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jueves, 30 de junio de 2011

La irracionalidad del socialismo


A los embaucados por el socialismo

Decía Alexis de Tocqueville que tras cualquier propuesta de igualdad siempre se oculta la envidia, Friedrich Nietzsche añadía al socialismo la condición de pereza, sobre todo mental, pero quizás fue Winston Churchill, el que mejor definió sus “virtudes”: "el socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.

Sin embargo, las críticas más duras contra el socialismo provienen de pensadores anarquistas, Mijail Bakunin consideraba: “la libertad sin socialismo es privilegio y progreso, socialismo sin libertad es tiranía, brutalidad y una mierda” y Pierre Joseph Proudhon, el azote de Marx, decía: “...los socialismos, no creen en la igualdad por naturaleza y educación. La suplen por decretos soberanos que no pueden soportar, sin importar lo que hagan. En lugar de buscar justicia en la armonía de los hechos, la toman de sus sentimientos, llamando justicia a cualquier cosa que les pareciese amor por el vecino e incesantemente confundiendo hechos de la razón con hechos emocionales.”. Los famosos motivos para creer en el pleno empleo de los cinco millones de parados, que es todo lo logrado.

Creer que el socialismo puede resolver los problemas complejos que surgen en las sociedades avanzadas, en condiciones de libertad y justicia, es de una ingenuidad inverosimil, de similar magnitud a la que propusiera que los extraterrestres van a acudir a resolver la crisis económica antes de que Zapatero se vaya de La Moncloa.

El socialismo no respeta la democracia, la usurpa siempre, imponiendo el despotismo colectivo de entelequias amorosas como la búsqueda de la igualdad, la solidaridad fraterna, la justicia social o la paz universal. Su lenguaje siempre destila bondad, generosidad y altruismo, invita a a la fe en la ingenuidad perpétua y aboga por la erradicación de diferencias sociales y privilegios, sin embargo, como doctrina materialista y mecanicista, termina siempre aboliendo la libertad en función de propósitos más excelsos y tratando a los seres humanos como niños que requieren instrucción y vigilancia, como criminales egoistas si se apartan de sus designios, o como cosas inertes, elementos de un puzzle colectivo, homogéneos y reiterados, que por ingeniería social pueden ser reducidos a clones idénticos.

Para el socialismo el ser humano es un problema incómodo, porque en un plan diseñado de forma inteligente, cuando la realidad no se ajusta a sus propósitos, por culpa de los seres humanos que no cumplen exactamente con lo que les corresponde, jamás fracasa el socialismo o sus diseñadores, sino los estúpidos mortales que deciden existir como les da la gana sin cumplir con toda la legión de leyes que se imponen para corregir sus excesos y sus defectos. El socialismo jamás se equivoca, porque es infalible, en todo caso, se equivocará la realidad, porque no sigue el camino diseñado por el socialismo.

Quien trate de comprender la lógica racional intrínseca al socialismo, siempre se encontrará con innumerables contradicciones, habitualmente opuestas a la condición natural de los seres humanos, que es la diferencia. Socialismo y libertad son conceptos opuestos, al igual que muerte y vida. El socialismo es la doctrina política que más expolia al ser humano, convirtiéndolo en un elemento más del rebaño social, indiferente, obediente, que acepta la esclavitud de forma voluntaria, la alienación obligatoria y la anomia por decreto. El lecho de Procusto es su paradigma de evolución humana, lo que sobra se quita, y siempre sobra lo que le parece bien a Procusto. Aunque el cristalero de Bastiat que por la noche rompía los cristales de las ventanas de aquellos que por la mañana acudían a él para que los repusiera, tampoco es desdeñable.

El socialismo ha convertido el poder absoluto del antiguo régimen en el absoluto poder de un régimen antiguo, en el que se sustituye la tiranía individual por la tiranía colectiva. Una pirámide invertida no puede sostenerse demasiado tiempo en equilibrio, y cien desinformados no pueden tener más razón que alguien con conocimiento, por mucho que la democracia les ampare. Cuando en la democracia prevalece, exclusivamente, el criterio de que la mayoría tiene razón, asistimos indefectiblemente a la quiebra del bienestar de la mayoría, porque reducir la democracia a una decisión mayoritaria, sería lo mismo que reunir a todos los trabajadores de una obra en construcción para que decidan como deben ser los planos de un edificio por votación, y como debe realizarse a partir de ellos su construcción, considerando que el criterio de los arquitectos y los aparejadores, tiene el mismo valor que el de cualquiera de ellos.

