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domingo, 27 de marzo de 2011

Derribemos el muro del socialismo que nos separa de la libertad y el progreso


No son pocos los que han acusado al Presidente de este país de ser un “adanista”, en alguna ocasión también lo he hecho posiblemente, pero si definiéramos exclusivamente como adanista a José Luis Rodríguez Zapatero, perderíamos algunas de sus características peculiares. Adán, por ejemplo, nunca jugó a ser Dios, más bien fue receptor de su bondad y su ira, como los españoles hemos sido el cuerpo sacrificial del personaje político que ha logrado que hayamos perdido veinte años de nuestras vidas en un viaje a ninguna parte, gracias a su empeño en convertirse en el Ícaro de nuestro tiempo.

No es baladí la cuestión, porque se tardarán al menos dos décadas para que los españoles logremos recobrar el grado de bienestar económico y político que teníamos en 2004, medido en cifras de paro, no será antes del 2024, gracias al “progresismo abélico”, la derivación del socialismo que ha guiado la política en nuestro país, desde hace 7 años . Cierto es que sin la colaboración del PP con su tancredismo y anuencia en la oposición, jamás hubiera acontecido semejante perjuicio, pero la fatalidad nos ha ofrecido a los españoles, por nuestra credulidad democrática, una singular conjunción política denominada kakistocracia, que es, de forma resumida, el peor gobierno con las peores políticas, en este caso acompañado de la peor oposición, lo que incrementa el perjuicio.

Los personajes políticos son los actores de la tragicomedia de nuestro tiempo, su representación teatral nos muestra su máscara (“hypócritas”), mientras representan el guión de la obra que escriben con nuestras vidas. En los medios de comunicación, se nos muestran alzados sobre coturnos y nos imprecan con soflamas intrascendentes. La sociedad de masas permanece atrapada en la hipnosis a que es sometida por el elenco de privilegiados que viven a nuestra costa, ofreciéndonos el cielo desde su propaganda para llevarnos directamente al infierno de la realidad, para amargarnos la vida, supuestamente por el bien de una entelequia denominada sociedad, que al final soporta un reparto injusto de privilegios entre aquellos que han reunido menos méritos para representarnos, pero sí más apoyos entre los que les designan para hacerlo.

Nosotros, los ciudadanos, acudimos como borregos a las urnas cuando nos convocan para sancionar con nuestros votos su legitimación y eximirlos de responsabilidad por sus numerosos errores al mismo tiempo. Esta radiografía sencilla de la demagogia (promesas incumplidas, hechos injustificados) que nos ofrecen los representantes políticos, cada día es comprendida por más ciudadanos, lo que por una simple ley de acumulación de voluntades, algún día nos terminará ofreciendo una solución a los problemas que tenemos. No se puede permitir que en una sociedad avanzada, ciudadanos y políticos sigamos viviendo con códigos diferentes. Siempre debemos recordar que los políticos son políticos gracias a nuestros votos y nuestros votos son una consecuencia de nuestra creencia en su propaganda de promesas incumplidas (y no en sus hechos realizados) que nos ofrecen en su espectáculo bochornoso.

¿Es José Luis Rodríguez Zapatero un adanista?

Pero no nos apartemos del tema, la cuestión es descubrir si José Luis es un adanista o mejor dicho, si es exclusivamente un adanista. En un análisis inferencial más profundo, descubriremos que José Luis Rodríguez Zapatero no es solamente un adanista, aunque tiene características adanistas, pero también las tiene abelitas (muy propias de nuestro tiempo) o erostráticas (propias de su narcisismo, inmadurez y donosura particular). Hagamos la disección de la personalidad de este sujeto del que vamos a tardar años en olvidarnos.

