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domingo, 18 de marzo de 2012

De Cádiz a Gijón en 200 años. Viaje de regreso a la patria



“De las naciones que formaban Hispania, indudablemente la más valiente era la de los astures” Estrabón

¡Nos van a oir!, hasta diez veces repetido en un discurso; así se expresaba recientemente Carmen Moriyón, la alcaldesa de Gijón, la ciudad más habitada del Principado de Asturias, en la que por primera vez en los últimos treinta años hay un alcalde que no es del PSOE. No es la única alcaldesa de Foro Asturias, hay otros nueve que la acompañan en los 78 municipios que forman Asturias. También 158 concejales con presencia en 60 de los concejos mencionados.

El pasado 22 de mayo, Francisco Álvarez Cascos con un partido político formado dos meses antes triunfó en las elecciones autonómicas y formó gobierno en Asturias. No le dejaron gobernar y decidió convocar nuevas elecciones, porque ha preferido pactar con el pueblo, que contra el pueblo, es decir, con los partidos políticos que se llevan oponiendo a la liberación de Asturias del marasmo a que está sometida durante más de una década, estos partidos son el PP, el PSOE e IU, que decidieron pactar para impedir, de cualquier forma, que el partido Foro Asturias pudiera desarrollar su programa de Gobierno, a pesar de haber obtenido los mejores resultados en las urnas.

No se podría entender lo ocurrido sin mencionar la colaboración de los medios de comunicación asturianos y nacionales con los adversarios de Foro, desde el primer día hasta el último, todos juntos y en unión contra la voluntad manifestada por las urnas en Asturias. La campaña de infamia de La Nueva España contra Cascos y Foro pasará a la historia de la demagogia con letras de molde, pero no ha sido el único medio contrario, pues todos se han reunido para derribar el proyecto asturiano, por cierto, 100 % asturiano, sin aditamentos, ni conservantes, ni emolientes, natural de Asturias.

Ahora estamos de reválida. Cascos no ha dudado: “si el pueblo me quiere gobernaré, sino puedo hacerlo por que lo impiden mis adversarios, que vuelva a decidir el pueblo, no mis adversarios”. Así es la democracia en la interpretación de Francisco Álvarez Cascos, sin miedos, ni complejos, porque los políticos no son dioses, sino servidores públicos, no están en la política para hacerse acotamiento de poder, sino para resolver los problemas de los ciudadanos. Por eso la mayoría de los cargos públicos que nombró en su Gobierno no tenían antecedentes políticos.

Pero la historia es curiosa y paradójica, aquella Asturias que se hizo independiente de la España invadida por Napoleón y abandonada por los Borbones, un nueve de mayo de 1808, que envió embajadores a Londres para requerir ayuda, que hablaron en el Parlamento de Wensminster ante grandes aplausos de comunes y lores, que tuvo en Lord Holland, amigo de Jovellanos (el que diseñó buena parte de nuestra organización nacional) y Argüelles a su mentor, esa Asturias vuelve a la rebelión ante la deriva de la nación española. Asturias, la patria querida, origen de la nación española tantas veces, se ha echado al monte otra vez, y denosta el rodillo nacional. No es una cuestión de nacionalismos, porque Asturias nunca ha sido nacionalista, sino de patriotismo, muy profundo y ancestral en los moradores de esta tierra, por historia, pero también por aislamiento secular y abandono por parte del Estado.

Si hoy España es como es, algo habrán tenido que ver los asturianos, seguramente, no por lo que hicieron a lo largo de la historia, sino por su participación en la creación de la nación española. El gran debate que se estableció en Cádiz hace doscientos años tuvo como protagonistas a muchos asturianos, por el partido de los liberales, Agustín Argüelles, por el partido de los tradicionales o “serviles”, el Cardenal Inguanzo; en la primera presidencia de las Cortes Constituyentes, Alonso Cañedo. No fueron los únicos. El término liberalismo nació en Cádiz en 1811, algo que se le ha olvidado a los que hoy nos representan y luego se exportó al mundo, dicen que fue Agustín Argüelles su creador, aunque no está confirmado.

