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martes, 9 de agosto de 2011

El origen de la crisis económica mundial está en China


Cuando a Napoleón le preguntaron sobre la gran nación China hace doscientos años, dijo unas palabras que hoy alcanzan plena vigencia: "Allí duerme un gigante. Dejémoslo que duerma, porque cuando despierte se moverá el mundo entero"

El gigante chino se ha despertado y el mundo tiembla, como auguró el pequeño corso, mientras tanto Obama llama a Zapatero a ver si entre ambos miembros de la conjunción interplanetaria pueden conjurar el maleficio. Difícil lo veo, porque ambos participan de la misma inanidad: incrementar el bienestar social de la humanidad, todo gratis para sus súbditos y que trabajen los chinos para ellos. La cuestión ha funcionado durante un tiempo, pero ahora la estupidez de repartir lo que no se tiene, nos va a salir cara, y las chorradas de los mandatarios actuales las acabarán pagando nuestros hijos y nietos con sus vidas.

La cuestión es fácil de entender, China practica un capitalismo de puertas afuera, mientras que los chinos viven en un férreo régimen comunista de puertas adentro, al fin y al cabo, los esclavos chinos trabajan para Occidente y para el Comité Central del Partido Comunista chino, ¿para qué quieren libertad o democracia los chinos?. Todo lo que necesita el mundo para moverse lo producen los chinos, los hindúes y los países emergentes, tres o cuatro veces si fuera necesario, y a un precio extraordinariamente competitivo. Un chino o un hindú cobra 50 euros al mes y trabaja jornadas de 60 horas a la semana, produciendo un valor de 1.000 euros. La diferencia entre valor y precio, que es de 950 euros, se multiplica por 500 millones de chinos y 500 millones de hindúes, más 200 millones de indonesios, malayos, birmanos y orientales y otros 700 millones de otros países pobres y tenemos que cada mes hay 2 billones de euros en el mercado, para comprar deuda de USA, España, Italia, Francia, Reino Unido, Alemania, etc. Así que los dirigentes de los países emergentes compran la deuda de los países avanzados, mientras van viendo como decaen las condiciones vitales de los occidentales, sin apenas mejorar las de sus súbditos.

En Occidente se pierden puestos de trabajo, se cierran empresas, se produce más déficit comercial, más deuda, y más miseria, lo que ocasiona más estallidos sociales, más protestas y más problemas. China maneja la mayor masa monetaria del planeta y juega con ella, a destruir el capitalismo. Al final, todos los países occidentales pierden soberanía, mientras China va teniendo más poder económico, pero también la seguiridad de que mientras Occidente tenga problemas, en China no habrá ningún problema político, que cuestione la cúpula dominante.

Es una acción inteligente de los dirigentes chinos, ellos saben que mientras en Occidente haya problemas, a nadie se le ocurrirá pedir que los derechos humanos se respeten en China. De hecho, lo que está haciendo China es producir un “dumping” mundial (abaratamiento de todos los productos por debajo de su coste real) para hundir todas las economías occidentales. La trampa es el consumo, porque los occidentales estamos condenados a consumirnos consumiendo para que en China, India y otros países puedan comer todos los días. Aflojarán la correa con la que nos tienen atados, para que podamos respirar y no nos asfixiemos, pero no la soltarán. El modo de producción asiático descrito por Marx, sin consumo propio y elevadas producciones, introducido en el capitalismo de la globalización es una auténtica bomba nuclear de relojería. Si consumimos malo porque China nos asfixiará con la deuda, si no consumimos peor, porque China seguirá produciendo hasta bajar los precios del mercado a cifras irrisorias en una economía de escala sin precedentes a nivel global, con lo que todas las empresas occidentales se acabarán hundiendo porque no podrán competir con la oferta china.

Así que a este paso sólo nos queda consumir lo que producimos, en una especie de autarquía patriótica, porque lo peor que nos puede ocurrir es tener por esclavos a nuestros futuros amos, que además son comunistas. Como no nos demos prisa, tendremos que pedirles permiso hasta para ir al retrete.

Enrique Suárez

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