Hace un año, a propósito de recordar la obra de Gustavo Bueno: “Zapatero y el pensamiento Alicia”, publicada por Temas de Hoy en el año 2006, se hacía referencia en un artículo a la gran novedad cultural que nos presentaba el ínclito personaje, algo que se denominó por entonces “el zisma de ozidente”, que era la representación literaria de su obra inolvidable

“El zisma de Ozidente, es la simpática forma de definir lo que está haciendo el inefable cejado al convertir sus delirios pueriles en una nueva realidad –porque está seguro que la realidad auténtica se equivoca-, lo hace cerrando los ojos fuertemente, tratando de convencer a la humanidad de que lo que él piensa es la única forma de entender lo que ocurre; con él, la democracia española ha dejado de ser episódica, plural y alternante, para regresar a sus ancestrales raíces franquistas. Tanto se ha empeñado en erradicar el franquismo este inepto, que ha acabado resucitando lo peor del régimen de “la oprobiosa”, para decirnos exactamente lo contrario: que Franco estaba equivocado, porque el único que puede tener razón es él –lo dejo en minúsculas, por ahora-; la verdad revelada por su abuelo, es la única verdad que podemos creer, porque él tiene “la certeza”, al igual que Mahoma con Alá o Moisés con Yavhe, de que la verdad que le reveló su abuelo es la más verdadera, la única posible, así, convertido en el San Agustín del socialismo español, se ha propuesto traernos la buena nueva de un mundo mejor, aunque destroce todo lo existente desde su detentación del poder, para mutar la sociedad real por una sociedad imaginada en su videojuego presidencial”
Ahorcada por la fuerza de los tiempos, la RAE ha acabado aceptando el término adanismo que define de la siguiente forma: “hábito de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente”. Realmente, el ínclito personaje cumple criterios suficientes para ser denominado adanista, que además de la etimología correspondiente, también se define por la ceguera a otra realidad que la percibida por el sujeto, porque la mejor forma de tener razón es desconsiderar todo aquello que la cuestiona.

Una de las características más notorias de los adanistas es que jamás pueden equivocarse, porque si la realidad, la razón o el sentido común no les apláude, es una prueba de que realidad, razón y sentido común se equivocan, desde esta perspectiva, todos los adanistas son infalibles. Por eso antes de reconocer sus errores, prefieren hablar del tiempo, mirar a otro lado o rellenar con falacias sus fiascos. El adanista prototípico es creador de una nueva realidad, en la que si le parece bien, por inspiración mesiánica, decir que 2+2 suman 5, aunque no sea capaz de demostrarlo, deben obligatoriamente cambiarse todas las reglas aritméticas para incorporar el hecho incuestionable. Es inútil debatir con los adanistas, porque cuando la realidad demuestra que se han equivocado, son capaces de cambiar hasta el significado del lenguaje con tal de no reconocerlo, siempre dispuestos a rellenar con falacias sus imposturas.

Pero si bien el adanismo nos ofrece una simplificación semántica sobre el proceder de José Luis Rodríguez Zapatero y sus seguidores, no nos explica suficientemente la motivación argumental sobre la que construyen su inefable propaganda y la seducción de las masas a que nos tienen acostumbrados. En primer lugar, hay que recordar que el PSOE nunca ha respetado la democracia, porque si fuera así, no podría haber actuado con inusitada demagogia, sin considerarse responsable de haber embaucado a sus electores y a los ciudadanos en general. El procedimiento colectivo es interesante al caso, el PSOE reúne entre sus seguidores aquellos, que bien por depender del pesebre o por defender los privilegios obtenidos, están dispuestos a echarse a la calle para decir “No a la Guerra de Irak, pero Sí a la de Libia o Afganistán”, sin considerar que esa conducta es una incoherencia y una incongruencia. Evidentemente, para el PSOE la democracia no existe, porque viven en su degeneración: la oclocracia, que es la tiranía o el abuso de poder que se establece de forma violenta apoyándose en las muchedumbres que les apoyan, formadas por la cofradía de su partido, las izquierdas, los colectivos y los sindicatos. Toman las calles en cada ocasión que bien les parece, para imponer su voluntad en las urnas y en los medios de comunicación, amenazando a los ciudadanos con males mayores si no acaba dándoseles la razón y el poder, henchidos de razones que no pueden justificar más que en los privilegios que detentan los que organizan el agit-pro correspondiente.

