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jueves, 18 de diciembre de 2014

¿Qué representación política nos espera?



                                                                Fernando de los Ríos

Es una pregunta que nos hacemos muchos ciudadanos españoles, tras la debacle a la que estamos asistiendo en la política española, la profesión de político atraviesa sus peores horas en el desprestigio y la devaluación pública.

Si utilizamos el símil del fútbol, esto vendría a ser una escenificación en la que los árbitros estuvieran comprados, la federación de fútbol fuera corrupta, los medios de comunicación no dejaran de intoxicar ininterrumpidamente, los jugadores se vendieran a los equipos contrarios y el balón estuviera trucado, además de las medidas de las porterías, las reglas deportivas, las líneas del campo y el césped, que sería  inexistente. En esas condiciones resulta inútil salir a jugar, porque el resultado final de cada partido será el que decidan los que mueven los hilos y los maletines.

Y ante este panorama desolador, unos ciudadanos hartos del engaño decidieran denunciar sin descanso todo lo que está ocurriendo, hasta que las autoridades competentes intervinieran y despejaran los estadios de imposturas y trampas. ¿Qué habría que hacer en estas condiciones para volver a jugar al fútbol se preguntarían?

Pues en la política ocurre algo muy similar, de nada sirve que juegue cualquier equipo en el campo, los morados contra los azules o los rojos, porque no hay ninguna posibilidad de que el resultado, en estas condiciones, muestra otra realidad que la que se desee desde el poder que gestiona, consiente y anima estas cosas.

Por eso la pregunta que debemos hacernos a partir de ahora los ciudadanos de este país en relación a la representación política es hasta donde soportará el sistema este nivel de degeneración y fiasco. Y sin duda la gran incertidumbre se encuentra en quien será el que más engañe a los que votan para que acudan a las urnas a depositar su confianza en ellos o más bien su desconfianza en todos los demás. Lamentablemente, soy de los que piensa que pasarán muchas legislaturas hasta que la mayoría de los españoles volvamos a confiar en la política, como una actividad noble, decente, que se ocupa de procurarnos bienestar en una vocación de servicio público.

No será fácil resolver este dilema, mientras la palabra de un político no tenga otro aval que el viento, y otra pena que ninguna por sus demanes, no habrá nada que hacer; porque todos los políticos mienten en todas las circunstancias, hasta que se demuestre lo contrario y además ni les importa, porque la gente se olvida de una calamidad con la siguiente.

En estas condiciones hemos llegado a la conclusión que Vladimir Illich “Lenin” le espetó al socialista español Fernando de Los Ríos, cuando este le preguntó por la democracia, y el líder soviético le respondió: ¿Democracia? ¿Para qué?, ciertamente tenía razón, si ésto que tenemos en España es lo que los políticos y ciudadanos españoles consideran como democracia, entonces se le puede responder, sin ningún temor a equivocarse: para nada señor Lenin, tiene usted toda la razón, para nada. Mejor quitarle el disfraz democrático a la dictadura en la que vivimos y nos ahorramos de esa forma lo que nos cuestan las elecciones.

Enrique Suárez

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