Tal día como mañana, alborozado, el “divino” Argüelles, hombre comedido y circunspecto, poco dado a expresiones alborotadas, salió del Oratorio de San Felipe, entusiasmado y feliz, para gritar a los gaditanos: “¡Españoles, ya tenéis una nación!”. Lo demás ya es historia.

Pero aún otro asturiano, ante la felonía de Fernando VII (que no quiso sancionar la Constitución aprobada en Cádiz para no renunciar a sus privilegios), quien sometió al rey al poder civil, ocho años después, en Cabezas de San Juan; el General Riego prefirió volver sus tropas contra el Rey tirano, que llevarlas a la defensa de un decadente imperio que clamaba libertad. De su decisión no solo España se hizo una nación con una Constitución legal y legítima, sino muchas otras naciones hermanas de Iberoamérica siguieron sus pasos, sin grandes pérdidas humanas, no como ocurrió con otras colonias europeas.

Ahora viene otra etapa, en Asturias se está creando una nueva forma de entender las cosas, los asturianos se han rebelado para mostrar a todos los españoles su indignación cívica con los políticos que representan más sus intereses que los del pueblo. La resistencia de los reaccionarios ha sido numantina, por Asturias han venido más líderes que en toda su historia, los medios de comunicación, nacionales y locales se han enfrentado a Foro con mares de tinta para emborronar su propósito. Pero de poco ha servido, un diario de papel: El Hormiguero, que recuerda los comienzos de todas las revoluciones ha llegado a todas las casas, todos los asturianos han podido conocer la verdad de lo que ocurre y miles de hormigas cibernéticas han transmitido los engaños, vertidos sobre Foro, a los internautas. Para los seguidores de Foro, cualquier lugar de Asturias es una trinchera.



Nos ha visitado Rajoy para decirnos que Asturias es una isla (¿será, acaso, la nueva isla de León), nos ha visitado Rubalcaba para decirnos que Foro es un partido sin futuro (¿será acaso el afrancesado jacobino que viene a convencernos de que los vientos de Francia son de libertad?), nos ha visitado Cayo Lara para decirnos que Cascos es el Gürtel en Asturias (a este señor no le encuentro papel en esta historia, convencer a los asturianos de que se hagan comunistas a estas alturas es una tontería solemne). También nos han visitado ministros, líderes de otros partidos, como Rosa Díez, que no sé si dijo algo o no dijo nada, pero realmente seguro que poco tiene que ver con Asturias.

Así que todo está consumado: alea jacta est, mañana Gijón será Cádiz, el mitin central de campaña de Foro va a ser la culminación de una obra bien hecha; allí, volveremos a escuchar a Carmen Moriyón, la alcaldesa de la tierra de Jovellanos, decirnos otra vez lo de: ¡Nos van a oir! y a Francisco Álvarez Cascos, comunicarnos que Foro va a triunfar en estas elecciones con mejores resultados de los obtenidos en las pasadas autonómicas, ahora nos dejarán gobernar, tal vez no se alcance la mayoría absoluta, pero va a estar próxima.

Atrapados en el mito del eterno retorno, como el alfa y omega de nuestra bandera indica, los asturianos sólo elegiremos aquello que decidamos, no lo que nos impongan. Después, cuando arreglemos lo nuestro, nos ocuparemos de España, nuestra patria, porque siempre lo hemos hecho y lo vamos a seguir haciendo; Asturias nunca dejará a España a su suerte, en manos de políticos extravagantes que no se dan cuenta de que pertenecen al pasado, porque los españoles quieren decidir, como haremos los asturianos el próximo 25 de marzo, que a nadie se le olvide, amigos, que más allá del PSOE y el PP, también hay vida, posiblemente mejor que la que ellos pueden ofrecernos, como vamos a demostrar en Asturias a partir de ahora. Eso es lo que no perdonan a Cascos y a Foro, y a los asturianos, estos aprendices de tiranos: que la gente pueda comparar y elegir en libertad, ejerciendo la democracia si no es para apoyarles a ellos, aunque nos hayan llevado a la ruina.

Los españoles volverán a mirar al Norte, tras las montañas está Asturias, el país de la niebla, la tierra indómita que rehúsa doblegarse, una vez más.

Enrique Suárez

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