Si el edificio se termina cayendo, el error nunca será de los trabajadores que han votado equitativamente el proyecto, sino de la democracia, de las condiciones del terreno, o de la mala calidad de los materiales, en un acto de irresponsabilidad inadmisible, al fin y al cabo, siempre podrán decir, nuestro error no fue votar, sino que alguien nos dijera que lo hiciéramos, nosotros no estábamos cualificados para decidir y si lo hicimos, fue porque alguien nos invitó a hacerlo en nombre de la democracia. La corrupción no es siempre accidental, hay ocasiones que tiene fácil explicación, porque evidentemente las obras que se acaban cayendo, terminan produciendo más beneficios para aquellos que tienen el privilegio de imponer su construcción, cien veces si es necesario, como el dinero público no es de nadie.

Nadie se atrevería a volar en un avión siguiendo las decisiones democráticas del pasaje, pero sin embargo, el socialismo pervierte la democracia, al reducirla exclusivamente a la decisión de la mayoría, sin considerar que la democracia de nada sirve, si convierte la razón en razón social. ¿Se imaginan ustedes que se votara, tras la instrucción adecuada y la propaganda oportuna que 2 más 2 son cinco y se hiciera un decreto aboliendo que eran 4 y a partir de ahí se cambiara la realidad, con el nuevo criterio?, pues algo parecido es lo que hace el socialismo cuando gobierna, en nombre de la democracia, porque la razón social es todo, la nueva divinidad a la que hay que rendir servidumbre.

El proceso de decisión del socialismo siempre sigue una regresión a la media, partiendo de una desigualdad en la riqueza, como decía Winston Churchill, alcanza un reparto equitativo de la miseria. Las obras "democráticas" del socialismo que sustituye la razón social por la razón, se terminan cayendo; la economía termina sucumbiendo y el bienestar se acaba agotando. Ruinas por todas partes es lo que deja el socialismo como legado, escombros esparcidos por las áreas donde ha intervenido, montañas de errores que acabamos pagando todos, mientras los que han decidido imponer la servidumbre de la razón a la política, del individuo a la sociedad, de la democracia al socialismo, y del ser humano a la obra del poder, se marchan sin decir adios, y los que les han hecho caso se quedan en el paro, esperando que las cosas vuelvan a ser normales. Pero lo que resulta más fascinante es comprobar que un ciudadano que se queda en el paro con un gobierno socialista, habitualmente se queda tranquilamente callado como un fósil, mientras que si se queda parado con un gobierno no socialista, descubre en el gobierno inmediatamente al causante seguro de su desempleo, y si no ocurre así, ya se lo recuerdan los sindicatos.

¿Cómo puede ser tan inocente la gente? ¿Cómo puede dejarse engañar tan fácilmente?. Con el PP de José María Aznar había 1,7 millones de parados en 2004, hoy, con José Luis Rodríguez Zapatero hay 5 millones. Se dice pronto, pero 3,3 millones de trabajadores están en el paro hoy gracias a los gobiernos del PSOE y José Luis Rodríguez Zapatero, y los socialistas todavía les amenazan con la llegada de la derecha y se quedan tan frescos.

Y que a nadie se le ocurra decir que el socialismo se equivoca, porque inmediatamente será considerado un fascista, como ayer era considerado un hereje el que negaba la obra de Dios. Y que nadie se atreva a juzgar jamás al socialismo por los resultados, porque lo importante en esta vida son las buenas intenciones, aunque terminen condenándonos a la miseria, el oprobio, la desesperación, la pérdida de calidad de vida, la infelicidad y un endeudamiento insostenible que terminarán pagando nuestros tataranietos, prueba del altruismo que ha legado el socialismo a las próximas generaciones.

Definitivamente, no hay peores crímenes que aquellos realizados en nombre de la bondad, cuando alguien les diga que les va a arreglar la vida, pónganse a temblar, y si es socialista, salgan corriendo en dirección contraria a la que les propongan.

Enrique Suárez

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