Ciertamente hay algo más, algo que nos explicó José Ortega y Gasset en 1930 cuando se publicó su magnífica obra “La rebelión de las masas”, lo que nos condujo en nuestro país a la Guerra Civil en 1936, pero también a la situación actual, como se describió en: “La muerte de la democracia en las garras del socialismo”, que se puede resumir en esta frase: “el PSOE nunca ha entendido que la democracia no se fundamenta exclusivamente en el acceso al poder a través de las urnas, sino en el estricto respeto a las reglas de juego compartidas y aprobadas por el pueblo al que gobierna”

Pero aún nos faltaría la motivación para el engaño, evidentemente la crucial es el reparto de privilegios entre aquellos que no reúnen méritos suficientes para representar a los demás, pero gracias a su escalada personal dentro del PSOE, como antaño se hacía en la Iglesia, la Nobleza, o el Ejército, reúnan o no reúnan condiciones para representar a los demás, resultan designados para hacerlo por un aparato de partido que les exigirá siempre lealtad a las siglas, y a la jerarquía de su formación política, antes que a los ciudadanos que les votan. Este procedimiento de selección negativa y ascenso social es compartido por todos los partidos políticos españoles en la actualidad, aunque posiblemente en el PSOE sea el exclusivo.

Los tiempos abélicos

Además hay que tener en cuenta “los tiempos abélicos” que vivimos en esta época, algo que el PSOE ha aprovechado para imponer su voluntad en las urnas con un mensaje de paz y amor. La mutación del pensamiento socialista en progresista, que será el origen de su extinción, proviene al menos de tres raíces: una la caída del muro de Berlín, mostrándonos en su esplendor la decadencia y miseria de los regímenes del socialismo real (como hoy se puede seguir contemplando en Cuba o Corea del Norte); otra la riqueza acumulada por los países occidentales y su redistribución más equitativa, que se ha traducido en un bienestar social que a pesar de llegar a más gente, sigue dejando a una quinta parte de la población española en la pobreza; y por último, las nuevas tecnologías que permiten competir a los ciudadanos con las “verdades oficiales” redistribuidas anteriormente en monopolio por los medios de comunicación y que hoy son criticadas por todo aquel que quiera hacerlo, creándose una “verdad extraoficial” que suele coincidir más con la realidad que la “oficial” porque es directa y no intermediada. La crisis de los medios de comunicación, hoy dependientes del poder más que de sus seguidores, los ha convertido en fuente de intoxicación, correa de transmisión de las “verdades oficiales” que interesan a los que administran el poder, han perdido credibilidad y están condenados al cambio o a la desaparición.

No quiero concluir sin dedicar atención a "los tiempos abélicos” que tanto le gusta representar a la izquierda occidental, cuando su relato histórico se olvida de que las mayores atrocidades que han ocurrido en este mundo han corrido a cargo de la izquierda, tanto del socialismo y del comunismo, enemigos de la libertad, en el pasado, como de los regímenes actuales que todavía mantienen bajo su yugo a miles de millones de personas allí donde establecen su dictadura social, como las tiranías socialistas musulmanas que están cayendo por doquier. Las izquierdas hacen su juego político atribuyendo a todos los demás los males de este mundo, al capitalismo, al liberalismo, a los conservadores, a la religión, al individuo, al egoísmo humano, a la historia, a la cultura, entre otros muchos enemigos que se inventan, para quedarse en el rol social de la bondad, de la paz y el amor, de la solidaridad, de la honestidad, del altruismo.

