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miércoles, 12 de junio de 2013

Josep Tarradellas: "nuestro país es demasiado pequeño para que desprecie a alguno de sus hijos y lo bastante grande para que quepamos todos"


Era el año 1981, el president Tarradellas escribe una carta privada a Horacio Sáenz Guerrero, director de La Vanguardia en el que expone sus reflexiones sobre la situación de España y Cataluña, y también su relación. La carta fue publicada el 4 de abril de 1981. Un ejemplo de nacionalismo honorable que debemos recordar los españoles, porque después todo se convirtió en podredumbre, corrupción y enmascaramiento. La lealtad institucional devino en depredación.

Creo que este momento es el que define la deriva rupturista entre el secesionismo que eleva el trinque político y la ramplonería en Cataluña a condición de legitimidad y la defensa leal de los "hechos diferenciales" de un nacionalista catalán, que no abjura de ser también español, pero que sin renunciar a lo común, considera que las diferencias, si existen, deben ser reconocidas, sin renunciar tampoco a las semejanzas


¿Cómo erradicar a la casta parasitaria española en menos de 24 horas?



"Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegido contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada." Ayn Rand


Hoy he debatido con un amigo sobre si la causa de la opresión política en España se debe más a los opresores, a los oprimidos o a ambos. Sin duda, para que existan opresores es necesario que existan oprimidos y viceversa. No puede haber opresión, sin opresores, ni oprimidos, eso es cierto. Pero lo que está suficientemente claro es que un 1 %  de opresores que conforman la casta parasitaria de ese país, oprimen al 99 % de los españoles por la gracia del dedo que les ha puesto en el poder, que nada tiene que ver con la democracia.

El problema de la opresión política es endémico en España, se remonta a la historia más remota y se representa magníficamente en los tiempos que vivimos. La opresión ha sido una constante a lo largo de nuestra historia, ciertamente elástica, a veces política, otras económica y algunas social o cultural.

Las formas de opresión en la España actual son exhaustivas, no dejan nada sin oprimir, desde desempleados a ahorradores, desde jóvenes que no encuentran trabajo a pensionistas que ya han trabajado, pero fundamentalmente recae sobre la población trabajadora, en particular sobre aquella que genera recursos y riqueza, lo que excluye a la mayoría de los empleados públicos que, en el mejor de los casos distribuyen bienestar y en el peor, son parásitos de la cosa pública.

Actualmente poco más de 16 millones de trabajadores españoles mantienen este país, de los que hay que restar 3,2 millones que son empleados públicos ( que no han dejado de crecer a lo largo de la crisis, en más de 600.000 desde 2004, mientras los parados de los demás sectores se incrementaban en 3,5 millones) y producen más gasto, y además, un 64 % de los trabajadores con sueldos inferiores a la renta per cápita ( ingresan 21.000 euros al año o menos), que como mucho alcanzan la supervivencia cada mes y ya les gustaría generar riqueza o ahorro, lo que suponen cerca de 10 millones de trabajadores. 

De lo que se deduce que la mayor parte de la riqueza que se genera en este país, detraída en forma de impuestos, recae sobre 2,8 millones de españoles que ni son empleados públicos y ganan más de 21.000 euros al año y están siendo absolutamente esquilmados por todos los demás.  De ahí sale toda la corrupción, los pagos de la deuda, buena parte de las pensiones, los servicios públicos, la mayor parte del consumo. Las propuestas de la casta política española son magníficas,  desde la izquierda se pretende cargar todavía más impuestos sobre esos 2,8 millones de trabajadores; desde la derecha, se pretende reducir su bienestar eliminando cualquier posibilidad de que puedan levantar cabeza.

Puesto que 2,8 millones de españoles, que cobran más de 21.000 euros al año y no son empleados públicos, soportan la mayor parte de la  mierda de este país sobre sus hombros creo que una alternativa que sin duda dinamitaría el sistema de inmediato y acabaría con la casta,  es que esos trabajadores españoles decidieran dejar de participar en la orgía que se han montado los de la casta política a su costa, poniéndose en huelga durante un mes. Sólo con la convocatoria de huelga para el sector que sostiene la mayor parte de este país, los cimientos del sistema de corrupción en el que vivimos saltarían por los aires y la mafia pública tendría que comenzar a buscarse la vida como los demás.

Sin duda, los huelguistas tendrían recursos para vivir, y se podrían crear cajas de resistencia, algo habrán ahorrado durante su vida, como sus puestos de trabajo no dependen del parasitismo probablemente, sino de su cualificación y experiencia, no tendrían ningún problema para encontrar trabajo aunque fueran despedidos y verían como todos los depredadores caerían de repente desde el cielo que se han concedido a costa de mantener a todos los que están bajo ellos en el infierno. 

Que levanten el país los de la casta, que para eso lo han derribado. En tan sólo 24 horas este país estaría hundido, y los parásitos que viven a costa de los demás en partidos, sindicatos y organizaciones empresariales, en instituciones y empleo público parasitario, tendrían que volver a empezar desde cero en igualdad de condiciones que aquellos que les mantienen. 

Evidentemente si esta huelga general ANTICASTA fuera acompañada por todos los demás trabajadores, parados y la mayoría de los españoles, resultaría mucho más eficaz y deletérea para la casta parasitaria. Sería, entonces, un remedio infalible para devolver este país a la normalidad y librarnos de todos los parásitos que viven expoliando a los demás desde el poder.

Esta idea está inspirada en la obra de Ayn Rand, la Rebelión de Atlas, es hora de comenzar a preguntar ¿quién es John Galt?. Si Montoro no lo entiende, me ofrezco para explicárselo en menos de dos tardes.

Enrique Suárez

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