del romano Murro. Fue sucedido por Herdo, posiblemente su hijo, que reunió a todas las tribus de la hispania septentrional (astures, ártabros, cántabros y bascones) acompañando a Hannibal a la toma de Roma y a sus posteriores batallas por Italia, España y el norte de África. Hay un periodo de 140 años que no se sabe quienes le sucedieron hasta llegar a Astur IV
, que disputaría y se aliaría con Pompeyo y Julio Cesar, a lo largo de su reinado, hasta llegar a la masacre del pueblo astur en Monte Medulio, tras haber hecho un foso de más de 15 kilómetros a su alrededor para asediarlo, por órdenes de Agrippa, yerno de Cesar Augusto, en el año 22 a de C.

La conclusión es sencilla, todos los caminos conducen a la singularidad ancestral en la fundación de la cultura asturiana en la noche de los tiempos, bravura, lealtad, nobleza, honestidad y una fuerte identidad propia, indómita al sometimiento a los invasores, son nuestras características más idiosincrásicas. Quizás sea hora de recordar con la memoria arquetípica que los astures jamás se rindieron a los invasores, pero fueron ejemplarmente hospitalarios con aquellos que llegaron a sus tierras sin ánimo de cambiar sus costumbres.

Así nos lo recuerda Diodoro de Sicilia (V, 33-34) hablando de los astures:

“según sus normas habituales son extremadamente crueles con los criminales y enemigos, aunque con los forasteros son compasivos y honrados; a los extranjeros que vinieron a vivir entre ellos, todos los invitaban a parar en sus casas, rivalizando entre ellos para prodigarles hospitalidad, y los extranjeros que fueron atendidos por éstos, los elogiaban y los consideraban amigos de los dioses…”


Enrique Suárez

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