Todos menos los socialistas son la representación de Caín, mientras que ellos mantienen la exclusividad de la representación de Abel, pobre víctima de la maldad humana, que representan en el individualismo, mientras que la sociedad sería la representación del humanismo bondadoso, que respeta la Tierra desde la ecología y a los demás desde el talante, que buscan la igualdad entre todos los seres humanos y que quieren erradicar los privilegios de este mundo (cuando en realidad les falta tiempo cuando alcanzan el poder para aferrarse a ellos e incrementarlos todo lo que pueden). Para los socialistas lo más importante es no distinguirse, aparentemente, porque su soberbia es insoportable una vez que se han alzado en el poder, así vemos auténticos tarugos dando lecciones a la humanidad desde la más absoluta ignorancia que atesoran, sobre lo que debe y no debe ser este mundo y pobre del que se atreva a llevarles la contraria, porque entonces se transforman en auténticos talibanes y establecen su yihad particular contra el osado.

George Orwell nos ofreció una magnífica alegoría del comportamiento de los socialistas en su obra “Rebelión en la Granja” cuando los cerdos se hicieron con el poder. Los socialistas erradican la libertad de los demás para hacer su propia libertad mayor, y para ello no les importa nada, ni renunciar a la verdad desde el relativismo, ni acabar con aquellos que se opongan a su opulencia o a su mesianismo de la estupidez. Los socialistas transforman a los individuos en entes sociales anómicas y alienadas con el único objetivo de reducir su dignidad para transformarlos en una masa social amorfa abúlica, dócil a su propósito de tener secuestrados a los ciudadanos en su Pandora particular, mientras ellos disfrutan de la vida a su costa, sin otro mérito que haber sido suficientemente listos para colocarse aprovechando la inocencia de la gente.

En un mundo racional y libre, el socialismo no tiene sentido, es un artefacto político que se opone radicalmente al progreso y la evolución de la humanidad. En la mayoría de los países europeos ya ha comenzado su decadencia, pues no gobierna en ninguno de los más importantes, España que siempre llega tarde a todo, en esta ocasión ha tardado un poco más, pero el socialismo no tiene sentido en estos tiempos, aunque se disfrace de Abel y criminalice sin descanso todo lo que no es socialismo. Se acaba también en nuestro país, de ahí la tremenda desesperación que nos brindarán públicamente en los próximos tiempos antes de que concluya su segura desaparición.

No puede haber libertad, ni evolución, en el socialismo, ha llegado la hora de que los españoles derribemos el muro de Berlín (propaganda y ruina) que ha construido el PSOE, para eliminar la libertad de un pueblo soberano. El próximo 22 de mayo que nadie se olvide de lo que nos han hecho, que compare la situación actual con la que viven en otros países o con la de antes de que ellos alcanzaran el poder en España y que no se crean sus mentiras, porque resulta que mientras en otros países, no gobernados por socialistas, hace tiempo que están saliendo de la crisis económica y política, en España todavía no acabamos de tocar fondo y mientras los socialistas sigan en el poder seguiremos decayendo.

La cuestión para que José Luis Rodríguez Zapatero se vaya del Gobierno y el PSOE del poder, que importa a los españoles ya no es ¿por qué?, sino ¿cuándo?

Biante de Priena

Liberando la política de su cautiverio demagógico


Alegoría del mal gobierno por Ambrogio Lorenzetti

Palazzo Pubblico de Siena, 1338-1340


Mientras en los países musulmanes del norte de África y Próximo Oriente, se establecen revoluciones contra el poder autárquico de los tiranos, que los dirigen y representan; en los países occidentales del sur de Europa, tal vez por contagio o proximidad, se está produciendo un fenómeno de rebelión contra los principios tradicionales que regulan la vida dentro de los partidos políticos.

En los países del centro y norte de Europa, así como en Norteamérica (con excepción de Méjico) o Japón, Australia y Nueva Zelanda, el comportamiento de los partidos políticos es más riguroso y honesto. Esta circunstancia política y ética, está repercutiendo considerablemente sobre la situación económica de los países europeos meridionales, que junto con Irlanda, forman los PIIGS (Portugal, Irlanda, Grecia, Italia y España) que están amenazando la continuidad monetaria de la Unión Europea. No es casualidad que los países más proclives a la intervención económica, sean los que presentan el mayor grado de degeneración política del continente europeo.

