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miércoles, 30 de mayo de 2012

Europa y su diversidad cultural



De la crisis económica que atraviesa España hay causas internas y causas externas; los socialistas no suelen aceptar que las causas sean internas porque eso les haría responsables de lo ocurrido, pero evidentemente las hay: la negación de la crisis, la desaceleración, la champions ligue, los brotes verdes, la fusión de las cajas de ahorros, la improvisación ante el estallido de la burbuja inmobiliaria, la tremenda corrupción que favorecieron y de la que se beneficiaron; el diferencial de paro que hay en España con respecto a otros países europeos, los seis millones de peregrinos en las colas del INEM no son una casualidad; las mentiras sobre el déficit público, casi el 50 % más de lo que propusieron; la política de tierra quemada, con el derroche de casi medio billón de euros ¡de deuda!, en la última legislatura para que no se notara la catástrofe; pero sobretodo la terrible imprevisión y la mirada a otro lado, cuando España comenzaba a hundirse en el lodazal en el que posiblemente se asfixie y las ocurrencias de los planes E y el “aquí no pasa nada”.

Sin duda, estas prácticas son imperdonables y para recobrar la normalidad en este país debemos exigir responsabilidades a los autores del despropósito, así como a los que felizmente esperaban en la oposición, entre ellos Mariano Rajoy, sin hacer nada, con el único objetivo de triunfar en las elecciones, esperando que a Zapatero lo derrotara la realidad, sin moverse. Esa actitud irresponsable, así como la de los demás partidos de la oposición, también son susceptibles de exigir sanciones, no solo políticas, sino civiles e incluso penales.

Las causas internas de la crisis económica española han sido, fundamentalmente, políticas, pero nadie habla de depurar responsabilidades, ni desde el Parlamento, ni desde los medios de comunicación, tan solo algunos ciudadanos aislados salen de la invisibilidad para reclamar justicia y sanciones para los que han vivido en plena inmunidad e impunidad, y piensan seguir haciéndolo.

Pero también hay causas externas, y además diferentes en todos los países periféricos expuestos a la mayor agresión de los mercados, los denominados, con mala leche, PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España), quizás la más importante, además de las características peculiares de estas naciones, es sin duda la falta de preparación para la ampliación de la Unión Europea que se ha hecho deprisa, por motivos políticos y estratégicos, dejando a los PIIGS a medio camino entre la resolución de sus problemas y la generación de estructuras políticas homogéneas con las de los países del norte de Europa. Hay un importante factor cultural que ha influido en la evolución de estos países, que es inherente a la forma de vida de sus ciudadanos y su tradicional tempo vital, que se orienta más al disfrute de la vida con menos recursos que al trabajo y el esfuerzo de las naciones que han estado influidas por “La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo” (Max Weber).

No creo que sea posible, por mucho que nos asfixien las circunstancias, que la economía pueda aherrojar la cultura en la que vivimos los ciudadanos del sur de Europa, y en esas circunstancias se está produciendo “el choque de civilizaciones” (Huntington) entre una Europa del Norte y una Europa del Sur, que tiene difícil solución si no se establece desde la política una solución que incluya economía y cultura, algo que no se está haciendo.

Europa, la Europa del poder, que no es precisamente la Europa del Sur, sino la Europa que domina el Banco Central Europeo, quiere que los países que están en crisis evolucionen hasta homogeneizarse con los suyos, por eso la dictadura férrea de Merkel en las condiciones de austeridad y la política monetaria, algo, que al mismo tiempo está beneficiando a Alemania a costa de la quiebra de los PIIGS. Cierto que no le falta razón, porque en los países en crisis se han cometido auténticos despilfarros, numerosos despropósitos, y una tasa de corrupción que se ha incrementado al ritmo de la prima de riesgo en el pasado y todavía se mantiene, como estamos observando en la transformación de las Cajas de Ahorros en Bancos, algo que nos va a costar a los españoles, posiblemente, más de 180.000 millones de euros.

No por mucho madrugar, amanece más temprano

Un burro no puede ser un caballo de carreras, por mucho que se empeñe la canciller alemana, así que si se trata de que la economía de los países en crisis corra a la velocidad que requiere la política de consolidación europea, lo llevamos claro. Antes de realizar una transformación económica de los países del sur de Europa, hay que realizar una transformación de su sistema político, no permitiendo que auténticas acémilas se encarguen de dirigir los pasos de estos países. Ese problema se ve sobretodo en España y Grecia, que tienen las representaciones políticas más penosas de Occidente. Antes de realizar esa transformación política, los países en crisis deben realizar un cambio cultural en la mentalidad de sus ciudadanos, que no se ha producido y que siguen siendo gobernados como en épocas autoritarias. Y antes de todo ello debe realizarse una transformación en la justicia, haciéndola independiente de la política, porque con una justicia que vive al pairo de los intereses políticos no hay nada que hacer, como tampoco hay nada que hacer si los medios de comunicación de estos países intoxican sin descanso a los ciudadanos, y las corrientes de opinión pública se establecen desde el poder político y la oposición, y no desde la independencia de criterio de los ciudadanos.

Se están equivocando en Europa con la decisión de tirar de los PIIGS a trancas y barrancas, porque lo único que se va a conseguir es una reacción desfavorable de los ciudadanos contra Europa, y aquí entramos en el gran conflicto que separa a los países sin problemas de los que tenemos todos los problemas: la calidad de vida, los europeos del norte pretenden mejorar su calidad de vida deshaciéndose de la carga que supone ayudar a los países en peores circunstancias, mientras que los países en peores circunstancias no están dispuestos a sacrificar sus condiciones vitales tradicionales para transformarse en los ciudadanos productivos, competitivos, ahorradores, austeros y perseverantes que no tienen problemas económicos, siguen creciendo a buen ritmo y están hartos de pagar la buena vida que se pegan los del sur de Europa, a costa de que ellos no se la puedan pegar mejor.

Creo que la Europa del Sur y la Europa del Norte deberían bailar un vals en la próxima reunión del consejo económico de la Unión Europea, porque mientras no se comprenda que solo con austeridad no saldrán los viejos países europeos –coincide que los PIIGS, son los orígenes culturales más ancestrales de Europa- y se necesita estimular el crecimiento, es decir, más dinero e inversión, aunque debería controlarse su flujo directamente por funcionarios europeos y no por políticos de los países receptores, que han demostrado su incapacidad. El dogmatismo teutón se equivoca, debe exigir rigor político y al mismo tiempo permitir flexibilidad económica, y un periodo prolongado de adaptación; si en 2.000 años no han cambiado Grecia, Italia y España en su forma de vida, por poner algunos ejemplos, no lo van a hacer ahora en dos años, porque se le antoje a Ángela Merkel, en su visión dogmática de la realidad. Eso funcionará en Alemania, pero no creo que funcione con los países mediterráneos, en los que precisamente sus ciudadanos tienen a honor ser diferentes, diversos y plurales, y huyen de la homogeneidad y el mimetismo. Sin duda, el mayor problema de Europa y sus crisis, no es político, ni económico, ni siquiera institucional, sino simplemente cultural, sino se tiene en cuenta esta variable, todo acabará fracasando.

Si se antepone la homogeneidad europea a la forma de vivir sus ciudadanos, será una hecatombe y la idea de una Europa unida quedará quebrada para siempre.

Enrique Suárez

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