La política (o su ausencia o degeneración) es causa del declive económico que atravesamos en España. Los formaciones políticas en nuestro país amenazan con convertirse en proveedoras de una nueva aristocracia, donde la designación de los representantes públicos por los órganos de poder (como en otros tiempos se hacía por orden del Rey), prevalece sobre la elección democrática de los “princeps inter pares” por parte de los afiliados. No resulta extraño que, en esta coyuntura, los aspirantes a candidatos a la representación pública, veneren las siglas que les confieren el privilegio designado, por encima de los méritos que les definan o sus habilidades peculiares. La concesión de privilegios inmerecidos atenta contra los principios esenciales de la democracia y la justicia, pero se han incrustado con vehemencia en la vida pública española.

Los partidos políticos se han convertido en organizaciones burocráticas, que se rigen por un principio autoritario descendente, que degenera los criterios de selección de candidatos, antes que por un principio jerárquico ascendente, fundamentado en la preferencia de los mejores, los más capacitados y reconocidos por sus propios compañeros, resulta que son apartados por aquellos que ejercen el oficio de selección. En este panorama, los mejores candidatos son relegados por los más acomodaticios y dóciles, los que reconocen su deuda con la jerarquía nominadora, siendo sabedores de que no son sus cualidades, recursos o virtudes los que les han llevado a la posición de privilegio que detentan. En estas condiciones deplorables, la usurpación de la democracia está servida para el consumo de masas, tanto interno, dentro de las formaciones políticas, como por el pueblo, en las convocatorias electorales, como antesala de los abusos de poder y las injusticias, que luego derivaran en corrupciones, nepotismos y degeneración de la representación política.

Resulta extraño que los medios de comunicación, con “tan buenos y numerosos profesionales” como albergan, no se hayan ocupado del análisis en profundidad, de esta cuestión tan importante para la vida pública y para la confianza de los ciudadanos en sus instituciones políticas, que en estos momentos suponen el tercer elemento de preocupación para los ciudadanos españoles en las encuestas del CIS, inmediatamente por detrás del paro y la crisis económica.

Los medios de comunicación sufren una contaminación de la degeneración que afecta a la representación política en nuestro país, posiblemente porque su supervivencia dependa más de los patrocinios políticos con recursos públicos de los gobernantes nacionales, autonómicos y municipales, bien de forma directa, por su dependencia exclusiva de los gobiernos correspondientes, o bien de forma indirecta, por medio de propaganda política o de publicidad institucional, que de los lectores que adquieren diarios, escuchan emisoras de radio o ven programas de televisión. Pocos medios critican la estructura política que permite la degeneración de la representación pública y su cautiverio por los aparatos de los partidos políticos, fijándose exclusivamente en los detalles anecdóticos o las particularidades personales de aquellos que conforman el elenco de la representación pública en España. Además, la información que fluye por la red de redes, está desplazando de la credibilidad a los medios de comunicación tradicionales, incapaces de adaptarse a la revolución tecnológica e informativa que estamos viviendo.

El comportamiento del estamento político español, remeda a las tiranías de épocas pretéritas, con la única diferencia de que cuidan las formas de la representación teatral que ofrecen a sus electores, pues enmascaran tras un velo de confusión y ocultación, las auténticas relaciones de servidumbre que se establecen entre los candidatos y representantes públicos y los aparatos de los partidos que les designan directamente, según criterios arbitrarios, siempre que se aparte a los mejores de la selección positiva, porque el poder, en nuestro país, parece que solo puede ser representado desde la selección negativa, considerando como méritos para la evaluación, la docilidad, la anuencia y la fidelidad permanente a los nominadores.


Biante de Priena



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